Burgos acoge a 92 personas procedentes del Sahel

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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La entidad Accem, elegida por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones para gestionar la emergencia de Canarias, refuerza sus recursos con más plazas y un equipo de atención humanitaria formado por 4 profesionales y 6 voluntarios

Elimane se subió a un barco precario en Marruecos para llegar a España. Dos de sus compañeros de viaje murieron, él ha encontrado aquí una buena vida. - Foto: Luis López Araico

Es, probablemente, una de las regiones más convulsas del mundo en la actualidad aunque no ocupe la atención mediática de otros conflictos como las guerras entre Ucrania y Rusia y entre Israel y Hamás. El Sahel, la zona de África entre el desierto del Sahara y la sabana sudanesa, que abarca partes de países como Senegal, Burkina Faso, Mali y otros, lleva años atenazada por golpes de Estado, persecuciones políticas, constantes ataques terroristas y catástrofes naturales que han provocado una grave crisis humanitaria, con millones de personas necesitadas de ayuda. La región ha sido testigo de desplazamientos generalizados, inseguridad alimentaria y falta de acceso a servicios básicos que sumados a los problemas medioambientales, como la desertificación y la escasez de agua, han intensificado los conflictos y la competencia por unos recursos limitados. En este contexto, no es difícil entender que miles de personas, sobre todo jóvenes, quieran marcharse a buscar una vida mejor. Y España es uno de sus destinos.

El pasado mes de octubre se registró una cifra histórica de llegada de migrantes a Canarias, 15.000, en un año que ha batido todos los récords igualándose prácticamente a 2005, cuando se produjo la denominada crisis de los cayucos. Y como los recursos humanitarios de las islas se han colapsado, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones encargó el pasado mes de septiembre a la ONG Accem la reubicación de las personas llegadas desde allí en otras provincias. Es en este contexto en el que Accem Burgos lleva algo más de dos meses atendiendo a esta emergencia y en todo ese tiempo han pasado por sus dispositivos un total de 92 personas, todas varones y mayores de edad, procedentes principalmente de países del Sahel como Senegal, Mali y Burkina Faso pero también de Ghana y Guinea Conackri.

«El sistema de acogida español es mixto y flexible. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones es quien deriva y planifica los traslados y coordina las plazas disponibles. Desde aquí, nosotros nos dedicamos a la atención a la emergencia humanitaria y a brindar una acogida digna y de calidad desde la intervención social interdisciplinar de equipos profesionales que dan cobertura legal a las necesidades de las personas acogidas. Se trata de un proceso dinámico en el que hay personas que llegan y otras que salen», explica Olga Aguilar, coordinadora en Burgos de la entidad, que recuerda que, además del colectivo africano siguen trabajando con víctimas de otros conflictos y crisis como los de Ucrania, Siria o Afganistán.

Uno de los últimos grupos llegados de Canarias es atendido por los técnicos de Accem.Uno de los últimos grupos llegados de Canarias es atendido por los técnicos de Accem. - Foto: Valdivielso

En Canarias, Accem tiene tres centros de respuesta a las emergencias humanitarias, dos en Tenerife (Las Raíces y Las Canteras) y uno en Lanzarote (Montaña Mina), que este año se han visto desbordados, por lo que se ha procedido al traslado de los migrantes a otras provincias. Aguilar cuenta cómo es ese proceso: «Los jóvenes llegan en avión a Madrid y en Barajas les recibe un dispositivo de nuestra entidad, que les dirige a los diferentes puntos de acogida. A Burgos son trasladados en autobús hasta las plazas que nosotros tenemos preparadas y aquí les reciben nuestros profesionales». La inmensa mayoría llegan en perfecto estado de salud, solo tres de ellos necesitaron acudir al servicio de Urgencias del HUBU, y la atención que recibieron fue, según Olga Aguilar, «exquisita y llena de humanidad», por lo que se muestra muy agradecida.

A partir de su llegada, un equipo de atención humanitaria compuesto por tres trabajadores sociales, un educador social y seis voluntarios hacen un diagnóstico social en función de las circunstancias individuales de cada uno: si pueden ser solicitantes de protección internacional o no, si tienen redes sociales o familiares bien en España o en otros países europeos... y enseguida se les incorpora a los talleres organizados para ubicarles en el contexto social, cultural y legal al que han llegado. 

Lugar de paso. «Para la mayoría de estos jóvenes, Burgos suele ser un lugar de tránsito porque tienen familia o amigos en otras partes o porque en su proyecto migratorio no han previsto quedarse aquí, pero hay otros casos que sí lo hacen». Un ejemplo de esto último es Elimane Camara, que ahora tiene 23 años y acaba de empezar a trabajar en una empresa burgalesa. Hace un año y siete meses vivió la experiencia de trasladarse desde la región de Senoba, en Senegal, hasta Marruecos y de ahí a Canarias en una travesía peligrosísima en una insegura barcaza. «Cuando llegamos, dos de las personas que venían conmigo habían muerto», cuenta en su más que aceptable español, que ya empezó a aprender viendo canales en castellano en su lugar de origen. Pero no quiere dar más detalles. Les pasa a muchos de estos jóvenes: en el larguísimo trayecto se encuentran con mafias y con delincuentes que se aprovechan de su vulnerabilidad y las historias que les suceden no son precisamente alegres ni para recordar.

Ahora y aquí, Elimane está felicísimo. Recuerda con mucha emoción la noche que llegó a la casa en la que Accem le había preparado: «Tenía mucha hambre y comí un pollo con patatas buenísimo y luego dormí muy bien en una cama», cuenta con una sonrisa de oreja a oreja. Sus planes pasan por seguir aprendiendo español y trabajar para mandar dinero a su familia que, según cuenta, vive en la extrema pobreza: «También me gustaría ganar dinero y volver a mi país a crear allí una empresa».

Este chaval es muy cumplidor y una persona «esencialmente buena con la que ha sido muy fácil trabajar», afirma Olga Aguilar, quien reflexiona sobre la necesidad de ponerse, como sociedad, en el lugar de quienes llegan huyendo de una situación insoportable: «Desde Accem hemos reclamado siempre vías legales y seguras para las personas migrantes con el objetivo de evitar el elevado número de fallecimientos y el lucro de mafias que se aprovechan de este drama». Por otro lado, explica que la sociedad burgalesa está demostrando su solidaridad y altura de miras: «No hemos tenido nunca un problema allí donde se ubican nuestros pisos. La gente no se deja llevar por algunos discursos que rayan la xenofobia». 

Siempre que puede, Elimane llama a su madre por teléfono: «Ella y mi padre están muy contentos de que esté aquí y siempre me mandan bendiciones». ¿Quién expondría a un hijo veinteañero a la incertidumbre de ese viaje plagado de peligros?, se pregunta Olga Aguilar. La poeta anglo-somalí Warsan Shire lo contestó hace años en estos duros versos: «Tienes que entenderlo, nadie pone a su hijo en un barco salvo que el agua sea más segura que la tierra».