Pasión y olvido de Domínguez Berrueta

RODRIGO PÉREZ BARREDO / Burgos
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Cada vez son más las voces que exigen que Burgos salde su deuda con el innovador e influyente pedagogo salmantino pero burgalés de adopción. Martín Domínguez Berrueta fue mucho más que el hombre que trajo a Federico García Lorca a esta tierra

Retrato de Berrueta. / Del libro ‘Martín domínguez berrueta: luz en la sombra’.

Mucho antes de que Ian Gibson, biógrafo de Federico García Lorca y de Antonio Machado, afeara a la ciudad de Burgos que no tenga en su callejero una vía o espacio público dedicado a Martín Domínguez Berrueta, ya había puesto el grito en el cielo ante tamaña injusticia, reclamándolo en más de una ocasión, la escritora y académica de la Fernán González María Jesús Jabato. No es para menos: a aquel intelectual salmantino de nacimiento, pero burgalés de adopción hay que agradecerle cuestiones tan importantes como que fuera él quien trajera a Burgos al universal granadino que se hizo poeta aquí; no en vano, fue en este periódico que tiene entre las manos, lector, el que dio luz a sus primeros textos literarios, germen del que sería su primer poemario. Casi nada. Pero fue mucho más. «Soñador confeso -a los soñadores se nos reconocen muchas licencias, como a los poetas, escribió-, hizo de su vida actividad constante con la que trascendió a la sociedad de su tiempo, influyendo en ella notablemente y propiciando el cambio de comportamientos sociales y académicos», escribió Jabato en su libro Martín Domínguez Berrueta: luz en la sombra, monografía editada por la Institución Fernán González en el año 2014.

Aunque se le relaciona indefectiblemente con Lorca, el más relevante de sus  alumnos de la cátedra de Teoría de la Literatura y de las Artes de la Universidad de  Granada, este docente adscrito intelectualmente a la Institución Libre de Enseñanza «no fue el profesor a la sombra del poeta; de fuerte personalidad, dotado de una mente lúcida, capaz de avanzar en los métodos de enseñanza universitaria en un ambiente dominado por la resistencia al cambio, ejerció un claro liderazgo pedagógico y abanderó ideas de renovación hasta su muerte, ocurrida prematuramente cuando contaba 51 años de edad», explica Jabato. 

Fue notable su contribución a la mejora de las condiciones materiales y morales de la sociedad  salmantina a través de su labor periodística en El Lábaro, del que fue director. «Utilizó la plataforma de la prensa para cambiar mentalidades y comportamientos: impulsó en Salamanca proyectos a favor de la mejora de las condiciones de salubridad pública, contribuyó a la mejora de los intereses materiales y morales, defendió la internacionalización universitaria mediante su apoyo decidido a la Universidad Hispano-Americana y trabajó por la ejecución de las obras del ferrocarril Ávila-Salamanca». 

También desde este rotativo «combatió a Miguel de Unamuno entendiéndolo inadecuado para el cargo de rector de la Universidad de Salamanca por su acreditado anticlericalismo, promovió una candidatura apolítica para el Ayuntamiento de su ciudad natal y defendió a ultranza sus ideas de separación Iglesia-Estado, lo cual le llevó a cesar en la dirección del periódico». En el ámbito universitario, subraya Jabato en su obra monográfica, fue profesor auxiliar de Letras en la universidad salmantina y catedrático de Teoría de la Literatura y de las Artes de la Universidad de Granada, donde ejerció su liderazgo pedagógico. Organizó viajes académicos con sus alumnos, que tuvieron gran importancia pedagógica, fue decisivo en la vocación literaria y estética de García Lorca. Sus enseñanzas «directas, sensibles y participativas influenciaron la vocación de los alumnos», siendo el ejemplo irrefutable y universalmente reconocido de esta afirmación el despertar a la literatura del autor del Romancero gitano o La casa de Bernarda Alba. Asimismo, propugnó la reforma universitaria a través de las ideas vertidas en sus conferencias sobre Renovación Universitaria, pronunciadas en Burgos en 1910. También en Burgos desarrolló una importante labor de extensión universitaria, participando en los cursos de la Union des Étudiants Français en Espagne. 

Amor por Burgos. La relación de este pedagogo con Burgos fue tan estrecha como especial. «Enamorado» de ella, como dice la autora -y sintiendo especial devocación por la Catedral, de la que llegó a escribir: el Vaticano es una choza si se le compara con la Catedral de Burgos- «su incansable labor de publicista y mantenedor cultural y su convencimiento de la bondad de la extensión universitaria y de la necesidad de la educación y la enseñanza, le llevaron a pronunciar innumerables conferencias y a promover junto a otros profesores y al catedrático de la Universidad de Tolouse, Ernest Merimeé, los cursos de verano hispano-franceses, contribuyendo con esta actividad a elevar el tono académico y cultural de la sociedad burgalesa de la época». El vínculo y compromiso de Berrueta con la capital castellana fue aún más estrecho. Destaca Jabato que la escasa producción literaria del pedagogo se publicó en su mayoría en Burgos, en la editorial Hijos de Santiago Rodríguez, a la sazón una de las casas más prestigiosas de su tiempo. Sus libros fueron de lectura recomendada en escuelas e institutos, «y con lucidez abrió la senda a las ediciones adaptadas de las grandes obras, como El Quijote, de forma que propició su acercamiento a todo lector». Además, a través de la literatura y mediante sus tituladas 'Crónicas burgalesas' «trazó un retrato de la sociedad de la época, de sus defectos y virtudes».

El propio Antonio Machado escribió de él que era «un maestro que consagró toda su alma a la enseñanza». Para María Jesús Jabato, Berrueta fue una figura «con luz propia, generoso en la educación y promoción de sus discípulos, de personalidad fuerte y altísimas cualidades humanas, influyente en la sociedad de la época, dotado de una mente lúcida, capaz de avanzar en los métodos de enseñanza universitaria en un ambiente dominado por la resistencia al cambio, abanderado de ideas de renovación de la vida universitaria únicamente justificada por el aprendizaje, educador vocacional que se dio por entero a la causa de la enseñanza, activo periodista, fiel a su ideario, publicista de la cultura e impulsor de iniciativas académicas y culturales novedosas, sembrador de ideas reformistas e incansable promotor de proyectos y actividades en beneficio de los intereses materiales y morales de sus ciudades natal y de adopción; Domínguez Berrueta fue, en definitiva, remedando la famosa frase de Unamuno, padre del porvenir en lugar de hijo del pasado». Está pidiendo Berrueta a voces una calle, una plaza, un jardín.