Retrato de alquimistas de la naturaleza

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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El cineasta Lino Varela estrena el día 8 de junio 'Mientras el plato del torno gira', un largometraje documental sobre la vida de los grandes ceramistas burgaleses Raquel Condado y José Luis Ramos

Lino Varela charla con Raquel y José Luis en el taller de ambos, un lugar mágico y lleno de luz en el que ha rodado el devenir cotidiano de los dos artistas. - Foto: Patricia

Casi todos los talleres artísticos son lugares mágicos, espacios en los que tiembla el misterio y la fascinación. El de los ceramistas Raquel Condado y José Luis Ramos es si cabe aún más cautivador, porque en él habitan los elementos esenciales de la naturaleza que ellos, con sus manos y su talento, dominan para convertirse en pequeños dioses. Son creadores a la manera de la naturaleza porque se nutren de la tierra, el agua, el aire y el fuego para dar forma a sus obras. Está girando el torno y las manos totémicas y sabias de José Luis se deslizan por el barro, lo modelan, lo acarician con sagrada devoción en un baile hipnótico, sabedoras de que son depositarias de un arte casi tan antiguo como el mundo; esas manos están en Burgos, siglo XXI, pero atesoran un conocimiento que procede de tiempos remotos, de lugares tan alejados y míticos como Babilonia, la China de la Dinastía Ming, la Grecia clásica. A su lado, Raquel trabaja en una estilizada y sugerente figura femenina alada, puliéndola con detalle. Testigo de la labor de ambos, el cineasta Lino Varela, que durante los últimos meses se ha colado en el taller de estos ceramistas, más artistas que artesanos, para rodar sus vidas marcadas por el barro, la arcilla. La tierra.

El resultado es el documental Mientras el plato del torno gira, nuevo largometraje del director burgalés que se estrenará el 8 de junio en Cultural Cordón (19,30 horas). Varela conocía a José Luis de otro trabajo del cineasta, Manos, y siempre le rondó la idea de abordar un trabajo centrado en este oficio, otro más en peligro de extinción. «Lo que hacen me parece magia», asegura el cineasta. «Que a partir de un trozo de barro ellos sean capaces de domarlo y de crear una obra de arte es algo realmente especial, mágico», insiste. Confiesa que después de haber rodado la película Huérfanos del olvido, ambicioso y espléndido trabajo que narra la epopeya de los niños de la guerra que fueron enviados a la Unión Soviética durante la contienda civil española y que supuso para él un vaciamiento emocional de primera magnitud, necesitaba un proyecto que volviera a motivarlo y que fuese más cercano, por más que cuente una historia universal, porque aunque ha retratado las vidas de Raquel y de José Luis, estos representan de alguna forma muchos siglos de una manera de estar en el mundo.

Otra de las razones de esta película, explica Varela, es dejar testimonio precisamente de un oficio cada vez menos frecuente. «Ellos hablan en la película de las impresoras 3D, de que ya existen aparatos con algoritmos e inteligencia artificial capaces de emular el trabajo del ser humano. Pero ese trabajo artesanal suyo no puede replicarlo una máquina, y eso no se puede perder. La cerámica hecha de forma artesanal es algo único», apostilla. «Y es que no se puede», tercia Raquel, «porque después de modelar hay que cocer, hay que decorar... El proceso total, completo, puede tener muchas terminaciones. Y es muy difícil que las máquinas puedan hacerlo».  

Raquel trabaja con una de sus obras, una figura femenina alada Raquel trabaja con una de sus obras, una figura femenina alada - Foto: Patricia

