Otra gran artista rescatada del olvido

ANGÉLICA GONZÁLEZ / Burgos
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El Museo Thyssen expone a partir de junio parte de la obra de la pintora Rosario de Velasco, que vivió un tiempo en Burgos e ilustró la primera edición de 'Cuentos para soñar' de María Teresa León

Rosario de Velasco, con su hija María del Mar en brazos, su hermana Lola y sus sobrinos Fernando y Álvaro, en Espinosa de los Monteros durante la Guerra Civil. - Foto: Archivo familiar

En los periódicos, a veces, pasan cosas. La que se va a contar aquí ocurrió en la portada de este rotativo el 14 de noviembre de 1928. DB se hacía eco de la publicación del libro de María Teresa León, Cuentos para soñar, bajo el muy preciso epígrafe 'Literatura femenina'. Pero lo que hizo aquel anónimo redactor fue mucho más que eso: en las 90 líneas de la crónica que le dedica, no solo ensalza la obra de la escritora que veló sus primeras armas literarias en esta casa, sino que pone de manifiesto, sin escatimar en adjetivos muy halagadores, el valor intelectual y el trabajo de otras dos mujeres que habrían de pasar a la historia: la autora del prólogo, María Goyri, filóloga, investigadora, primera española en obtener un doctorado en Filosofía, feminista de primera hora, casada con Ramón Menéndez Pidal y a la que se cita como 'mujer de' -cosas de la época, la llaman 'fiel colaboradora y compañera'-, y Rosario de Velasco, a la que se presenta así: «Otra mujer, casi una niña, Rosario de Velasco, también muy conocida en Burgos, ha ilustrado la obra de un modo admirable. Las policromías con sus atrevidos y perfectamente armonizados tonos de color; los dibujos a pluma de rasgos valientes en figuras cuyo complicado trazo parece buscado de propósito para destacar la seguridad en el triunfo; las sencillas viñetas de que está cuajado el libro, denotan no ya una artista que maneja los útiles con rara perfección, sino que ha entrado en la entraña de su misión y se ha adaptado de un modo maravilloso al espíritu de la obra».

A esta misma Rosario de Velasco, la de las policromías atrevidas y los dibujos de rasgos valientes, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (y más adelante, el Museo de Bellas Artes de Valencia) le va a dedicar entre el 18 de junio y el 15 de septiembre una exposición en la que se podrá comprobar el inmenso valor de su obra, buena parte de ella desperdigada por el mundo y recopilada (aunque no toda) después de mucho esfuerzo de la sobrina-nieta de la autora Toya Viudes, que inició hace más de un año a través de las redes sociales y los medios de comunicación una búsqueda incansable de sus cuadros. 

¿Quién era Rosario de Velasco, «muy conocida en Burgos», tal y como se afirmaba en la crónica? Pues una de las pintoras más vanguardistas de su época, una mujer culta, libre y viajera que triunfó en la Edad de Plata de la cultura española -la de los años previos a la Guerra Civil, sobre todo los de la Segunda República, en los que la mujer española alcanzó la mayoría de edad a todos los niveles-, y cuya figura se fue diluyendo con el tiempo y, más tarde, cayó en el mismo olvido que sus compañeras de generación que, por suerte, en la última década han vuelto del olvido gracias a proyectos como el de Las Sinsombrero, que la incluye en su nómina. 

Con ‘Adán y Eva’, que está en el Reina Sofía, ganó la Segunda Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1932. Su sobrina-nieta sostiene que no le dieron la primera «porque era una mujer y no había precedentes».Con ‘Adán y Eva’, que está en el Reina Sofía, ganó la Segunda Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1932. Su sobrina-nieta sostiene que no le dieron la primera «porque era una mujer y no había precedentes».

Discípula desde los 15 años de Fernando Álvarez de Sotomayor, académico de San Fernando y durante muchos años director del Museo del Prado, De Velasco, fue miembro de la Sociedad de Artistas Ibéricos, y su obra se pudo ver en París, Venecia o Estados Unidos. Participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid en el mismo año en que ilustró Cuentos para soñar, cuando apenas tenía 24. Más tarde volvería a esa cita en 1932, donde obtuvo la Segunda Medalla de Pintura -razón por la que uno de sus cuadros, Adán y Eva, cuelga en el Reina Sofía, precisamente en la misma sala que Ciclistas, de Modesto Ciruelos-. También lo hizo en 1934 y en 1936. «En el 32 no se llevó la primera medalla porque era una mujer y dijeron que no había precedentes», rememora su sobrina-nieta. La obra de Rosario también se expuso -era una grandísima ilustradora- en 1931 en el I Salón de Dibujantas organizado por el Lyceum Club Femenino, la primera asociación feminista que hubo en España. 

¿Por qué decía este periódico en 1928 que Rosario de Velasco era «muy conocida en Burgos» a pesar de que había nacido en Madrid? Su padre, Antonio de Velasco Martín, que era militar y profesor de dibujo, estuvo durante un tiempo destinado en la ciudad cuando había alcanzado el grado de capitán y se imbricó en su sociedad de tal manera que DB publicó en sus páginas en 1902 (dos años antes del nacimiento de la pintora) el permiso que le dio el Ejército, que entonces era perceptivo, para casarse con María del Rosario Belausteguigoitia y Landaluce, madre de Rosario. La sobrina-nieta de la pintora está segura de que no llegaron a vivir aquí, pero el hallazgo en nuestra hemeroteca de varias clasificaciones de tenis femenino en los últimos años veinte y los primeros treinta en las que aparece la pintora -que fue una gran deportista aficionada, como recuerda Toya Viudes- puede apuntar a la posibilidad de que, si bien la familia volvió a Madrid, nunca perdió la relación con esta ciudad. Como curiosidad, a esa especialidad que practicaba Rosario por entonces se le llamaba lawn-tennis y en Burgos había una sociedad específica donde jugaban hombres y mujeres.

