Cuando Burgos fue la capital del mayor imperio jamás conocido

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Hace 500 años el todopoderoso Carlos V estableció su residencia en la Cabeza de Castilla. Su huella es visible desde el Arco de Santa María hasta la Cartuja yFresdelval, donde deseó retirarse

Entrada de Carlos V en Burgos por el artista Mariano Pedrero. - Foto: AMBU

El traje del emperador era un mundo nuevo, sin horizontes: el mayor que habría de conocer el mundo. El nieto de los Reyes Católicos, el hijo de Juana I de Castilla, ya había sido coronado emperador y dominaba el orbe cuando llegó a Burgos hace 500 años para establecer temporalmente su Corte en la Cabeza de Castilla. No era la primera vez que el Carlos I de España y V de Alemania visitaba Burgos; más al contrario, había mantenido una estrecha relación con la ciudad y la provincia desde que la conociera por primera vez -casi recién llegado a España- en 1518, cuando pasó la Semana Santa de aquel año en el Monasterio de La Aguilera, en la Ribera del Duero, después de haber entrado en loor de multitudes en Aranda, que había alfombrado sus calles con hojarasca, levantado arcos triunfales con ramajes y tendido colgaduras en las casas en señal de bienvenida al César.

Fue en esos días de 1518, en la capital ribereña, donde Carlos V habría de firmar un importantísimo y trascendental decreto por el que se ordenaba la formación de la Armada que habría de descubrir una nueva ruta a las islas de la Especiería, esto es, la epopeya que protagonizaron Magallanes, Elcano y el burgalés Gómez de Espinosa circunnavegando por primera vez la Tierra. También en Aranda el monarca atendió las primeras denuncias realizadas por el sacerdote Fray Bartolomé de las Casas respecto a los abusos a los indios en tierras de ultramar, aunque fueron los asuntos de la expedición de Magallanes los que más reclamaron la atención del emperador.

Regresó dos años después a Burgos, ya habiendo sido elegido emperador delSacro Imperio Romano Germánico. Llegaba procedente de la ciudad de Barcelona, donde había celebrado Cortes, y se dirigía a Santiago de Compostela con la intención de zarpar hacia Alemania para investirse con la corona imperial en Aquisgrán. Belorado fue su primera parada; la segunda, San Juan de Ortega, donde reposó largo tiempo. Su destino inmediato fue la Cartuja de Miraflores, donde el monarca sabía que se estaba trabajando aún en su construcción y donde reposaban los restos de sus bisabuelos, Juan II e Isabel de Portugal, que lo harían poco después najo esa joya en alabastro que esculpió Gil de Siloe.

La Sala de Poridad del Arco de Santa María tiene este fresco de Carlos V y su hijo Felipe II.La Sala de Poridad del Arco de Santa María tiene este fresco de Carlos V y su hijo Felipe II. - Foto: Valdivielso

Pasó allí la noche el emperador al calor de la primitiva hospedería, que es de cuando data la chimenea ornamentada con águilas imperiales que aún se conserva en el cenobio cartujo; hoy esta chimenea puede contemplarse en la capilla de San Bruno, en cuyas paredes hay más referencias a la heráldica del emperador. Fue al día siguiente, el 19 de febrero de 1520, cuando el joven rey hizo su entrada por vez primera en la ciudad de Burgos, luciendo sus mejores galas y acompañado de todo su séquito, siendo recibido por las autoridades capitalinas, que le pidieron el juramento de los fueros y privilegios de los burgaleses, hecho al que no puso reparo alguno.

La Cabeza de Castilla, claro, recibió al emperador con todo el fasto y el boato: arcos del triunfo con alegorías, volteo de campanas y bulliciosas multitudes guiaron a Carlos V a su morada en la capital, el Palacio del Condestable, hoy conocido como Casa del Cordón. «El vistoso cortejo que seguía al Soberano, entre el que destacaba el Regimiento de la Ciudad cabalgando sobre mulas guarnecidas de terciopelo de plata y pendones alzados, lucía ricos trajes de gala, de raso color carmesí, mangas orladas de martas cebellinas, gorras de pelo carmesí, grandes cadenas y collares de oro y medallas, todo lo cual llamó la atención del Rey, quien manifestó su alegría por ver a la Corporación tan ricamente ataviada (...) Aquella misma noche y las siguientes se iluminaron las calles con farolillos de colores, y durante los demás días, hubo fiestas de toros, justas, cañas y banquetes», escribió el historiador Gonzalo Miguel Ojeda en un estudio de la Fernán González sobre la presencia de Carlos V en Burgos.