Mientras el plato del torno gira/ yo visualizo un cuenco sopero/ para el mismo rey Midas,/ o para el porquero de Agamenón,/ ya una robusta rueda/ para el caro de Thespis,/ o piedra de afilar de una herrería, escribió José Luis en cierta ocasión, y son esos versos una destilación de la vida de estos ceramistas, que atesoran en sus manos y en su memoria un saber atávico. Desde la ventana del taller se atisba el arranque de la calle Alfareros. Tiene todo el sentido que ellos, acaso los últimos de esta estirpe, estén tan cerca. Cuenta José Luis que las sinuosas formas del parque de San Isidro, que facilitaron en su día un trazado perfecto para un circuito de motocross, no son un capricho de la naturaleza: fueron modelándolas los alfareros que acudían allí a coger la materia prima. En la película, Raquel y José Luis explican el proceso de su artesanal trabajo, su estrecha relación con la tierra, el agua, el aire y el fuego. Exhiben en la cinta sus misterios a la vez que desnudan sus almas: es el retrato cotidiano de sus afanes, de lo que, desde hace cuarenta años, ha modelado sus existencias: la pasión por esta artesanía. «Es el retrato de una vida y de un oficio. Porque su vida es este oficio».

Oficio que está perdiendo. Señala José Luis que cuando ambos empezaron, a comienzos de la década de los 80 del pasado siglo, en Castilla y León habría alrededor de un centenar de alfareros. «Y lo que seguimos haciendo nosotros era una imagen cotidiana, familiar. Ahora ya no queda nadie». Destaca Lino Varela que ha disfrutado muchísimo rodando esta película, que tiene una enorme fuerza visual. «Hay planos muy bonitos, con unos contraluces preciosos. Y tenemos unos planos de noche, con las figuras incandescentes realizadas con la técnica Rakú, que son realmente impresionantes. Pero es interesante haber seguido su día a día, lo cotidiano. Y cómo su oficio está tan presente en cualquier momento, como cuando comen, por ejemplo. Hay conversaciones y diálogos en familia o con amigos que son también muy valiosos», apostilla. Se muestra Lino Varela deslumbrado con el arte de estos ceramistas autodidactas, que elaboran piezas maravillosas, únicas, con todo tipo de elementos y pigmentos, que sometidos al fuego convierten las obras en algo extraordinario. Como si fuera alquimia. «Son verdaderos artistas. Ceramistas de autor. Creo que en la película se entiende bien el complejo y delicado proceso que es su trabajo».

Vidas de barro. La película está dividida en cuatro partes o bloques, que corresponden a los citados cuatro elementos esenciales. Raquel y José Luis, que ya han visionado la cinta, están satisfechos con el resultado. «A través de la mirada de Lino se ve nuestro compromiso con el barro. Porque el ceramista es aquel que se compromete con el barro: como investigador, como creador, no como meros artesanos. Nosotros somos autodidactas, no tenemos una formación específica; llevamos más de cuarenta años explorando, pero es que este oficio lleva siendo así desde hace 30.000 años. El barro lo han trabajado todas las culturas y civilizaciones, de Mesopotamia a Egipto, de los etruscos a los árabes. Somos parte de una cadena de experiencias hechas a base de tierra, aire, agua y fuego. Redescubrimos, reinterpretamos. La técnica del Rakú la hacían ya los japoneses en el siglo XVI...». Vidas de barro, las suyas.

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Las manos de José Luis doman el barro en el torno.
Las manos de José Luis doman el barro en el torno. - Foto: Patricia
José Luis, con el soplete, rematando una pieza.
José Luis, con el soplete, rematando una pieza. - Foto: Patricia

Sigo girando,/ y aparece un bello kylix/ salido de los alfares de Corinto,/ y veo un planeta ingrávido/ con los anillos de Saturno/ o una inmensa luna llena de abril... Escribe José Luis en su poema. No deja de girar la rueda del torno de la vida en el taller de estos artistas, cuya intimidad ha desvelado Lino Varela en una obra que aspira a eternizar un oficio mágico para que las generaciones venideras no olviden un arte antiguo y hermoso, tan delicado y lleno de los enigmas y secretos que ofrece la naturaleza. «Nosotros no podemos separar nuestro trabajo de nuestra vida. Nos sentimos afortunados», apuntan los artistas. Es esta película un retrato de eso que son, alquimistas de la naturaleza, artesanos que toman la tierra y el agua y el viento y el fuego para crear obras únicas, bellísimas, especiales. Irrepetibles.