Los primeros pacifistas

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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Burgos contó al principio del siglo XX con una liga antiduelista que apostó por «el amor al prójimo y la razón» y usó la palabra para oponerse auna práctica salvaje que llegaba desde la Edad Media.

Duelo entre el duque de Montpensier y el infante Enrique de Borbón, duque de Sevilla, quien terminó muerto. El lance tuvo lugar en Madrid en marzo de 1870. - Foto: Biblioteca Digital Memoria de Madrid

Fue el jurista burgalés Cirilo Álvarez (Villahoz, 1807) uno de los primeros expertos en Derecho que puso sobre la mesa en este país la necesidad de acabar con el duelo, una práctica procedente de la Edad Media, que el DRAE define sencillamente como «combate o pelea entre dos» y que en el imaginario popular son un par de señores enfrentándose con una espada o una pistola por cuestiones de 'honor'. Fue en su obra Ensayo histórico-filosófico-legal sobre el duelo, de 1847, y lo hizo desde el pesimismo más realista que le daba el conocimiento de la sociedad en la que vivía: «La severidad de las leyes represivas del duelo es y será siempre insuficiente para proscribir una costumbre que está naturalmente favorecida por los instintos y tendencias sociales de la época (...) El duelo se defiende y se defenderá aún por mucho tiempo de los patíbulos levantados en su contra y de la cólera impotente de los gobiernos. Mientras la legislación castiga a los duelistas, la sociedad honra a los combatientes, y condena al deshonor y al menosprecio al hombre tímido o sensato que provocado a duelo no lo acepta. El mismo legislador que escribe en las tablas de la ley la pena de muerte contra el desafío se bate en duelo al día siguiente; y el severo escritor que le condena en sus obras como una apelación al principio de la fuerza contra el derecho, como un acto de rebelión contra los poderes sociales, como un resto de las costumbres salvajes de otros tiempos, responde seguramente a una provocación y se conduce más tarde como un calavera». 

Tenía toda la razón. Porque hasta bien entrado el siglo XX -alrededor del final de la primera gran guerra- siguieron produciéndose estos actos en toda Europa y solo terminaron tras el horror generalizado que provocaron los miles de muertos que aquella contienda causó. En España, el último documentado tuvo lugar en Zaragoza, ocurrió en 1906 -aunque estaban prohibidos desde el siglo XVIII- y sus protagonistas fueron dos periodistas, una profesión en la que proliferaban estos retos, hasta el punto de que había redacciones con una sala en la que los trabajadores practicaban la esgrima para batirse en cuanto tuvieran una voz más alta que otra con algún colega, tal y como explica la historiadora Raquel Sánchez en el artículo El legado de la cultura nobiliaria: los lances de honor, publicado en la revista 'La aventura de la historia'.

El sentido común y el conocimiento de las leyes, de la ética y la moral que adornaban a don Cirilo -que llegó a ser ministro de Gracia y Justicia en 1856 con O'Donell de presidente del Gobierno-, no eran, por suerte, minoritarios y a principios del siglo XX comenzaron a proliferar grupos organizados, una suerte de protopacifistas, en contra de esta barbarie, las llamadas ligas antiduelos en todas las provincias. El rey Alfonso XIII fue el presidente de honor de la Liga Española.

No tardó en llegar a Burgos tan sensible iniciativa, de la que dio cuenta este periódico el 8 de julio de 1909. «Ayer tarde se reunieron en el Hotel del Norte algunos elementos de nuestra buena sociedad, convocados por los representantes del comité central de la Liga Española contra el Duelo, para dar posesión de sus cargos a los señores que componen la junta provincial de Burgos, y que son los siguientes: presidente, D. Juan de Monteverde, coronel retirado de Ingenieros; D. Pío A. Pazos, coronel retirado de Infantería; secretarios, los señores Oliván, capitán Tarduchy y don Enrique García (...) Reinó la mayor armonía y entusiasmo, pronunciándose elocuentes discursos en pro de tan humanitaria obra, digna de fructificar en esta hidalga tierra castellana».

No solo Diario de Burgos se hizo eco de la constitución de este grupo sino que alabó su función y durante todos esos años -hay referencias en la hemeroteca, por lo menos, hasta 1914- fue dando cuenta puntual de todos los avances que iba consiguiendo este movimiento de paz no solo en España sino en el resto del mundo. La línea editorial, se diría ahora, estaba completamente en contra de que los ciudadanos se matasen de tal forma, aunque no consta que aquí se produjera algún duelo. 

Así, le daba mucho espacio a las sensatas reflexiones de los antiduelistas burgaleses -cuya función fue únicamente divulgativa- como esta del coronel Pazos de 1910: «La Liga Española contra el Duelo, impulsada por un sentimiento de amor al prójimo, lucha en el noble campo de la razón, buscando la victoria por medio de la convicción, de la civilización y progreso del entendimiento, la convivencia y las costumbres sociales para proscribir radicalmente, en pro de la humanidad, ese monstruoso crimen del desvarío, enfáticamente apodado con los nombres de lance de honor y duelo de caballeros».

Y tanto arraigó la iniciativa entre la buena sociedad burgalesa que hasta contó con un ala femenina, impulsada por los propios señores que tanto denostaban a espadachines y pistoleros. Para Diario de Burgos que las mujeres se incorporaran a esta iniciativa fue un auténtico hito y así lo celebró: «El comité provincial de Burgos acaba de obtener un importantísimo triunfo en la sensata, humanitaria y civilizadora opinión, refractaria contra la detestable, y ya afortunadamente en decadencia, criminal costumbre del duelo, y mal llamados lances de honor entre caballeros».

Arrancaba de esta manera el artículo en el que se daba noticia de que la liga antiduelista daba cabida a las mujeres dos años después de su constitución y dentro de una «junta general de señoras asociadas», que así se llamó su ala femenina, probablemente el primer movimiento asociativo de mujeres al margen de la Iglesia Católica: «La mujer, como reina que es de la familia y del hogar -decía DB- puede prestar a la Liga Antiduelista grandes servicios con su propaganda, protección y consejo». La junta arrancó con 38 socias, todas ellas «señoras de lo más distinguido de la sociedad burgalesa», a quien el periódico felicitó «con sincero entusiasmo en su nobilísima misión de cristiana y humanitaria civilización y amor al prójimo».

La primera presidenta fue María Capdet de Sáenz Cabezón; las vicepresidentas, Concepción Rabalta de Capua y Rosario Villalobos de Mendieta y las secretarias, Matilde de Pazos y Clotilde Llorente y Rosell, esta última una mujer de tanta actividad social en la ciudad como de escaso reconocimiento: fue una de las primeras damas enfermeras de la Cruz Roja en Burgos y más adelante ocupó distintos cargos en entidades sociales como la Junta de Protección de Presos, el Patronato de Protección a la Mujer y el colegio para hijos de reclusos.