«Tenemos que dedicar más tiempo a la pobreza para erradicarla»

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Todas las personas que viven en la calle le conocen, le quieren y tienen su número de móvil. Y muchas de las que están en la cárcel también. En David Alonso, educador social de Cáritas, confluyen fe, vocación y trabajo

David Alonso, el pasado miércoles, 10 de mayo, posa en el futbolín de la Unidad de Mínima Exigencia que Cáritas tiene en su sede de la calle San Francisco. - Foto: Luis López Araico

Llevar prácticamente toda su vida dedicado a los pobres -no tiene reparo en llamar a las cosas por su nombre-, a la gente vive en la calle víctima de adicciones o de enfermedades mentales, y a la que ha dado con sus huesos en la cárcel no le ha borrado nunca la sonrisa de la cara a David Alonso. Más bien al contrario, se la ha agrandado, porque aunque se trata de un pantanoso terreno que la mayoría de la gente sortea sin el más mínimo atisbo de culpa, él está convencido de que es un espacio en el que hay que introducirse hasta el cuello para acompañar a quienes sufren desde la dignidad. Este educador social de Cáritas, en el que confluyen fe, vocación y trabajo, es una auténtica tabla de salvación para quienes no tienen nada y aún se conmueve cuando se le recuerda que su número de teléfono era el único que estaba en el listado del móvil de un hombre que falleció en la Unidad de Mínima Exigencia que la institución católica abre todos los inviernos. 

«Una de las conversaciones más recurrentes con mis compañeros es que tengo que poner más distancia entre mi trabajo y mi vida personal y tienen razón pero no puedo evitarlo y he de decir que nunca he tenido graves problemas por esto», afirma en su despacho a las siete y media de la tarde del pasado miércoles, día 10 de mayo de 2023. Esa jornada comenzó para él a las 8 de la mañana en la cafetería África de la calle Vitoria desayunando con uno de sus protegidos, al que ha apoyado en la cárcel y fuera de ella: «Todos los miércoles quedo con él. Ha empezado a trabajar y está muy contento pero un poco inseguro y mi forma de hacerle seguimiento, en vez de verle en el despacho es tomarme un café con él. Ha sido una buena forma de empezar el día».

Cuando volvía hacia la sede de Cáritas se ha encontrado por la calle con «otro chico» que también conoció y atendió en prisión y con un tercero que pide en el Alimerka de la calle Vitoria, «y ya que estaba allí pues le he invitado a un café». A las nueve menos cuarto ha llegado a su despacho y ya tenía cola: una docena de personas con una docena de historias muy diferentes: «Hoy ha estado todo bien porque ha venido un chico que ya está libre y que ha encontrado un trabajo en el que está muy contento y eso para mí es muy bueno. He atendido también a dos hermanos que están viviendo juntos en una casa y tienen algún problemilla económico, por lo que querían que les diera luz verde para ir al comedor y otro que trabaja pero cobra muy poco y como se le ha roto el coche y le ha descuadrado el presupuesto del mes también quería ir al comedor. También he tenido los seguimientos de gente a la que veo prácticamente a diario». A todos y cada uno les cita con nombre y apellido (que aquí obviamos) porque todos y cada uno y sus circunstancias están siempre en la cabeza de David. 

Su siguiente cita fue una formación sobre cómo proceder en prisión dirigida a un grupo de alumnas en prácticas de Educación Social y Terapia Ocupacional de la Universidad de Burgos: «Cuando se tienen que enfrentar a un ámbito como la cárcel están asustadas, y es lógico, pero enseguida se mojan. Aquí no están de observación o haciendo fotocopias sino que casi desde el primer día ya están haciendo acompañamientos».

Dice que enseguida se nota si hay madera de terapeuta o de educadora en una alumna y como ejemplo, señala a dos de ellas que están en ese momento en su despacho haciendo una suerte de manualidades. Las jóvenes ya terminaron su periodo lectivo pero se han quedado 'enganchadas' como voluntarias y escuchan la charla con David mientras preparan unos disfraces para una reunión que tendrán en Madrid en breve con un equipo técnico de Cáritas España del que también forma parte y cuyo objetivo es que las personas usuarias «tengan su propia voz, que no hablemos por ellas».

A lo largo de esa mañana también tuvo un rato para preparar la próxima llegada a León y Zaragoza de la exposición sobre la gente de la calle que tanto éxito tuvo en Burgos la Navidad pasada y que en Valladolid y Salamanca también ha tenido miles de visitantes: «Creo que está surtiendo en la gente el efecto que buscábamos. Son muy interesantes los mensajes que nos dejan  gente que no conoce la realidad de la pobreza. Yo vivo en un mundo en el que la pobreza es el día a día pero para la mayoría no existe, están a otras cosas y no percibe la realidad que tenemos alrededor y que, por desgracia, cada vez es más grande». 

