La inclusión como meta de la labor de 45 años

I.M.L. / Aranda
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La asociación Asadema ha pasado de un centro de terapia ocupacional a contar con 90 trabajadores, 20 de ellos con discapacidad, y llegar a atender a 170 usuarios y sus familias de toda la comarca

Zona de costura hoy, modernizada y centrada en ropa laboral. - Foto: Jesús J. Matías

Lo que comenzó como un sueño de una docena de familias de Aranda de Duero es, 45 años después, un proyecto de presente y, sobre todo, con futuro. Hasta 1978, las familias que tenían un hijo con discapacidad intelectual tenían que apañárselas para buscar un lugar donde estuviesen atendidos, pero siempre fuera del entorno arandino. «Había una gente que estaba en determinados puntos, como mi hermano que estaba en Valladolid, y los padres se reunieron para traerlos a todos y que estuviesen juntos, porque había suficiente densidad de gente de Aranda para crear aquí la asociación, pero sobre todo para tener esa cercanía con sus hijos», recuerda Vicente Gómez, que por aquel entonces era hijo de uno de los promotores de Asadema, donde ahora ejerce como presidente de la junta directiva.

Esta suma de fuerzas dio pie a la Asociación de ayuda del deficiente mental de Aranda, Asadema, que pronto empezó a hacerse un hueco en la sociedad ribereña con ese nombre, gracias a acciones para recaudar fondos como las primeras marchas populares, festivales benéficos y hasta corridas de toros. La respuesta social, y la labor de búsqueda de apoyo en las distintas administraciones públicas, ha servido para que esta asociación sea mucho más. «Empezamos con poco y luego fuimos ampliando según las necesidades, se fueron haciendo cosas hasta llegar a todo lo que ofrecemos ahora», apunta Isabel García Escudero, que ha sido su presidenta durante décadas.

Cuando ella llegó al cargo en 1983, Asadema contaba con un centro de ocio y terapia ocupacional y había logrado la cesión del antiguo Albergue de Turismo, donde se había puesto en marcha una pequeña residencia, un comedor y un centro ocupacional. Cuando cedió el testigo a Vicente Gómez, la cartera de servicios ya había sumado el Centro Ocupacional Montecillo, que se ha convertido en centro especial de empleo, dos residencias, tres centros de día, un club de ocio y ocho viviendas tuteladas. Este avance, traducido a personas, refleja el paso de las primeras 12 familias a los actuales 170 usuarios y 90 trabajadores, 20 de ellos con discapacidad, en su mayoría intelectual pero también física o visual.

Carmen observa a su hija Laura realizar lo que mejor se le da, las manualidades.Carmen observa a su hija Laura realizar lo que mejor se le da, las manualidades. - Foto: Jesús J. Matías

Una labor que también tiene su reflejo en la sociedad, porque muchos de los usuarios han logrado salir del ostracismo al que estaban condenados hace cuatro décadas para formar parte del día a día de la ciudad. «Cuando les ves en grupo por la calle, hacen su vida, son gente normal, hay una normalización y se van integrando como ciudadanos de pleno derecho, los conoce todo el mundo», confirma Vicente Gómez una percepción que se constata en la calle. 

Un gran paso fue la creación de los pisos tutelados, donde los chicos y chicas ganan en autonomía, aunque las primeras experiencias costaron incluso dentro de este colectivo. «No sabíamos qué iban a pensar los padres, si iban a confiar en que estuviesen atendidos en los pisos aunque tuviesen esa libertad, costó un poco, pero se demostró que los chicos son autónomos», resalta Isabel García Escudero, que fue viendo bajo su presidencia cómo aumentaban los recursos, hasta el punto de construirse y ponerse en marcha la residencia de personas mayores.

En el plano empresarial, el centro especial de empleo Estucherías del Duero está especializado en estuches de madera para productos agroalimentarios, con un volumen anual de producción de 300.000, en su mayoría para bodegas «incluso de fuera de la Ribera del Duero», puntualiza Miriam Martínez, que ejerce su labor de gerente tras la jubilación de Roberto Tapia y Elvira García en 2021. Al área de marquetería se suma también el taller de costura, donde se elabora vestuario laboral principalmente.

