Salta en paracaídas desde el futuro 'techo' de Burgos

F.L.D. / Burgos
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Su salto hace un tiempo desde una de las torres de Río Vena se hizo famoso en toda España, una repercusión que no buscó. Hace días, lo repitió desde la grúa del futuro 'skyline' de la ciudad, en el bulevar. También se ha lanzado desde molinos eólicos

La ciudad dormía plácidamente un día cualquiera de diciembre. Una luz verde en una ventana de un edificio anunciaba la inminente llegada de la Navidad. El silencio reinaba en las calles. Sobre todo a 60 metros del suelo. De repente, alguien surcó el cielo burgalés y aterrizó en una calle Juan de Padilla completamente vacía. El vuelo de una especie de ninja llegó a los teléfonos móviles de todos los vecinos de la capital en horas. A los pocos días, media España se preguntaba quién era este anónimo intrépido que había osado saltar al vacío.

Fue difícil, porque no se puede negar que era escurridizo, pero las páginas de este periódico lograron contar su historia. Le llamamos Saúl para no desvelar su verdadera identidad y reconoció que aquel probablemente sería su último desafío a la gravedad en el lugar que le vio nacer. Claro que cómo renunciar a verlo todo desde arriba. Hace unos días, volvió a planear en las alturas.

Seguiremos llamándole Saúl porque su idea de no patrullar por las nubes de Burgos cambió, pero no la de desvelar quién se esconde detrás de la máscara. Han pasado más de cuatro años desde que su historia se hizo viral. La de un hombre apasionado por el salto BASE, una disciplina deportiva que le enamoró hace casi una década. Antes, un descenso en tándem en paracaídas le convenció de que quería volar el resto de su vida. Poder hacerlo en casa, es el mayor placer.

Vista desde una de las grúas de las torres del bulevar.Vista desde una de las grúas de las torres del bulevar.

«Es cierto que dije que no se volverían a repetir, pero como saltador es muy difícil resistirse. Burgos crece y se están construyendo edificios más altos que ofrecen saltos más controlados», explica. Luego, claro, están las vistas. «Son impresionantes, por eso lo disfruto mucho más».

En su última misión, porque así lo llaman los que además de deportistas son exploradores nocturnos, la Catedral resplandecía en la oscuridad mientras sobrevolaba la zona sur antes de aterrizar en el bulevar. De nuevo, la ciudad dormía plácidamente. Se había lanzado desde el brazo que construye lo que será el nuevo 'skyline' de la ciudad.  

Días antes ya había mordido de nuevo la manzana. Había incumplido una vez más su propósito de la misma forma. Se lanzó de una grúa y surcó el cielo de la calle Vitoria. La última imagen era la de la arteria principal de la ciudad completamente vacía. ¿Por qué lo hace? Ya nos contestó la última vez. Lo lleva dentro, lo siente. El grito final cada vez que pone de nuevo los pies en la tierra es la manera que tiene de decir al mundo que se siente vivo.

No, no es ningún temerario, como se dijo en su día. Sabe muy bien lo que hace porque se ha preparado a conciencia. Como a conciencia elige el lugar. A veces paseando al perro, comenta. Así lo hizo cuando saltó desde un molino del Páramo de Masa. O desde una chimenea de una central térmica. Recorre el mundo para verlo desde arriba. No es cuestión de perspectiva, sino una manera de vivir. Seguramente no se entere nadie la próxima vez que vuele en el cielo de Burgos. Hay promesas que son difíciles de cumplir.