Miedo e ideas erróneas. Esto no quiere decir que no tenga cerca también a gente que vive muy bien en lo económico: «Lo tengo muy cerca y casi duele más porque las visiones son muy diferentes. Cuando hablo de mi trabajo con personas que no lo viven y que tienen miedo a los pobres -en general no hay asco o repelús pero sí miedo a los pobres- es increíble la cantidad de ideas erróneas que se tienen. Una pregunta muy común que me hacen las alumnas en prácticas es si los internos en prisión van con uniforme. También piensan que todos los adictos son el Vaquilla pero esta tarde he atendido a un chico con un problema muy grave de adicción pero que por su aspecto muy normal nadie lo diría». 

Los lujos. Se ríe a carcajadas cuando se le pregunta si nunca se da un lujo: «Bueno, tuve que comprarme un móvil que me costó mucho porque el otro se me rompió, pero lo hice con mucha culpa y aprovechando un black friday y también le estoy dando muchas vueltas a si cojo o no entradas para ver a Sabina en Madrid, que son carísimas». No se siente a gusto cuando en su tiempo libre y con amigos acude a un restaurante demasiado lujoso para sus estándares, hace la cuenta mental de cuánta gente comería todo un mes con lo que otros se gastan en un reloj o en un bolso y se escandaliza de que se cobren 400 euros por dormir una noche en un hotel. 

«Esto no me cabrea -añade- pero sí me hace pensar en qué tipo de sociedad es esta, que va muy deprisa para muchas cosas y muy lenta para las relaciones entre las personas, sobre todo con las más pobres, a las que no queremos ver porque si las vemos nos cuestionan nuestros valores y nos obligan a buscar soluciones como, por ejemplo, al déficit de vivienda social que hay en Burgos, que es uno de los grandes problemas de la ciudad. Y digo vivienda social y no vivienda pública, que no es lo mismo, la social es a la que deberían tener derecho todas las personas para tener una vida digna y cubrir sus necesidades básicas, la pública es aquella para la que recibes una ayuda».

El miércoles 10 de mayo David Alonso también le dio un repaso a la preparación de un campo de trabajo en la cárcel dirigido a jóvenes voluntarios que está organizando Cáritas para el mes que viene, comió con las personas que viven en el piso que la entidad tiene para quienes salen de la cárcel y por la tarde volvió a la sede de San Francisco a atender el servicio de acogida del albergue: «Solo he podido dar sitio a dos personas, la lista de espera que tenemos ahora nos causa mucha impotencia y desazón».

Después de casi veinte años dedicado a los que no tienen nada cree que la pobreza se puede resolver, «no que se quiera resolver»: «En una ciudad como Burgos se podría erradicar si quisiéramos. Esto no quiere decir que los políticos no quieran, porque aquí hacen un trabajo encomiable desde el Ayuntamiento y la Junta, que no es por ser pelota pero las cosas se hacen ahora muchísimo mejor que hace 15 años. Se puede erradicar la pobreza si le dedicamos más tiempo y recursos y nos centramos en saber que aquí hay un elevado porcentaje de la población de toda la provincia que está en una mala situación, de pasarlas muy mal para llegar a fin de mes o directamente de pobreza. Yo calculo que una de cada tres está en situación de exclusión y aquí incluyo no solo a la gente con problemas estrictamente económicos sino de adicciones o enfermedad mental, por ejemplo, circunstancias que afectan a toda la familia. Tenemos que apostar porque nadie se quede atrás pero no solo las instituciones sino cada uno de nosotros y quizás no perder el tiempo en señalar a los ricos porque... ¿para qué?».

La lista de espera que tenemos ahora nos causa mucha impotencia y desazón»

En el discurso de David Alonso pesan mucho las experiencias de juventud con las religiosas que atendían a los inmigrantes en los campos de fresa de Andalucía y en Vallecas y Entrevías, en Madrid. Y, sobre todo su fe: «Ver la realidad de frente me hizo reflexionar y por eso, una buena parte de lo que soy y lo que hago se lo debo a la fe: la espiritualidad hay que vivirla con la gente, no en los altares». ¿Alguna vez descansa? Por supuesto, el poco tiempo que tiene lo dedica a su familia, a pasear, a implicarse en política -va en la lista de Vía Burgalesa- y a cerrar los últimos detalles de su primer libro, una novela negra que se ha lanzado a escribir centrada, claro está, en el mundo de la pobreza y de los invisibles.