La osadía de los pioneros

I.L.H. / Burgos
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José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell relatan en 'Homo antecessor' el desafío y las anécdotas que han rodeado al hito científico que supone descubrir una nueva especie

El libro de José María Bermúdez de Castro (i) y Eudald Carbonell acaba de salir a la venta y en Burgos lo presentarán el 5 de diciembre, en el MEH. - Foto: Alberto Rodrigo

La memoria se desvanece deprisa y los recuerdos o el boca a boca pueden tergiversar o edulcorar la realidad. En la defensa de Homo antecessor como nueva especie hubo muchos obstáculos que conviene recordar porque el Equipo de Atapuerca, tan vanagloriado y respetado hoy, nunca lo ha tenido fácil. Ese es la razón por la que José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell han querido reunir y narrar en primera persona todo lo que ocurrió entre el descubrimiento de los fósiles de Gran Dolina en 1994, la defensa de la nueva especie en el artículo de 1997 y la publicación en 2021 del hallazgo de las proteínas, con la que se zanjó el debate sobre Antecessor. «Hoy lo podemos decir sin ninguna duda. En su momento fue una osadía por venir de donde venía», afirma Bermúdez de Castro. «Era un desafío global. Habíamos planteado un problema universal sobre la evolución humana en Europa y tuvimos que romper el estigma que existía sobre la ciencia española», añade Carbonell.

En Homo antecessor. El nacimiento de una nueva especie (Editorial Crítica) los codirectores cuentan cómo el querer ser los pioneros en el paradigma de la primera colonización del continente europeo les hizo avanzar, encontrando un revulsivo en los hallazgos en el yacimiento británico de Boxgrove. «Al ver la publicación aceleremos el sondeo en Gran Dolina, donde en 1990 habíamos encontrado industria lítica en el nivel TD4. Eso nos espoleó. Si no lo hubiéramos propiciado, por tiempos de excavación los fósiles de Homo antecessor se habrían descubierto ahora -que es cuando hemos alcanzado el nivel TD6- 30 años después, justo cuando nos estamos jubilando», recuerdan.

Luego llegó el debate internacional, con los dos investigadores recorriendo el mundo para defender su propuesta: «No hubo ninguna reacción en contra en forma de artículo, solo fueron opiniones. Pero precisamente porque nuestros colegas nos criticaban, crecimos en lugar de morir de éxito».

Antes de enfrentarse a sus colegas, tuvieron que lidiar con los políticos. El problema de comunicación que hubo en 1994 a la hora de presentar los fósiles a la prensa supuso que el Gobierno regional les vetara durante algunos años. «A los de Atapuerca, ni agua», les decían. Aún así no han querido, y podrían, hacer carnaza. «Fue una circunstancia más, pero el proceso no se entiende sin ello».

Tampoco fue fácil exponer el tema del canibalismo, algo tabú entonces: «Lo discutimos mucho. Se veía muy bien en los restos, pero nos daba un poco de aprensión y no nos atrevíamos. Una vez publicado defendimos la postura y la gente lo ha aceptado. Ahora pensamos que el canibalismo puede ser más antiguo que el que aparece en Gran Dolina, pero necesitamos pruebas».

En el libro ambos científicos ordenan sus recuerdos, comparten anécdotas, cuentan el progreso del proyecto y relatan todo lo que rodea al «atrevimiento» de nombrar una nueva especie, algo impensable desde 1964, cuando se nombró a Homo habilis. El libro ya está a la venta y lo presentan el 5 de diciembre en el MEH.