La batalla de vender en el exterior

Carlos Cuesta (SPC)
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La internacionalización es el gran reto que se plantean las compañías españolas para potenciar el crecimiento y su rentabilidad en los mercados más exigentes y competitivos que juegan en la primera liga del comercio mundial

La batalla de vender en el exterior

Cuando se analiza el potencial económico de un país, uno de los factores más determinantes es su balanza por cuenta corriente y, en especial, la evolución de sus exportaciones. La capacidad de internacionalización del tejido productivo indica con gran exactitud el grado de modernización, competitividad y la capacidad para desarrollar los proyectos más modernos y vanguardistas que existen de cara al futuro.

Hasta 2011, el saldo de la cuenta corriente de España era deficitario, lo que implicaba que el valor de los bienes y servicios que se importaban superaba el de los que se exportaban, generando pobreza y, sobre todo, un desfase económico muy negativo que restaba el crecimiento y productividad a las empresas. Sin embargo, desde 2012, la situación se dio la vuelta de una manera recurrente, incluso, en los años de pandemia o con la guerra de Ucrania.

La fortaleza de la economía española en plena crisis fue notable, como quedó de manifiesto con el crecimiento del 5,5% del PIBen 2022, un año en el que hubo que afrontar una subida de precios de la energía y las materias primas procedentes del extranjero sin precedentes, incluso, el país mantuvo un saldo por cuenta corriente más alto que la media de Estados de la eurozona, como Francia o Italia.

Los economistas destacan que desde que se consolidó la tendencia de reducir el déficit de la balanza de bienes y aumentaron los beneficios del sector servicios con superávits continuos, se ha roto una tendencia histórica en la economía.

Uno de los factores que ha hecho posible esta evolución ha sido que el número de empresas exportadoras en España ha subido casi un 130%, desde las 72.047 que había en 2010 a las 164.426 de 2020. Un fenómeno que ha venido acompañado de un incremento de valor de las ventas que se dispararon un 20% entre 2015 y 2021, frente al 16,8% de Francia o el 17,8 de Alemania.

 En esta línea, los expertos subrayan que las exportaciones españolas han diversificado el destino de sus mercancías hacia países con ciclos económicos menos desarrollados como, por ejemplo, Marruecos o China, con una notable merma respecto a naciones avanzadas como Francia o el Reino Unido donde descendieron de una forma importante.

Asimismo, otra de las claves del crecimiento de volumen de negocio de las exportaciones es que en la última década los productos y servicios que salen al exterior han incrementado su precio y ha hecho que también mejoren los resultados de sus empresas, lo mismo que ocurre con los productos que se comercializan que, cada vez tienen un mayor contenido tecnológico y, por tanto, mayor valor añadido.

Balance

En el balance económico, el sector turístico es el que más tira del carro, pero también existen otras actividades bien situadas como las empresas de programación, ingeniería, investigación y desarrollo y, finalmente las de mayor solvencia tecnológica como son las TIC.

Con los datos de comercio declarado de Aduanas, las exportaciones españolas de mercancías aumentaron un 12,8% en los dos primeros meses de 2023 respecto al mismo período del año anterior y alcanzaron los 63.751 millones de euros, máximo histórico para este período de año. 

Los analistas recomiendan seguir invirtiendo en externalizar al máximo los productos y servicios a nuevos mercados internacionales puesto que de ello dependerá no solo mejorar el Producto Interior Bruto (PIB) sino, sobre todo, posicionar la marca España como un escudo protector para que no entren otras empresas en un escenario altamente competitivo y poder ganarlas en una batalla que se juega en el largo plazo.

No hay que olvidar que los ingresos que llegan del exterior repercuten directamente en la reactivación de la riqueza nacional, disminuyen la deuda y el déficit público, mejoran los salarios a niveles de los países más desarrollados, generan una industria fuerte y competitiva que atrae talento e inversiones del extranjero y, en definitiva, garantiza el estado del bienestar en un momento donde la economía global se está jugando su futuro por el dominio de las nuevas tecnologías, la digitalización y la inteligencia artificial.