Guillermo Arriaga se asoma al precipicio

EFE
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El escritor y guionista mexicano cambia radicalmente de registro con 'Extrañas', una novela ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII que supone un desafío «apasionante» para él

El coartífice de la trilogía cinematográfica ‘Amores perros’, ‘21 gramos’ y ‘Babel’ no deja que la fama condicione su estilo. - Foto: T.G. (EFE)

Tras conquistar el cielo literario y cinematográfico, retratar de forma descarnada su México natal y consolidarse como una de las plumas más lúcidas de Latinoamérica, Guillermo Arriaga se asoma al precipicio con su novela Extrañas (Alfaguara), ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII, entre plebeyos y aristócratas.

«No hay nada más apasionante que asomarse al precipicio, ir al extremo, arriesgarte», confiesa, cuestionado por el radical cambio de registro de su más reciente obra.

Autor de libros como Salvar el fuego o El salvaje, y de guiones de películas icónicas como 21 gramos, Amores perros o Los tres entierros de Melquiades Estrada, que le han valido premios como el Alfaguara de novela o el de mejor guion del Festival de Cine de Cannes, Arriaga no permite que el prestigio condicione su escritura.

«El éxito es algo completamente pasajero y no lo puedes tomar en serio. Anquilosarme no está en mi espíritu, ni petrificar mi obra porque ya hay cierto reconocimiento. No, prefiero arriesgar», insiste el azteca.

Extrañas retrocede hasta 1781 y arranca el día en el que el joven protagonista, William Burton, conoce las tierras que heredará como primogénito de una familia aristocrática inglesa. En las aldeas que visita se percata de la existencia de unos seres extraños, deformes y que son relegados a vivir entre los animales y a la intemperie.

Este descubrimiento inhóspito alimentará su vocación por la medicina, lo que le separará irremediablemente de su progenitores.

«Mucha gente, de clase media y con oportunidades para elegir qué rumbo tomar, es empujada a lugares en los que no quieren estar y sacrifican el qué quieren ser por el qué deben ser. Y él (el protagonista) no quiso», detalla Arriaga.

Lo que arrancó como un chispazo que le vino a la cabeza durante un viaje por carretera por Texas en 2012, ha acabado cristalizándose, 11 años después, en cerca de 500 páginas de exploración de la anomalía que conllevaba el aislamiento y el abandono.

Las extrañas, apunta Arriaga, también existen en nuestro mundo y aparecen «una vez cada 300 años», aunque prefiere mantener su identidad, «el gran misterio del libro», en la sombra. «Es una novela sobre la diferencia, sobre seres distintos por problemas genéticos, hereditarios. Su físico no es el que corresponde o su forma mental no es la común», adelanta.

El escritor también de Escuadrón Guillotina (1991) o Retorno 201(2006), una recopilación de cuentos, asegura que no ha visto ninguno de esos seres en persona y que no se documentó a fondo sobre ellos, por lo que rellenó su desconocimiento con imaginación.

Incluso Arriaga inventó un habla propio para las extrañas, con el que se comunican y escriben cartas, pero decidió eliminarlo de la edición final. «No sé si algún día publicaré un cuadernillo con el lenguaje que inventé», baraja.

La creación de un idioma propio no fue el único truco de malabarismo lingüístico que Arriaga practicó durante la escritura de la obra.

Tampoco se permitió emplear palabras anteriores a 1790, por lo que se enfrentó a un proceso de reescritura en el que términos como torso, escupitajo o escalpelo no tuvieron cabida.

«Estoy feliz porque entré a un mundo desconocido», reflexiona sobre el trabajo de minería lexicológica al que se sometió, guiado por el primer diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que data de 1780.

Por más que busque, el lector tampoco podrá encontrar un solo que, aunque, porque o adverbios acabados en mente.

«El queísmo, el exceso del que, siempre se ha considerado parte de un escritor flojo. Y cuando reelaboras el que, la frase tiende a ser un poco más elegante, y yo quería que se sintiera que (la novela) tenía el espíritu del siglo XVIII», explica.

Y, volviéndose a asomar al vacío, apenas emplea puntos, armando frases que se alargan varias páginas hasta que el lector «se queda sin aire».

«Quienes ya la han leído dicen que sienten que se involucran y que, como no encuentran el punto, siguen hasta que se desvelan, que era parte de mi propósito», expone con sorna con su camiseta negra salpicada por la inscripción «Un día más en esta nebulosa llamada vida».

Aunque con Extrañas ha roto con los cánones que marcaban su obra, Arriaga admite que no logra liberarse de sus obsesiones narrativas: «Los extremos, las mujeres libres, los amores complejos, un sentido profundo de la amistad y gente que se suma a la locura». «He tratado de acabar con eso tantas veces que ya me doy por vencido», sentencia.