Los talleres ocupacionales se adaptan a las capacidades de los usuarios y muchas de sus actividades, a la época del año para crear detalles decorativos y regalos.Los talleres ocupacionales se adaptan a las capacidades de los usuarios y muchas de sus actividades, a la época del año para crear detalles decorativos y regalos. - Foto: Jesús J. Matías

Además de ofrecer a los usuarios todo tipo de terapias, tanto ocupacionales como físicas, ocio, autonomía y hasta un trabajo según sus necesidades, el avance de Asadema ha sido «un ciclo vital», como lo califica Miriam Martínez, que ha ido paralelo a las necesidades de estas personas. Por eso, el último salto de calidad en las prestaciones fue la puesta en marcha de la Residencia Río Duero hace ahora 14 años, que ya se está quedando pequeña. «Tenemos un problema tremendo porque de más de 65 años cada vez tenemos más y nuestro centro es insuficiente», reconoce Vicente Gómez.

Esa es una de las líneas de trabajo pensando en el futuro de usuarios y familias, pero no dejan de pensar en otras etapas vitales. «La discapacidad es desde su nacimiento hasta el final de sus días», remarca Miriam Martínez para subrayar el reto al que se enfrenta Asadema ahora. «Estamos pensando en una cobertura también para la población infantil», especifica Vicente Gómez la línea de trabajo en la que van a volcarse de cara a los próximos años. Siempre con el objetivo de la plena inclusión de estos chicos en la sociedad.

Mari Carmen Montero | Madre de Laura González, usuaria de Asadema

«Está orgullosa, no quiere faltar porque ella tiene que trabajar»

La labor de Asadema va mucho más allá de las cifras y los servicios que ofrece. Todos los recursos se vuelcan en mejorar la vida de las personas con discapacidad intelectual y sus familias. En la visita al centro especial de empleo ubicado en el polígono Allendeduero conocemos a Mari Carmen Montero y a su hija, Laura González. La relación de esta familia con Asadema se remonta a 22 años atrás. «Cuando mi hija acabó en el colegio de educación especial Fuenteminaya, te planteas ir a un centro ocupacional u otras alternativas. Decidimos venir aquí porque iba a estar mejor, más integrada y con gente que la iba a atender», explica Carmen lo que les hizo sumarse a Asadema, donde ella también es miembro de la junta directiva.

De momento, Laura vive con sus padres, aunque ya tiene 43 años, pero Carmen sabe que, el día de mañana, cuando lo necesite, están a su disposición recursos como los pisos tutelados o la residencia. En el día a día, su hija acude a sus actividades y lo hace muy motivada. «Le gusta trabajar, aunque ahora está más limitada por su enfermedad. Aquí está encantada, superrealizada, orgullosa de su trabajo, no quiere faltar nunca porque tiene que trabajar», nos transmite Carmen la responsabilidad de Laura hacia sus obligaciones. «Eso para la familia, el que venga a un sitio a gusto y contenta, lo es todo», resume lo que supone para ella que Laura disfrute con su vida.

Además, por su experiencia, Carmen confía en que la inclusión sea algo más que una palabra o un deseo, porque una sociedad se compone de la diversidad de todos sus integrantes, dejando de lado la connotación negativa que pueda tener la discapacidad en algunos contextos. «Limitaciones ninguna porque todos pueden hacer todo, unos valemos para una cosa y otros para otra, ella pinta muy bien, cosa que yo no sé hacer», pone como ejemplo Carmen el hecho de que la suma de capacidades es lo que conforma una sociedad igualitaria, en la que todos puedan encontrar su lugar.

Mientras charlamos, Laura está concentrada en crear decoraciones de papel para Halloween con sus compañeros del taller ocupacional, pero hace un alto en su labor para saludar con una amplia sonrisa.