Ana y Sara viven en el entorno de Miranda de Ebro y nadie sabía de su existencia hasta hace 15 días. Blanquita, Domingo, Moliner y Peio son más veteranos, se conocieron hace unos pocos meses o años, pero son igualmente importantes. Sus nombres, sus medidas, sus movimientos y hasta su estado de salud están controlados por el servicio de Medio Ambiente de la Junta de Castilla yLeón. Son visones europeos que habitan el territorio de la provincia y se consideran una joya ecológica que debemos preservar.
El equivalente al lince ibérico o al oso pardo de nuestros ecosistemas fluviales es una especie en grave peligro de extinción que merece el esfuerzo económico público. Esta misma semana ha sido objeto de una campaña de mecenazgo por parte de ocho organizaciones ambientales y sociales, y hace tiempo que ha encontrado en el noreste burgalés un hábitat de reconquista.
Poco a poco empieza a regresar a este territorio tras casi haber desaparecido, y con lentitud pero con constancia va ganando espacio hacia el sur y el oeste, llegando incluso a pocos kilómetros de la capital. «Burgos es el bastión occidental mundial del visón europeo», defiende Consuelo Temiño, jefa de la Sección de Espacios Naturales y Especies Protegidas del Servicio Territorial de Medio Ambiente, y ese carácter de frontera convierte a su territorio en clave para ganar la batalla contra una posible pérdida.
Su conservación ha motivado la creación de proyectos específicos de conservación como el LIFE europeo entre 2001 y 2004, y es una prioridad para la administración regional y sus técnicos. Pero para protegerlo es preciso poner coto a su principal amenaza: su ‘primo’ el visón americano.
Ambos son mustélidos, pero el europeo es especie autóctona y el americano invasora. Este último está fuera de su hábitat, es más agresivo y en nuestras tierras no solo es capaz de acabar con el otro visón, sino también con patos, pesca, el desmán o las ratas de agua. Es insaciable, capaz de matar hasta gallinas cuando se cuela en granjas, como ocurrió, por ejemplo, en el pueblo de Villaldemiro, y el control de su población (la erradicación parece imposible) es todo un reto para los servicios medioambientales.
En Burgos, en la década de los 90, el escape masivo de una granja peletera en las inmediaciones de Lerma provocó la colonización de los ríos de la franja central de la provincia. Desde entonces el Arlanzón, el Arlanza y el Pisuerga, alimentados además por otros visones americanos procedentes del sur a través de Valladolid o Palencia, se vieron invadidos por cientos de ejemplares con una gran capacidad de reproducción, que encuentran en los ríos y arroyos del entorno un paraíso con comida suficiente y sin depredadores mayores que ellos que los amenacen. Serían los reyes, o más bien los tiranos de nuestras aguas, si no fuera porque el ser humano pelea contra ellos.
Desde el año 2002 (cuando empezó el programa de control de población sistematizado) hasta esta misma semana 2.050 visones americanos han sido capturados en la provincia de Burgos. La cifra supone el 70% de la estadística de Castilla yLeón y el 35% de toda España, y es el fruto de un gran esfuerzo que moviliza a 70 personas entre los meses de octubre y marzo, respetando la temporada de pesca y el verano. Son cientos de horas de trabajo y miles de kilómetros recorridos por una cadena de trabajo en la que los que los agentes medioambientales son el eslabón fundamental.
Marino Saiz y Juan Ramón Rovira son dos de ellos, a los que acompañamos una mañana de rutina. Ellos se encargan del trampeo por tramos y revisan cada jornada las trampas que han dejado colocadas el día anterior. Una jaula algo mayor que el animal con un trozo de pescado o de pollo al fondo, y oculta entre la maleza de la orilla basta para atraer a la presa y capturarla. Su propia agresividad le lleva a pelear contra el enrejado, a enfrentarse incluso a los agentes cuando llegan para desatar la trampa y llevárselos. Se defienden como gatos peleones, bufando, emitiendo un fuerte olor y dejando claro que pese a su aspecto tierno es su carácter (y sus colmillos afilados como agujas, y su sorprendente rapidez de movimientos) el que les permite ser los amos de la fauna de ribera.
Las jaulas están camufladas a la vera de los ríos, y no solo para atraer mejor a sus víctimas. También para defenderse de otros ‘depredadores’, los humanos, que incomprensiblemente sustraen o dañan las trampas cuando las descubren. Por eso los agentes prefieren no facilitar el lugar exacto de sus zonas de trabajo o referirse a pueblos y comarcas concretas. Diremos, simplemente, que esta semana trabajaban en el curso medio del Arlanzón.
El día en que acompañamos a Juan Ramón y Marino repasamos una decena de trampas y encontramos en ellas dos visones americanos. Uno estaba ya muerto, posiblemente de un infarto por su propio estrés al verse atrapado (un hecho totalmente inusual y que se ha dado en ocasiones excepcionales). El otro, vivo, volvió con nosotros a la capital para su traslado al Centro de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) situado en Los Guindales. Allí fue sacrificado como todos sus congéneres con un método respetuoso con los animales y supervisado por un veterinario. Se les inyecta un somnífero para permitir la toma de medidas y hacerles un análisis que vigile posibles enfermedades. Luego una dosis mayor acaba con su vida. Y en ese momento, a la espera de ser incinerados, se convierten en una chincheta en el mapa.
Consuelo Temiño nos muestra en un despacho del CRAS y en el pasillo varios mapas literalmente acribillados con distintos colores que marcan las capturas de visón a lo largo de los cursos de los ríos. El Arlanzón se lleva la palma, seguido del Arlanza y el Pisuerga.
Chinchetas pequeñas señalan al americano, y otras más grandes los hallazgos del europeo. De estos últimos se han documentado en los últimos años la existencia de unos 40 individuos, lo que supondría el 10% del total de población estimada en España (se concentran sobre todo en el País Vasco y Navarra, con poblaciones también en La Rioja y Soria).
A las dos especies de mustélidos les separan solo unos kilómetros, los que marca una franja diagonal que atraviesa la provincia y que coincide a grandes rasgos con el cambio de cuenca, del Duero al Ebro. Los visones de uno y otro continente son primos, pero se llevan radicalmente mal hasta el punto de ser incompatibles, y el objetivo es salvaguardar al autóctono. Para que entre los técnicos, veterinarios y guardas medioambientales se sigan cruzando whastapp de felicitaciones y aplausos, cada vez que encuentran a uno de los ‘buenos’ nadando por las riberas burgalesas.