40 años con la Chistera Negra

G.G.U. / Burgos
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La mítica banda burgalesa celebra esta noche en el Flor de Escocia sus cuatro décadas en activo por amor al jazz. Mantienen amistad, alegría y gancho para atraer nuevos músicos

Los integrantes de la Chistera Negra, en una de sus fotos antiguas.

No fue al último ensayo, pero Marcelo Pérez, el trombón de La Chistera Negra, es el responsable de que la mítica banda celebre hoy 40 años. «Se le ocurrió a él, tuvo la idea de hacer algo relacionado con el jazz y empezó a buscar gente», recordaba esta semana José Ramón Díez, alias Moncho, quien fue el primero en incorporarse al grupo. «A mí me encontró en un espectáculo de teatro. En un momento dado tocaba la corneta, Marcelo me vio y pensó que podía servir», explica Moncho, que ahora toca el helicón, mientras el resto escucha y puntualiza: «La Chistera nació en la calle, con gente que Marcelo conocía de espectáculos y de la movida que había en los ochenta».

En ese Burgos que empezaba a quitarse la caspa de la dictadura irrumpió un grupo de jóvenes a los que unía el amor por la música en general y por el jazz y la improvisación en particular y, según recuerdan ahora entre risas, también el gusto por la jarana. Todo ello quedó claro en las Navidades de 1983, cuando decidieron darse a conocer con uno de sus característicos paseos por el casco histórico. Eligieron el 28 de diciembre para su debut y de ahí que, después, haya sido la fecha en la que han celebrado siempre su aniversario.

De los fundadores solo permanecen en el grupo Marcelo y Moncho, pero enseguida incorporaron a otros músicos como Ramón Peña, trompeta, quien todavía se ríe de sus primeros Carnavales con La Chistera, en 1984. «Fuimos repartiendo vino en un coche lleno de globos. Nos metimos por el Espolón y por el centro sin permiso ni nada. Teníamos mucha jeta, pero es que eran otros tiempos», matiza.

En estos cuarenta años han acumulado cientos de anécdotas y se cuentan por decenas las personas que han pasado por el grupo. «La formación siempre ha estado compuesta por siete u ocho personas, pero a lo largo de los años han pasado la tira. Porque igual venía un trombonista de no sé donde que se quedaba dos años en Burgos y tocaba, otro que hacía la mili, un futbolista que tocaba el saxo, otro que tocaba la dulzaina... Siempre hemos sido una formación abierta», añade Esteban Arrabal, saxo alto. De hecho, todos apuntan que entre los integrantes ha habido hasta un sin techo irlandés, «el Dogi, que iba de ciudad en ciudad andando y estuvo un tiempo con nosotros».

Muy al principio ensayaban en casa del fundador, Marcelo; después subieron a la campa del Castillo y, ya, una vez presentada la banda en sociedad, contaron con el apoyo del Ayuntamiento y de la Diputación; las administraciones que siempre han facilitado los locales en los que se juntan cada semana para disfrutar de lo que les gusta. Ahora, por ejemplo, en el salón de actos del centro cultural de la Barriada de Los Ríos. «Estamos muy agradecidos al Ayuntamiento y a la Diputación», destaca Fernando Díez, alias Tatín, al frente de la percusión, para subrayar de inmediato que, sin embargo, nunca han recibido subvenciones. Y tampoco han tenido representante. «En La Chistera hay profesionales, pero no somos profesionales. Y un mánager implica que te tienes que vender; es decir, te busca actuaciones, pero igual no son a tu gusto ni en el sitio que quieres», aclara Moncho.

La ausencia de interés económico es, coinciden, una de las claves de que esta noche vayan a celebrar por todo lo alto en el Flor de Escocia (Laín Calvo, a partir de las 21.30 horas) cuatro décadas en activo. «Pero, sobre todo, nos une el gusto por el estilo de música que hacemos», dice Moncho, sin necesidad de mencionar sus blues, sus marching songs, los ragtime... «La Chistera se ha convertido en un grupo de amigos, más que una formación musical», tercia Eugenio Núñez, que es el saxo tenor.

En este grupo, que completan Ángel Vadillo (banjo), Marga Ruiz (voz) e Íñigo Martínez (clarinete), siempre hay espacio para nuevas incorporaciones. La última, el trompetista primero César Loza, que llegó como los demás: de la calle. Y no es metafórico: Loza pasó todo el verano tocando en el puente de Santa María. Lo vieron y lo ficharon. «Es un 'maquinón'», dice de Loza Marga Ruiz, antes de que Núñez puntualice que el recién llegado incluye en su currículo haber acompañado a Celia Cruz. Él se quita importancia, mientras asegura que se siente «muy feliz al conocerlos, hay química aquí». Tanta, que ha durado 40 años.