Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Serena noche del alma

12/07/2023

Si algo tengo que reprochar a los buenos profesores de Literatura que a lo largo de mis estudios me transmitieron su amor por Federico García Lorca, su sensibilidad hacia su poesía y su teatro, esto es no haber aludido nunca en sus clases a la condición sexual del autor, tan profundamente español y andaluz, como les gustaba insistir en sus análisis de texto, como homosexual. 

Obviar esta información, seguramente tabú para los docentes aún en los años ochenta y noventa, que no descubrí ni siquiera durante un curso de verano sobre su figura al que asistí siendo ya universitaria, no solo me hubiera sido de gran utilidad para comprender mejor su obra, sino que también nos habría ayudado a muchos de los alumnos que admirábamos a Lorca en un momento vital en el que andábamos descubriendo quiénes éramos y ensayando quiénes seríamos.

Fue cuando comenzó a celebrarse tímidamente el Día del Orgullo Gay en el Burgos de final de siglo, cuando, realizando una entrevista, un miembro del incipiente colectivo LGTBI me dijo que Lorca había muerto asesinado de tres tiros, «uno de ellos en el culo -sentenció haciendo una ligera pausa- por maricón». No he olvidado jamás el tono de aquella frase ni a quien la pronunció, porque me di cuenta de que creyendo saber mucho de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, en realidad nada sabía: Llena pues de palabras mi locura/ o déjame vivir en mi serena/ noche del alma para siempre oscura.

Ni cien años han transcurrido aún de la muerte del poeta, ni cincuenta de su resurrección como referente intelectual español, cuando ya hay quienes, por motivos puramente ideológicos, quieren regresar a esas clases de instituto en las que hablar de homosexualidad vuelva a ser un problema. Por fortuna, y a diferencia de entonces, García Lorca, sus textos, su vida y su asesinato son tan universales que ni siquiera el agujero negro de la intolerancia podría oscurecerlos. Sus muslos se me escapaban/ como peces sorprendidos,/ la mitad llenos de lumbre,/ la mitad llenos de frío./ Aquella noche corrí/ el mejor de los caminos,/ montado en potra de nácar/ sin bridas y sin estribos.