«Rosario y María Teresa León fueron amiguísimas -también ilustraría La bella del mal de amor, editada por Hijos de Santiago Rodríguez- a pesar de que estaban, ideológicamente hablando, en las antípodas, pero aquel era un tiempo en el que se podía hablar de todo con tranquilidad y sobre todo en su caso, que eran dos mujeres muy inteligentes que cada una llevaba la vida por un lado pero que se entendían muy bien», explica Viudes, en referencia a lo que ocurriría tras esas primeras colaboraciones: la cercanía de Rosario de Velasco a la Falange desde su creación en 1933, en la que participó activamente, y la militancia comunista de León. Viudes no sabe exactamente dónde se conocieron las dos artistas y apunta a que pudiera ser en Madrid, pero tampoco puede descartarse la posibilidad de que lo hicieran en Burgos, ya que en los mismos años en los que María Teresa León tenía una intensa actividad social y literaria en la ciudad, Rosario de Velasco no solo pintaba sino que ganaba aquí campeonatos de tenis y era, como ya se ha dicho «muy conocida» en la ciudad donde, además, colaboraba con Hijos de Santiago Rodríguez ilustrando diferentes libros. 

Detalle del cuadro ‘Las lavanderas’, que siempre ha permanecido en la familia. Detalle del cuadro ‘Las lavanderas’, que siempre ha permanecido en la familia. - Foto: Archivo familiar

En Las Machorras. La relación de De Velasco con la provincia tendría un segundo capítulo, esta vez ya en plena contienda. Su profunda religiosidad, su nunca ocultada admiración por José Antonio Primo de Rivera y su militancia en Falange y en la Sección Femenina hicieron aconsejable, cuenta su sobrina-nieta, que se marchara de Madrid «con lo puesto, una circunstancia muy dolorosa, justo cuando estaba gozando de un éxito increíble a nivel personal y profesional»: «Primero estuvo en Valencia y más tarde en Barcelona, donde fue detenida y encarcelada en la Modelo. De allí la rescató el que luego fue su marido, el médico Javier Farrerons, que tenía gran amistad con el facultativo de la cárcel. Ambos se la llevaron por la noche en una carretilla y así se salvó de morir. Al día siguiente su compañera de celda fue fusilada».

Tras este episodio, se casa con Farrerons, escapan a Francia y vuelven «por la zona nacional» a instalarse en Las Machorras, cerca de Espinosa de los Monteros, donde estaban los padres de Rosario y algunos otros miembros de su familia. Él llegó a ejercer en Espinosa como titular interino y estuvo inscrito en el Colegio de Médicos de Burgos entre junio de 1938 y mayo de 1939. Pero ni siquiera en esos tiempos Rosario deja de pintar y suyo fue un mural del Santuario de Nuestra Señora de las Nieves en Las Machorras, desgraciadamente desaparecido: «En alguna entrevista recuerda que se heló de frío mientras pintaba porque había temperaturas bajo cero, pero que la mantenía su fe, puesto que era súperreligiosa», apunta Toya Viudes. En Espinosa la pareja vivió un capítulo singular que hasta tuvo un espacio en la prensa del momento. Y es que su perro Skipi, un setter al que estaban muy unidos y que dejaron en Barcelona, recorrió durante dos años la distancia que les separaba de sus dueños y les encontró a más de 600 kilómetros. 

Tras la guerra inicia una nueva vida en Barcelona, se rodea de intelectuales como Dionisio Ridruejo, Carmen Conde, Eugenio D'Ors o Mariluz Morales, que fue directora de La Vanguardia, y continúa creando: pintó la cúpula de la capilla del colegio mayor Santa Teresa (nombre que se le dio a la Residencia de Señoritas tras el golpe de Estado) de cuya directora, la falangista Matilde Marquina, Rosario fue muy amiga. Participó en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura de 1941 y en la Bienal de Venecia del 42. D'Ors la selecciona para el II Salón de los Once, donde también exponen Pablo Gargallo o Benjamín Palencia; en 1968 recibe el Premio San Jorge y en el 71 la galería Biosca le dedica una muestra individual en Madrid.

«Ella reflexiona sobre esta segunda etapa y afirma que tiene que empezar desde cero después de todo lo que había conseguido. Nadie sabía en Barcelona quién era, pero sigue pintando, aunque nunca tuvo marchante ni se interesó demasiado por vender porque todo aquel ímpetu del principio desapareció, nunca volvió a ser la misma. Hacia la década de los 70, cuando su pintura es vuelve más expresionista, es cuando ella dice 'ahora sí que sé pintar'», afirma Toya Viudes.

La exposición del Museo Thyssen se va a centrar en las impresionantes obras que hizo en los años 20 y 30 pero la idea de su descendiente es seguir explorando su producción y mostrarla entera más adelante «pues siguió pintando hasta muy poco antes de morir». Se tienen localizados entre 300 y 400 de sus cuadros que van a ir mostrándose «poco a poco»: «Nuestra idea es rescatar a una grandísima artista española cuyo primer gran éxito El baño, de 1930, es nuestra espina clavada porque no lo hemos encontrado... aún».