El alemán que compró en Burgos un pedazo de Fuerteventura

R. PÉREZ BARREDO
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Audaz y emprendedor, el industrial germano Gustav Winter contribuyó al desarrollo de las Islas Canarias. El historiador Luis Abaroa desmonta las leyendas que aseguran que recibió trato de favor por parte de Franco y que colaboró con el Tercer Reich

Gustav Winter, en Fuerteventura.

Todo han sido leyendas en torno a Gustav Winter, misterioso personaje alemán que dejó una enorme impronta en España durante varias décadas del siglo XX. Sin embargo, este ingeniero y audaz empresario germano no fue lo que muchos de esos relatos míticos aseguran de él, especialmente el que lo señala como colaboracionista del Tercer Reich, esto es, un nazi de tomo y lomo. Tampoco es cierto que recibiera favores, durante la Guerra Civil, por parte del bando sublevado. Todas esas teorías han sido desmontadas por el investigador canario Luis Abaroa, gran conocedor de este personaje tan enigmático como fascinante. Un hombre que, sí, tuvo una estrecha relación con Burgos. No en vano, fue en la Cabeza de Castilla donde consiguió carta de naturaleza para uno de sus principales proyectos.

Winter recaló en España hacia 1915; instalado Valencia, creó una empresa química y de importación de materiales. En la década de los años 20 fue contratado para la construcción de un salto de agua en Gran Canaria. Conoció las Islas Afortunadas, de las que se enamoró y en las que ideó desarrollar un plan que tardaría años en ejecutar. En aquellos años, entabló amistad y muchas relaciones con poderosas personas del entorno del rey Alfonso XIII y de Miguel Primo de Rivera, siendo el afamado empresario Antonio Goicoechea una de las más estrechas. No en vano, fue con él con quien emprendió el proyecto de fundar y financiar la compañía CICER para electrificar las islas Canarias y Guinea Ecuatorial.

A finales de aquella década, Winter no paró, llevando a cabo muchos de aquellos proyectos: trenes fruteros, electrificación, saltos de agua, industrialización. Quiso hacer lo propio en Fuerteventura y Lanzarote, centrándose especialmente en el desarrollo pesquero, agrícola y mineralometalúrgico, y para ello intentó acordar con los propietarios de las tierras de estas islas, que eran los condes de Santa Coloma y Cifuentes, dueños de media España la venta de los terrenos, los trámites quedan dormidos hasta una década más tarde. No lo consiguió, y poco después el ingeniero alemán regresó a su país, sin olvidar nunca ni Fuerteventura ni Lanzarote. Una década después lo volvió a intentar.

Winter (con las manos en el pelo) y su socio Manuel Girona y Fernández, en la playa del pueblo de Morro Jable (Fuerteventura).Winter (con las manos en el pelo) y su socio Manuel Girona y Fernández, en la playa del pueblo de Morro Jable (Fuerteventura).

Tenía un proyecto de lo más ambicioso para islas más orientales: extracciones mineras, energía térmica en Lanzarote, bases pesqueras en Fuerteventura para explotación de los caladeros saharianos, refugios en la Isla de Lobos, fábricas de cemento a partir de lava volcánica y otros elementos; transformaciones de harinas de pescado, cultivos piscícolas y experimentales del campo. Buscó entonces a todos aquellos con los que se había relacionado diez años antes.

De nuevo se dirige a los condes de Santa Coloma, y cuando los visita en Sevilla conoce a Heriberto Heide, un austriaco que se había puesto al servicio del bando sublevado -España ya estaba en guerra- como espía al servicio del SIPM (Servicio de Información de la Policía Militar). Su papel consistía en vigilar de cerca a todos aquellos extranjeros que llegaban a España e informar de sus intenciones. Heide había trabajado estrechamente en Barcelona con un familiar de los condes de Santa Coloma, a la sazón banquero: Manuel Girona y Fernández, que había sido destinado a Burgos al Estado Mayor como capitán honorífico. Es el agente austriaco el que propone a Winter ir a Burgos y hablar con Girona para que pueda financiarle el proyecto. Heide, que residiría en la siniestra casona de Villa Delicias, se convertiría en socio, representante y apoderado de Winter.

