Un mirandés en busca del dorado

A.B. / Miranda
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Los divulgadores José González Grijalba y Marcos Nieto descubren la historia de Cristóbal de Miranda, un «conquistador» que viajó en el siglo XVI a América y participó en «la fundación de Santa Fe»

Representación creada por Felipe Guaman sobre un colono español a finales del siglo XV en territorio americano. - Foto: Biblioteca Nacional de Chile

Nacido en el seno de una familia acomodada, aunque siendo un mero segundón que no dejaría legado, se marchó a las Indias en 1534 para recabar una fortuna propia y terminó encontrando sangre, traiciones y guerras. Esa podría ser la trama de una nueva serie o película, pero no. En realidad esa es la historia de Cristóbal de Miranda, un hombre que nació y vivió en la ciudad del Ebro a comienzos del siglo XVI. Así lo han podido confirmar los divulgadores José González Grijalba y Marcos Nieto, quienes han recabado innumerables escritos con los que desgranar la vida de este peculiar 'vecino' del municipio burgalés.

Conforme a su descripción, Cristóbal se alzaba como «un hombre de su tiempo, un guerrero, un conquistador», que zarpó en 1534 y desembarcó un año después en la zona de Venezuela. Según relatan, una vez allí, acompañando a la expedición del alemán Federmann, que estaba bajo el cobijo de Carlos V, realizaron «una serie de operaciones militares» y se enfrentaron a «enemigos» nativos que «vivían al filo de la edad de piedra y que estaban en guerra entre ellos».

Por tanto, ante la falta de organización de los habitantes americanos, lograron conquistar diversas zonas y, años después, junto a otro grupo de conquistadores, participó en hitos históricos como la fundación de la localidad de Santa Fe, en Bogotá (Colombia).

En cualquier caso, la experiencia de Cristóbal no solo se cimentó sobre victorias, sino que también fracasó, pues era humano. Por ejemplo, González y Nieto han encontrado información suficiente para asumir que este hombre «estuvo viajando hasta dos años para buscar el dorado». Fueron 24 meses surcando el agua, caminando sobre la selva y peleando con infinidad de rivales, aunque, en definitiva, fue un tiempo gastado en vano porque su objetivo no era más que una ilusión.

Ahora bien, esa cuestión no resultó óbice para que el mirandés llegara a obtener las riquezas que tanto ansiaba. De hecho, según narran estos divulgadores a partir de sendos informes de la época, terminó convirtiéndose en encomendero de sus propias tierras. Es decir, cuajó una importante riqueza, entre otras cosas, gracias a su lealtad con la Corona.

Y es que González y Nieto destacan que, a diferencia de la mayoría de conquistadores de la época que se alzaban como «soldados de fortuna y no tenían lealtad», Cristóbal de Miranda actuó en pro del poder establecido siempre que pudo. En este sentido, cuentan que han hallado relatos en los que se explica como, tras asentarse en sus dominios, empleó su dinero y viajó a varias expediciones para socorrer a aquellos que eran fieles a la Casa Real.

Precisamente, en uno de esos viajes, supuestamente heroicos, Cristóbal desapareció. O, al menos, se le terminó perdiendo el rastro. Además, no dejó descendencia conocida, salvo una «posible hija ilegítima» que aparece en un único texto. Sin embargo, la encomienda de este mirandés no pasó a manos de un cualquiera, ya que su mujer, María de Ávila, se encargó de gestionarla, hasta que falleció en la década de 1580.

Sobre este personaje, González y Nieto explican que se trataba de «una mujer actual, pero hace 500 años», dado que «era de armas tomar». Al igual que en el caso de Cristóbal, sobre María hay muchos escritos, aunque el enfoque es totalmente distinto. Conforme a la documentación encontrada por estos divulgadores, ella pasó a la historia por sus «pleitos» tras maltratar a la comunidad nativa que, en principio, «debía cuidar». Tuvo un lugar en los libros por eso, pero también por casarse hasta en tres ocasiones más, pues, según explican González y Nieto, de no haberlo hecho, habría perdido sus dominios.