La infancia vive en su mundo

I.L.H. / Burgos
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Islantia es el paraíso de los más pequeños, con zona ajardinada, títeres y carruseles. Aunque con menos actividad que el año pasado, el paseo de la Isla vuelve a ser la carta en la manga de progenitores y abuelos

Los padres y madres pueden mover el Carrusel Ecológico en la bici tipo tándem y ver caras de diversión como esta. - Foto: Luis López Araico

Los carritos aparcados en los bancos laterales al cuidado de los mayores y decenas de chavales sentados en el suelo frente a los arcos de los Comendadores daban las pistas necesarias para saber que en el paseo de la Isla se estaba cocinando algo. El plato fuerte de la mañana fue el espectáculo de títeres de los mexicanos La Matatena, con Jesús Sánchez manejando tres marionetas de guantes y un técnico que además de apoyarle en la función, sujetaba el escenario para que no saliera volando por el viento. 

Allí sentados, los pequeños estaban en su mundo, absortos en las travesuras del diablo que andaba quitándole el pan al panadero. Antes de comenzar la función de Chiflín, chiflán El panadero y el pan, el titiritero explicó a los menores las posibles confusiones entre las palabras del español de México y el castellano. «Allá llamamos chamakos a los niños y al diablo, chamuko, coco, satanisito... Los panes dulces o salados tienen nombres como conchitas, orejas, viudas, suegras...», les avanzó.

Para los mexicanos, que llevan dos años residiendo en nuestro país, la de ayer fue su primera función en Burgos. La historia corresponde a una versión adaptada de El panadero y el diablo, de Javier Villafañe, un conocido titiritero argentino. «Es un cuento sobre aprender a compartir», comentaba Sánchez antes de la representación.

Sentados en el suelo, los chavales gritaban advirtiendo al protagonista. Sentados en el suelo, los chavales gritaban advirtiendo al protagonista. - Foto: Luis López Araico

En el patio de butacas era imposible interrumpir la concentración de los pequeños, preocupados en avisar al panadero de las artimañas del diablo. En los alrededores, los progenitores y abuelos comentaban las bondades de este pequeño paraíso llamado Islantia, con actividades en horario de mañana y tarde que les permitían tener a los chavales entretenidos. Y eso que echaban en falta algunas otras atracciones repartidas por el paseo, como el año pasado.

Porque ayer solo eran dos las opciones: la función de títeres y el Carrusel Ecológico del granadino José Carlos Beneroso, que repetía presencia en Burgos en este caso con La mar de vueltas, un tiovivo compuesto de nueve figuras de madera representando ballenas, focas o delfines. «El sitio es ideal. Arbolado, con espacio para que los niños y niñas se muevan libremente, sin tráfico, bonito y fresco», aseguraba.

Con capacidad para quince chavales de entre 2 y 8 años, el carrusel se mueve por medio de una bicicleta tipo tándem, que a veces gestionan las madres y los padres como José, de Aranda y con residencia en Barcelona que acostumbra a venir a las fiestas al coincidir con el cumpleaños de su hermana: «Es un pedaleo suave, se lleva bien y los niños han dado un 'like' al viaje», afirmó al descifrar el gesto de Toni (7 años) y Rodrigo (4). También pedaleó Marta, mientras Martín (4) se lo pasaba bomba en el mismo viaje que Irina (7) y Matias (3), hermanos cuyos padres son de origen rumano que llevan ya 8 años en Burgos.