Historia del trasplante que les dio la vida

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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El HUBU homenajea a las familias de pacientes donantes tras la muerte y también a quienes lo hacen 'en vivo'. Este año ya se han cedido 50 órganos, casi tantos como en todo 2022

Los protagonistas del homenaje que se celebró ayer en el HUBU, donde se adelantaron un día a la conmemoración del Día del Donante. - Foto: Luis López Araico

Raúl García, de negro en la foto, tiene 36 años y hasta pasados los 22 no supo lo que era respirar bien. Solo cumplida esa edad pudo olvidarse de un día a día doloroso; pudo hacer deporte y, en general, disfrutar de una vida convencional. «Con 22 años me trasplantaron en Barcelona por una hipertensión pulmonar severa, en el Vall d'Hebron, y volví a nacer. Gracias a la generosidad de la persona que me dio sus pulmones estoy vivo», dijo ayer, en el salón de actos del HUBU, donde participó, junto a otros trasplantados y sanitarios especializados en la materia, en un homenaje a las personas que hicieron posible que hubiera una segunda oportunidad para ellos. Es decir, en un homenaje a los donantes anónimos y a sus familiares.

Las responsables de la coordinación de trasplantes en el HUBU, la médica intensivista María Eugenia Perea y la enfermera, también de la UCI, María Amor Hernando, siempre destacan que sin el altruismo -superlativo- de quienes deciden poner a disposición de desconocidos sus órganos, o los de un familiar que está a punto de fallecer, cientos de vidas se truncarían cada año. No habría una segunda oportunidad como la que ayer se celebró en el HUBU, donde se da la particularidad de que no se injertan órganos, pero sí se extraen para poder ponerlos en disposición de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT). De las entrevistas con los allegados de quienes tienen un pronóstico de muerte irreversible y están en condiciones de donar -no todo el que quiere puede- se encargan Perea y Hernando.

«No hay palabras para agradecer la generosidad de esas personas que, en el peor momento de su vida, cuando están despidiendo a un ser querido, manifiestan su voluntad de facilitar que otros salven la vida o, al menos, la mejoren mucho», dijeron ayer, para explicar el porqué de un homenaje que querían haber celebrado antes de la pandemia.

El HUBU cerró el 2022 con unas cifras «muy buenas», 22 donantes y 65 órganos extraídos, que se han mejorado en 2023: hasta ayer, el equipo de coordinación ya había extraído 50 órganos de 16 donantes. No hay más explicación a este balance que «ha habido muchos fallecimientos en condiciones de poder donar».

En vivo. Pero el acto de ayer pretendía dar más protagonismo a las personas que a las cifras. Y de ahí que se invitara a personas trasplantadas y que otras, que a priori no tenían constancia de que iban a participar, acabaran subiendo al escenario y ganándose un aplauso. Fue el caso de Consuelo García y Javier Samaniego, matrimonio no solo en su estado civil, sino de vida en el sentido amplio de la palabra: ella le donó un riñón a él en el verano de 2019. «Tuvimos la suerte de ser compatibles», explicó, antes de admitir que «estoy orgullosa de lo que hice y animo a otros. Si eres capaz de dar un órgano o parte, también debemos tener visibilidad porque esa es otra posibilidad de ayudar». Su marido reconoció que «no tengo palabras para ella; muchas veces he intentado ponerme en su lugar y se me rompe todo. Mi homenaje y gratitud son eternos». 

El presidente de Alcer, Antonio Ortiz, también trasplantado de riñón, explicó cómo ha cambiado su día a día: de tener que hacerse diálisis en casa por la noche a la normalidad. «Es un antes y un después», concluyó, reiterando su agradecimiento.