Javier Fernández Mardomingo

Cortita y al pie

Javier Fernández Mardomingo


Arcos y el Don Juan

03/11/2023

Lo hablaba el otro día con mis amigos Fernando R. Lafuente, Emilio del Río y Juan Carlos Pérez de la Fuente, que fue director del Teatro Español y del Centro Dramático Nacional, entre otros. Casi nada. Y se lamentaba. Se lamentaba porque en la noche del 31, que ahora es más de jalogüin que de difuntos, ya no se representa el Don Juan en los teatros y ni que decir, en la televisión.

¿Dónde han quedado los clásicos? Se preguntaban. Bien es cierto que el Don Juan, estrenado hoy, sería censurado por el buenismo ilustrado y acusado de machista. Pero ni falta ha hecho la policía de la moral de twitter para que en España nos hayamos olvidado de que no hace tanto teníamos como tradición representar en una noche tan especial una de las grandes obras de nuestra literatura. 

Se preguntaban si ahora los chavales se sabrían de memoria aquello del ángel de amor en esa apartada orilla, donde más pura la luna brilla. Se preguntaban si sabrán de dónde viene lo de toparse con la Iglesia o, a lo peor, tal vez ni les inquieta saber cuál era el dichoso lugar de la Mancha de cuyo nombre el manco de Lepanto no quiso acordarse. 

¿Se habrán dado cuenta de que la poesía es divertida los pequeños con los cañones por banda del pirata de Espronceda o los habrán sentido silbar en las orejas gracias al Gabrielillo de Araceli en la bahía de Trafalgar? ¿Se acordarán en primavera de que al olmo seco le salían las hojas a la orilla del Duero o sabrán que quien lo probó, lo sabe, como ven en los anuncios? Preguntas, todas, para las que ni tengo, ni quiero seguramente tener respuesta.  Pero como en España siempre hay resquicios de que la esperanza es lo último que se pierde, leo en el Diario con enorme satisfacción que en Arcos de la Llana cumple diez años la recuperada tradición de representar al Don Juan. ¡Y no sólo! También el Cuervo, de Poe y para rematar, buñuelos para todo el mundo. Con un par. 

Solía repetir mi querido Juan Pablo Colmenarejo, al que acusaban de anticuado algunos, que lo más moderno siempre es volver a lo clásico. Que en los clásicos está la verdad. Ahí uno encuentra más modernidad que en muchos lugares de hoy en día, donde se llenan la boca hablando de ella y se percibe mucha más libertad, que ya sabemos que es el más preciado don que a los hombres dieron los cielos. Porque lo sabemos, ¿no? En jalogüin me quedé en casa pensando en todo eso, pero al día siguiente leer lo de Arcos de la Llana me sacó una sonrisa y espero, de corazón, poder ir el próximo año a la undécima edición del Don Juan. Porque a las tradiciones, como a los clásicos, siempre hay que procurar volver. Aunque sólo sea una noche al año.