Alba Olmos ondea el valor de la diferencia en Rostros y rasgos, la exposición de retratos que cuelga en la Biblioteca Pública (San Juan) hasta el 17 de mayo. La ilustradora y diseñadora burgalesa reivindica la importancia del artista de carne y hueso, la persona humana, frente a la máquina, una hacedora al alza gracias al ChatGPT. ¿Hasta qué punto la inteligencia artificial desmitifica la valía de los artistas? ¿Dónde queda el tiempo invertido y la creatividad humana expuesta ante un ordenador? Son las preguntas que propone a través de una colección de 17 piezas dobles, una con el resultado final y otra que desvela el proceso seguido, completada con un vídeo que recoge el desarrollo de cuatro.
«La inteligencia artificial nos está comiendo el terreno completamente, en todos los ámbitos, pero más en el artístico. Al final, si se crea una imagen a partir de una frase, ¿dónde queda la valía de los artistas, y más de los que estamos empezando? Cada vez hay menos trabajo porque una máquina te lo hace más rápido y por menos dinero. El avance de la tecnología desprestigia el trabajo de las personas cuando ambas podrían convivir. Puede ser una herramienta, pero no un sustituto», plantea la creadora en medio de su primera muestra individual, realizada, precisamente, con la tecnología como aliada ya que utiliza el Adobe Illustrator, un instrumento que trabaja por capas y para el que advierte esencial su formación clásica en trabajo anatómico y de luces y sombras. «Por mucho que te ayude la interfaz, tienes que saber de dónde se parte y cómo se traza. Es mejor entender de dónde proviene para saber dónde va», anota.
El dibujo forma parte de la vida de Alba Olmos (Burgos, 2001) desde siempre. A los siete años entró en una academia. Pronto empezó a fijarse en los retratos, seducida por las miradas y las expresiones. Los hacía en pastel, acrílico, óleo. Sus pasos tomaban una dirección clara. Cursó Bachillerato de Artes y un grado de Artes Digitales en Madrid. Los últimos años de carrera trabajó en dos colegios. Durante su experiencia con chavales empezaron a aflorar estas cuestiones, que se acentuaron con el auge del ChatGPT. Al mismo tiempo, como vía de escape, inició esta serie de retratos, que se erigen como una metáfora perfecta de este valor de la diferencia.
Rostros y rasgos aparece como una suerte de torre de Babel con un intencionado abanico de etnias, edades, sexo y tradición. Un señor mayor de Taiwán que fuma en pipa, un niño de la Amazonía con un pajarito verde, una mujer ucraniana de sobria vestimenta, un joven pakistaní, un niño brasileño con un tocado de plumas...
Olmos es pesimista con el presente... y con el futuro. «Los trabajos como ahora los concebimos cambiarán en diez años. Se reemplazarán por tecnología. Ahora mismo la inteligencia artificial trabaja copiando imágenes, trabajos previos nuestros, que hay en internet. Si nosotros dejamos de crear, la máquina deja de funcionar, por lo que habrá quien apueste por la calidad humana, porque se verá su necesidad», traza Olmos un último rayo de luz.