Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


El respeto

30/11/2022

Por la boca vive el pez cantaban Fito y los Fitipaldis poniendo música a cómo las palabras despiertan lo que somos y nos define. El maestro de la escuela de un pueblo francés ocupado por las tropas de Hitler se despedía de sus alumnos leyendo la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la que sabía que era su última clase antes de ser detenido para ser fusilado. Había sido siempre un hombre temeroso, acobardado y que lloraba en los bombardeos provocando hasta la burla de sus escolares. Eso, hasta que, como le sucede al Pereira de Tabucci, termina encontrando su dignidad y el respeto en las palabras propias que al pronunciarlas le liberan y le engrandecen. Se cuenta así en Esta tierra es mía (Renoir, 1943), película que figura entre las imprescindibles y que, en ocasiones, en fechas próximas al aniversario de nuestra Constitución, uno vuelve a ver en el afán de celebrar cada una de las declaraciones que tratan de conquistar el respeto y al que solo con cultura no se llega. Los oficiales de aquella Alemania hablaban de la alta música, valoraban el arte, citaban a Shakaspeare y eso no les alcanzaba porque el respeto requiere más. El respeto es bondad en el sentido machadiano de la palabra; equivale a ciudadanía, a veneración por los demás porque su mera condición humana lo exige.

Las palabras pueden funcionar como llave que abre y libera lo más grande que algunas almas guardan. Pero también son, en otras ocasiones, el espejo que refleja el alma agrietada de otros que las pronuncian. Un ejemplo son las salidas de pata de banco, mal intencionadas, de algunos de nuestros parlamentarios y parlamentarias, regionales y nacionales. Al escucharlas, a uno le parece que quisieran promover que se adoptara como letra de nuestro himno nacional el estribillo de aquel tema que cantara Raphael y que llevaba por título Escándalo, pero lo peor es el hastío que provoca la representatividad de personas que carecen de conocimiento, de aptitudes, de la menor sensibilidad y, lo que es peor, de la necesaria prudencia que es cualidad imprescindible para quien desee participar en política con un mínimo de altura. De que estos representantes estén donde están no es responsable el ciudadano, que vota ejerciendo el derecho de apoyar la opción política que considera más apropiada, sino quienes los incluyen en las listas de los partidos políticos, imponen esos 'modelos' y luego jalean su actitud menospreciando el respeto. Entre nuestras asignaturas pendientes, tenemos esa, el respeto.