Así, fue en Burgos donde el industrial germano expuso a Girona los pormenores de su proyecto, comprometiéndose éste a estudiarlo, pero admitiendo que la situación bélica y la dispersión de sus socios y amigos no hacían prometer un buen fin una solución con los financieros españoles. Winter recurrió a las firmas alemanas con las que había trabajado antes; pero aquellas empresas le exigieron que consiguiera los títulos de las tierras en las que quería desarrollar el proyecto. Además, aquellas empresas ya estaban intervenidas por el gobierno de Hitler, que tenía que dar el visto bueno a cualquier inversión.

«Girona y Winter volvieron a Burgos y encontraron al heredero ideal que estaba de acuerdo en venderles las fincas señaladas, un total de cinco fincas entre Lanzarote y Fuerteventura. Era el heredero con mayor proporción de participaciones», explica a este periódico Luis Abaroa. Así fue como comprador y vendedor se reunieron en la notaría José Nieto Méndez en 1937, donde se llevó a cabo la firma del arrendamiento de la península de Jandía, en Fuerteventura, y la compra de una centésima de cada una de las fincas en propiedad indivisa con los demás herederos, «centésima que le daba derecho a Winter a preferencia de compra en caso posterior.», señala. «Esto desmonta una de las afirmaciones en torno a la leyenda de Winter: no es cierto que Franco cediera a los alemanes la península de Jandía; Jandía tenía sus propietarios y los siguió teniendo, pero compartiéndola con Winter. Era propiedad privada y lo siguió siendo».

Los inversores alemanes, que querían tenerlo todo atado, decidieron realizar una expedición in situ con representantes del gobierno alemán. «Importantes funcionarios navales, arquitectos, ingenieros se embarcaron a Jandía con Winter y Girona para visitar los lugares y sondear las posibilidades pesqueras, mineras, agrícolas e industriales del lugar. Lo más importante era decidir qué lugar era el más idóneo si es que lo había para construir una base pesquera, muelles, diques, dársenas, así como la necesaria infraestructura urbanística del puerto correspondiente. Todo antes de liberar los capitales necesarios. Dicha expedición fue secreta hasta para el embajador en España, cosa que hizo sospechar a los ingleses, surgiendo las primeras sospechas sobre una posible relación de colaboración de Winter con los nazis».

Más leyendas. Winter ya nunca regresó a Burgos, quedándose en la península de Jandía. Sí permaneció en la capital Heriberto Heide, que siguió desarrollando su labor como espía del servicio secreto franquista (participó en una operación para abortar una supuesta conspiración para matar a Franco, hecho que descubrieron hace un par de años los investigadores Miguel Moreno y José María Chomón, que lo narran en la obra 'El complot del Cementerio Viejo. Otoño de 1938: Burgos bajo sospecha por el intento de matar a Franco', de la editorial Dossoles). Pero Winter habría de encontrarse poco después con problemas: finalizada la Guerra Civil Española, «las sospechas de los ingleses y de algunas autoridades españolas sobre los acuerdos hicieron que se revisara la compra de terrenos del año 1937 y se observó que se había incumplido una ley de Gil Robles sobre la compra de tierra por personal extranjero, faltando la autorización del ministerio de la guerra. Por lo que se incoó un expediente militar a vendedor, comprador y notario que duró hasta 1946».

El expediente de sanción por los actos de Burgos «mediará en todo este tiempo hasta la declaración en la embajada española de Berlín en 1944, con un expediente que termina excusando a Winter por entender que al ser extranjero podría no haber conocido las leyes españolas, y centrándose en el vendedor, a quien en 1946 se le sancionará con 5.000 pesetas», explica el historiador canario. En el arranque de la década de los 40, el gobierno germano decide que los trabajadores e ingenieros alemanes que están en Jandía regresen y se integren en las filas del ejército.«Así que a partir de aquí la leyenda no tiene sentido. No se construyó en Jandía ninguna base secreta para los submarinos nazis, hubiera sido imposible. Winter construyó en Cofete una mansión que aún sigue en pie, y que ha dado origen a otras leyendas, llegando a ser materia literaria. Pura fantasía. Luis Aberoa sigue en su cruzada por borrar esos faltos mitos. «Winter fue un personaje audaz que hizo mucho por las islas».