Para tirar a la basura

J.M. / Burgos
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El Centro de Tratamiento de Residuos (CTR) de Cortes sobrevive a la desidia inversora con el riesgo cada vez más presente de que un día se pare. El objetivo es desmantelarlo y alzar una instalación nueva

Basura almacenada en el CTR, una instalación con 23 años de antigüedad pese a que su vida útil en condiciones óptimas era de entre diez y quince años. - Foto: Patricia

Entrar en las instalaciones del Centro de Tratamiento de Residuos (CTR) del Ecoparque de Cortes es como viajar en el tiempo o en el espacio. Como retroceder varias décadas al pasado o como transportarse a un país en vías de desarrollo. Lo anecdótico es que varios roedores de un porte considerable den la bienvenida ya que, aunque su número seguramente exceda lo deseable, en ese hábitat encuentran basura y calor para cubrir sus necesidades vitales. Lo sustancial es que las instalaciones suman ya 23 años, cuando su vida útil, apuntan los expertos, puede rondar entre los diez y los quince años. Cuando no se invierte en su mantenimiento, el resultado es, pese al infatigable esfuerzo de quienes allí trabajan, ineficacia y una infraestructura, en el sentido literal de la palabra, que se cae a pedazos.

Acompañado por el concejal de Medio Ambiente, Carlos Niño, el jefe del servicio y el encargado del centro; Diario de Burgos fue testigo esta semana del penoso estado de un CTR que esta Corporación (también la anterior) quiere desmantelar para levantar allí un nuevo centro en el que será preciso invertir 25 millones de euros.

Ya a simple vista, y únicamente en lo que tiene que ver con la envolvente del edificio principal, llama la atención una instalación con su cubierta y sus fachadas de amianto. Rajadas, desprendidas, agujereadas... Precisamente en el estado en el que este material ya prohibido para nuevas construcciones se hace especialmente peligroso para la salud.

Resulta difícil entre tanto deterioro identificar las carencias más relevantes. Solo a simple vista se aprecia que en la nave donde se realiza el finado (el lugar para hacer la última criba de la materia orgánica) hay colocada una gran malla bajo la cubierta por el temor a que el techo, en algún punto abierto a la intemperie y en otros muchos agujereado, se venga abajo. Sirva como ejemplo que en ese espacio sorprende ver una máquina en la que, para poder realizar una reparación, ya es imposible soldar un gran tubo metálico por el que cae el producto y se ha tenido que optar por un apaño casero (lo define mejor el término coloquial ñapa) en forma de un aislante improvisado para evitar filtraciones.

Pero los problemas más serios no están ni en la envolvente ni unas líneas de trabajo laberínticas (fruto de remiendos a lo largo de los años) sino en unas máquinas que tanto el concejal como los técnicos aseguran que están «obsoletas». Y ya no solo porque no se obtenga de ellas un rendimiento óptimo, sino porque existe el riesgo de que el día menos pensado el CTR, alerta el edil, «se pare» y los desechos de los burgaleses no puedan ser tratados en Cortes. Habría que buscar, llegado ese hipotético caso, una solución de emergencia. Seguramente fuera de Burgos.

Sustos, y de los gordos, ya ha habido en este tiempo ya que ante una avería grave es misión casi imposible encontrar recambios. Algún milagro de ese tipo, por fortuna, ya ha habido y se ha respirado. Se recuerda como una heroicidad el tremendo golpe de suerte que fue hallar una pieza en Toledo para uno de esos equipos considerados como críticos y sin el cual el CTR no funciona.

Los atascos en las máquinas forman parte del día. Se explica fácil en el hecho de que antes podían trabajar durante siete de las ocho horas de un turno y ahora, de media, lo hace cinco y media o, con suerte, seis.

Pese a todo, el verdadero milagro a día de hoy es que el CTR, el lugar al que van los desechos de los burgaleses depositados en los contenedores gris (fracción resto), amarillo (plástico) y marrón (orgánico) funciona y además con unos resultados de reciclaje bastante aceptables para lo que hay. Eso sí, gracias a una ciudadanía con un alto nivel de concienciación (en relación a la media) y a unos profesionales (en este momento de la empresa PreZero) que, víctimas también de la situación, consiguen sacar adelante el trabajo sin los medios adecuados.