El César regresó en 1523: Santa María del Campo yArcos de la Llana vieron al gran emperador antes de que recalara de nuevo en la capital para, durante quince días, preparar junto a Íñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y capitán general del ejército, la reconquista de Fuenterrabía en la guerra contra Francia. De camino a Pamplona se detuvo en San Juan de Ortega y Belorado. Pocos meses más tarde, ya en el invierno de 1524, sintiéndose vencedor en la contienda, volvió el emperador a Burgos entrando por Miranda y deteniéndose en Briviesca y Monasterio de Rodilla antes de pasar cuatro días en Lerma. Por fin, a mediados de marzo de hace 500 años, se instaló el emperador en la Caput Castellae, donde pasó casi medio año en el que ésta fue la capital del imperio más grande del mundo.

La Casa de Carlos V, en Fresdeval, luce en su zaguán el escudo del monarca. La Casa de Carlos V, en Fresdeval, luce en su zaguán el escudo del monarca. - Foto: Jesús J. Matías

Frecuentó la Cartuja, a la que regaló una reliquia de Santa Catalina.Y en Burgos pudo disfrutar de uno de los grandes hitos conseguidos bajo su todopoderoso reinado, cuando fue informado de que aquella aventura transoceánica de circunnavegar el globo y abrir así una nueva ruta a las Islas de la Especiería había resultado un éxito tan redondo como la Tierra. En Burgos, establecida la Corte y la gobernación del mundo, despachó Reales Cédulas dirigidas a diputados, astrólogos y pilotos que adelante tendrían que debatir con los portugueses la línea de demarcación del océano.

En la Semana Santa de aquel año, otro monasterio acogería el descanso del todopoderoso monarca: Fresdelval, de la orden de los jerónimos, lugar que causó una honda impresión en Carlos V; tanto que, ya entonces, pensó en este lugar para que fuera su última morada. Tuvo un enorme trajín el emperador durante su reinado desde Burgos; entre otros asuntos, reconoció al burgalés Cristóbal de Haro su implicación siendo uno de los principales artífices en la financiación de la empresa de Magallanes ordenando a la Casa de Contratación que le fueran reembolsados al comerciante 12.300 ducados. Además, no dejó de estar pendiente de las evoluciones de las obras de la Cartuja y del perfecto adecuamiento del panteón real.

Casi medio año después, abandonó Burgos, adonde regresaría varias veces más antes de su fallecimiento en Yuste en 1558. Así, lo hizo brevemente en 1527 (estuvo en Burgos capital, Lerma, Villasandino e Isar); en 1528, en Poza de la Sal y Burgos, donde conoció a Gonzalo Gómez de Espinosa, quien había completado con Elcano la vuelta al mundo y que reclamaba del emperador el pago del sueldo durante todo el tiempo que estuvo cautivo de los portugueses; en 1538 pasó por Aranda y en 1539 por la capital burgalesa; ya en 1542 estuvo en Celada del Camino, el Monasterio de Las Huelgas y de nuevo la capital, donde pudo admirar su efigie en piedra dominando el retablo del Arco de Santa María junto a personajes de resonancias de la más mítica Castilla como Fernán González, El Cid, los Jueces de Castilla y Diego Porcelos; también, al marchar hacia Aragón y Cataluña, se detuvo en Ibeas de Juarros, Villafranca Montes de Oca y Belorado.

En la Casa del Cordón se alojó en cada visita y fue su hogar durante meses hace 500 años. En la Casa del Cordón se alojó en cada visita y fue su hogar durante meses hace 500 años. - Foto: Patricia

La última presencia. Dos años antes de expirar, el hombre que llevó los designios de un imperio sin horizontes pasó por última vez por tierras burgalesas. Era el año 1556 cuando, tras desembarcar en Laredo procedente de Flandes natal, hizo parada en Medina de Pomar, pernoctó en el Monasterio de San Salvador de Oña, Briviesca, Monasterio de Rodilla y la Caput Castellae. Ya estaba muy enfermo y aquejado de gota; sus médicos le habían convencido de que su retiro postrero, luego de abdicar, no debía ser su querido Fresdelval, sino Yuste, en Cáceres, con mejor clima al entender de los personales facultativos. En el monasterio burgalés quedó para siempre la huella de aquella pasión regia: su rehabilitado palacio renacentista siempre se ha conocido como la 'Casa de Carlos V', donde son visibles las armas imperiales y aún se conserva el magnífico escudo del emperador que preside el zaguán del caserón.

Como eco postrero, las palabras del historiador y escritor Manuel Assas: «El emperador Carlos V de Alemania, primero entre los reyes de su nombre en España, hizo edificar una habitación con objeto de retirarse a vivir en ella durante sus últimos días, después de abdicar su doble corona; pero esta nueva obra quedó sin terminarse, porque el monarca, aconsejado por los médicos, cambio de dictamen, y se decidió a elegir para su retiro el monasterio de Yuste, en que terminó su vida. La tradición conservada en Fresdelval lo decía, y los blasones de aquel cuerpo de edificio lo corroboraban. Las noticias que siguen nos las dieron, hace muchos años, los monjes de Fresdelval».