El prófugo que más duele

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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La localización en Argentina del etarra José Luis Eciolaza devuelve a la actualidad a otros huidos de la justicia, como De Juana Chaos, ejecutor del atentado que en 1986 mató al guardia civil burgalés José Joaquín García y a otros 11 compañeros

El atentado de la plaza República Dominicana de Madrid, perpetrado en 1986, segó la vida de doce guardias civiles. - Foto: Archivo DB

La reciente localización en Argentina de uno de los más buscados prófugos de ETA -José Luis Eciolaza Galán, alias 'Dienteputo', al que se acusa de 22 asesinatos entre 1980 y 1983- ha vuelto a poner el foco en los terroristas que aún se mantienen huidos en países del extranjero cinco años después de la disolución definitiva de la sanguinaria banda que impregnó de muerte y horror a la sociedad española durante medio siglo. El caso de uno de los 22 pistoleros que aún se encuentran huidos de España y de la justicia duele especialmente en estos lares, y más concretamente en el Valle de Valdivielso: se trata de Iñaki de Juana Chaos, artífice principal de uno de los atentados más salvajes cometidos nunca antes en Madrid: el de la plaza de la República Dominicana, donde en julio de 1986 fueron asesinados doce agentes de la Guardia Civil. Uno de ellos era burgalés, natural de Condado de Valdivielso. Se llamaba José Joaquín García.

Su familia, que nunca en todos estos años ha querido hacer público su dolor, sigue habitando en el bello pueblo burgalés que acuna la falda sur de la Tesla. Y en todos estos años desde que se quebró para siempre la felicidad de la familia bien podría haber alzado la voz, siquiera como un grito, un lamento. No en vano, ha tenido que soportar que los principales implicados en la muerte de José Joaquín, que tenía 21 años cuando se produjo el atentado, hayan salido de la cárcel tras pasar unos años a la sombra (caso de Santi Potros o Trotiño) o se hallen huidos tras unos años encarcelados, caso de Iñaki de Juana Chaos, que pese a estar reclamado por la justicia española vive como un príncipe en Venezuela. Es ese el prófugo duele en el corazón del Valle de Valdivielso, el lugar que tanto gustaba a José Joaquín.

Carismático, con capacidad de liderazgo, alegre y con ganas de comerse el mundo. Así se han referido siempre a este burgalés quienes le conocieron antes de que ETA segara su vida y con ella todos sus sueños. Todo lo que pudo haber sido y conseguido. En plena orgía de sangre que fue la década de los 80, el 'Comando Madrid' habría de asestar uno de los golpes más salvajes cometidos nunca antes por la banda terrorista en el corazón del Estado. Madrid, en aquel 1986, estaba en el punto de mira de ETA. Antes de que empezara el verano, había asesinado a 24 personas, la mayoría de ellas en la capital de España. El 14 de julio, como todas las mañanas, un convoy compuesto por un autobús, un microbús y un todoterreno en funciones de coche-escolta salió de la Escuela de Tráfico de la Guardia Civil, ubicada en la calle Príncipe de Vergara, para dirigirse a la Venta de la Rubia, a las afueras de Madrid, donde los agentes realizaban prácticas de conducción en motocicleta. En total viajaban setenta guardias civiles, todos ellos alumnos de la Agrupación de Tráfico y menores de veinticinco años. José Joaquín, que se había incorporado a la Guardia Civil apenas tres meses y medio antes, estaba destinado en el Destacamento de Tráfico de Briviesca.

A la altura del número 7 de la plaza de la República Dominicana estalló una furgoneta-bomba cargada con 35 kilos de Goma 2 y cinco ollas a presión con mortífera metralla que los etarras habían aparcado horas antes. La explosión desató un infierno. Humo, hierros, llamas, gritos, sangre, desolación. Muerte. Fue una masacre. La mayor perpetrada hasta entonces por la sanguinaria banda (el atentado de Hipercor se produjo un año más tarde). Eran las ocho menos diez de la mañana. Nueve agentes perecieron en el acto. El burgalés fue uno de ellos. Otros tres lo hicieron en las horas siguientes. Además de los fallecidos, otras setenta y ocho personas, entre agentes de la Benemérita y civiles, sufrieron heridas, algunas de ellas de bastante gravedad.

La onda expansiva afectó a las fachadas y al interior de los inmuebles situados en los alrededores, especialmente al número 8 de la plaza de la República Dominicana, a cuya altura se encontraba aparcado el coche bomba. Hubo muchos desperfectos en establecimientos y viviendas. Casi todos los cristales de los pisos ubicados en un radio de 100 metros quedaron hechos añicos. También la estación de metro de Colombia tuvo que ser clausurada debido a que la onda expansiva provocó desprendimientos en los techos.

El asesino frío. De Juan Chaos es uno de los grandes 'carniceros' de la historia de ETA. Hijo de un burgalés (su padre, médico, era natural de Miranda de Ebro), seleccionaba con frialdad los objetivos y las víctimas. Fue un 'virtuoso' del coche bomba, fórmula a la que solía añadir toda la metralla posible para que el artefacto fuese lo más dañino posible. Detenido en 1987, fue condenado a 3.000 años de prisión por el asesinato de 25 personas. Cumplió 18 años entre rejas. En busca y captura por la Audiencia Nacional, se encuentra fugado del país desde el año 2008. Regenta un chiringuito en una pequeña y turística localidad de Venezuela bañada por el Caribe.