La producción de vinos de albillo mayor se frena en la Ribera

I.M.L. / Aranda
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Los viticultores tampoco apuestan por plantar nuevas parcelas de esta variedad, que sólo ha sumado 50 hectáreas desde que se autorizó este tipo de vinos en el reglamento de la DO

Las parcelas de albillo mayor son las primeras que se vendimian en la Ribera del Duero, ya que su maduración es más rápida que la variedad tempranillo. - Foto: Alberto Rodrigo

La bautizada como Ribera Blanca va camino de cumplir tres años. El reglamento de la Denominación de Origen Ribera del Duero se modificó para autorizar vinos elaborados con la variedad albillo mayor, sumándose así los blancos a los vinos rosados y tintos, seña de identidad de la DO. Este cambio se saludó por los expertos como una gran noticia. El Master of Wine Tim Atkin los ensalzó en sus vinos top 100 de Ribera del Duero, destacando el gran valor de la uva albillo mayor en la creación de «los magníficos vinos blancos que se están elaborando, alguno de los mejores del mundo». Desde el Consejo Regulador, su presidente, Enrique Pascual, enmarcó este paso en la conservación de «un patrimonio vegetal que teníamos marginado» para crear unos vinos blancos «que van a aguantar crianzas largas», una característica que es propia de la uva albillo mayor.

Pero las cifras de los últimos años apuntan a que la producción tanto de uva como de vinos blancos no despunta y tanto bodegas como viticultores siguen teniendo esta variedad como algo residual en la Ribera del Duero. De las más de 300 bodegas registradas en la DO, en torno a una treintena incluyen en su catálogo de vinos alguna marca elaborada con albillo mayor, lo que supone tan sólo un 10% de las elaboradoras ribereñas.

En el caso de la superficie de viñedo de esta variedad, las cifras arrojan un rayo de esperanza hacia el aumento de la presencia de estos vinos en el mercado. Los registros históricos que maneja el Consejo Regulador reflejan que la mayor superficie de planta de albillo mayor se remonta a 2007, con 558 hectáreas. Le siguieron 12 años en los que se fueron arrancando cepas de esta variedad, hasta quedar sólo 362 en 2019, cuando se autorizó su uso para elaborar los blancos ribereños. Desde entonces, se han sumado 50 hectáreas más en los últimos tres años.

Al llegar el momento de la vendimia, las cifras difieren en función de cada campaña, pero se ha pasado de no alcanzar los 700.000 kilos recogidos de albillo mayor en 2019 a superar el millón en la última cosecha, con un incremento del 66% en comparación con lo vendimiado en 2021, que quedó cerca de los 600.000 kilos de uva blanca.

En el caso de las elaboradoras, la apuesta de un puñado de bodegas es firme a la hora de aprovechar esta variedad para crear unos vinos blancos diferentes. Un ejemplo claro es el de Félix Marina, que dio el salto de la restauración al ámbito bodeguero creando una bodega para elaboraciones con albillo mayor. «Al final, hay tanta gente en la Ribera que hace tintos y tan fenomenales todos, que la manera de diferenciarnos era centrarnos en los blancos», relata Marina, convencido de que «en diez o quince años llegaremos a hacer grandes vinos de albillo mayor», al ser una variedad de guarda, de tiempo que promete una evolución.

Una de las grandes, Pradorey, ha materializado su apuesta por la Ribera Blanca en una nave exclusiva para elaborar estos vinos, con capacidad para 150.000 kilos, además de plantar 40 hectáreas, casi la totalidad de las nuevas albillo mayor en estos tres años. Estos pasos que se enmarcan en el «cambio de filosofía» dado por la bodega a raíz de su salida de Rueda, como explica su director, Fernando Rodríguez de Rivera. «Lo que hacíamos era muy estándar, ahora vamos hacia un modelo de elaboración de vinos muy del viñedo, haciendo énfasis en el potencial de la finca», precisa, poniendo el acento en la personalidad propia de los vinos blancos de la DO Ribera del Duero.