La oferta de alojamientos rurales en la Ribera se eleva un 20%

L.N. / Aranda
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La comarca burgalesa cuenta en la actualidad con 105 casas, que registran una notable ocupación gracias al tirón del enoturismo o la buena ubicación geográfica. En el sector destacan que han dejado atrás la pandemia

La Ribera del Duero suma y sigue. El tirón del turismo ligado al mundo del vino o su buena ubicación geográfica se traducen en que la comarca cada vez recibe un mayor número de visitantes. Este interés por descubrir el sur de la provincia de Burgos también ha llevado a varios emprendedores a invertir y poner en marcha nuevos alojamientos en pueblos de la zona. De hecho, esta oferta ha aumentado un 20,7% en los últimos cuatro años, según datos facilitados por la Asociación para el Desarrollo Rural Integral de la Ribera (ADRI) y Acriduero, una asociación que engloba a 43 casas rurales de distintas localidades como Tubilla del Lago, Valdeande, Gumiel de Izán, Espinosa de Cervera o Villanueva de Gumiel. 

«Ahora hay 105 alojamientos en la Ribera del Duero», detalla Ana Belén Velasco, secretaria de Acriduero, frente a los 87 que incluía el registro de Turismo de la Junta de Castilla y León en 2019. Esta cifra sólo incluye casas rurales. Después habría que sumar hoteles, hostales, albergues o posadas, por lo que la oferta es mayor. La propia asociación empezó en 2013 con 10 socios y ahora suma 30 que gestionan 43 alojamientos en 20 pueblos. 

Velasco constata que el atractivo turístico de la comarca gana enteros con el vino como gran motor. «Visitar bodegas y hacer catas está muy de moda. Nos preguntan mucho por ello», asegura. También influye la posición de cruce de caminos, lo que favorece la llegada de grupos de Madrid y País Vasco, con la primavera y el otoño como épocas más fuertes. A todo ello se suma el tirón de Sonorama Ribera, unas fechas «en las que estamos a tope». Pero no sólo eso. Desde Acriduero subrayan que muchos asistentes toman nota de la gran cantidad de lugares que merece la pena visitar y regresan en otro momento del año ya que los días del festival se limitan únicamente a la música.

Nerea Alonso junto a la casa rural que inauguró el pasado julio en la localidad de Nava de Roa. Nerea Alonso junto a la casa rural que inauguró el pasado julio en la localidad de Nava de Roa. - Foto: DB

Así las cosas, entre unos factores y otros, otro buen síntoma es que los alojamientos rurales de la Ribera del Duero ya han recuperado el nivel de ocupación que registraban antes de que estallara la crisis de la covid e, incluso, en determinados meses han mejorado los datos. «Hemos dejado atrás la pandemia», remarca Velasco, que tampoco se olvida del tirón del turismo ligado a la naturaleza, con varias vías ferratas en la zona como referentes. 

Infinidad de consultas. Por su parte, Héctor Ibáñez, gerente de la ADRI, apunta que reciben una cantidad «enorme» de consultas para abrir casas rurales pero «no se materializan tantas como nos preguntan». Según Velasco, el boom se dio entre 2010 y 2020 y ahora «se ha moderado porque las subvenciones no son las de entonces». 

Nerea Alonso | Casa rural Las Bodegas (Nava de Roa)

Susana Blanco posa delante de su alojamiento rural en el municipio ribereño de Campillo. Susana Blanco posa delante de su alojamiento rural en el municipio ribereño de Campillo. - Foto: DB

«En el pueblo se vive genial y puedo conciliar»

Nerea Alonso está al frente de una de las últimas casas rurales que se han inaugurado en la Ribera del Duero. Desde julio gestiona el alojamiento Las Bodegas, en Nava de Roa. Detrás de esta reciente apertura se encuentra su decisión de dar un cambio de rumbo a su vida a raíz de ser madre. «Antes trabajaba en una fábrica en Aranda e hice un parón», cuenta. Junto con su marido decidieron comprar una casa que llevaba bastante tiempo cerrada y la arreglaron. No sin dificultades porque la obra duró cerca de un año y medio y, entre medias, les pilló la subida de precios de numerosos materiales. «Nos ha costado, pero hay que tirar para delante como sea», asegura. 

Ellos mismos se encargaron de derribar una parte de la vivienda. «Le dábamos caña los sábados y domingos». Nerea admite que les costó ver todo limpio, porque, entre otras cosas, había una gran cantidad de cochineras, gallineras y conejeras. Pero ahora, dice, «es una maravilla». Se refiere, especialmente, al patio con piscina del que pueden disfrutar sus clientes, así como una zona con mesas y barbacoa. Su casa rural dispone de cinco habitaciones y un comedor con chimenea. Así que, con toda la reforma ya finalizada, se muestra más que satisfecha por diversos motivos. 

En primer lugar, porque este trabajo le permite estar todo el tiempo en el pueblo donde se asentó hace 18 años tras conocer a su pareja y así evita los desplazamientos diarios a la ciudad. En segundo lugar, porque ha ganado en calidad en vida. Y en tercero porque la casa rural le facilita la conciliación de vida laboral y personal. «Como en un pueblo no se vive en ningún lado. Se está genial. Vamos, yo no cambio la calidad de vida que tengo aquí, con mi casa, mi jardín y mi perro. Los niños salen y no hay peligro», sostiene. En paralelo, la casa rural Las Bodegas va ganando clientes. «En Navidad estuvo llena y en enero tuvimos clientes dos fines de semana», apunta Nerea. Febrero siempre es un mes más flojo, pero marzo se presenta más animado y en Semana Santa ya registra una ocupación del 100%. «El vino es un atractivo importante», destaca optimista.

Susana Blanco | Casa rural Marité (Campillo de Aranda) 

«Al principio hay que estar muy al pie del cañón»

Susana Blanco es una auténtica todoterreno. Desde hace unos meses compagina su trabajo en el hospital de Aranda de Duero con la gestión de la Casa Rural Marité en Campillo de Aranda, que tras alquilar y realizar toda la documentación pertinente, puso en marcha en julio. Sabedora de que el turismo ligado al mundo del vino cada vez tiene más tirón y despierta mucho interés entre quienes visitan la Ribera del Duero, ella trata de facilitar a sus clientes toda la información que puedan necesitar para conocer de primera mano los viñedos, el patrimonio y la gastronomía... y que así regresen tantas veces como deseen. «Me he movido mucho por las bodegas y ofrezco descuentos. También les doy diversas opciones para comer, especialmente en asadores. Lo mismo con los vinos, si quieren visitar bodegas, hacer catas, comprar botellas...», enumera al respecto. 

Susana asegura que le encanta este negocio. Eso sí, es consciente de que «hay que estar muy al pie del cañón, sobre todo al principio». De ahí su búsqueda incesante de información para que sus clientes sólo se preocupen de disfrutar de los atractivos vitivinícolas de la comarca. «Les mando todos los horarios, el precio de las visitas a las bodegas, si ofrecen menús...». Todo cuanto se le ocurre, con el trabajo que ello implica. Porque Susana sabe bien que «el trato es decisivo».

Su alojamiento cuenta con seis habitaciones para 12 personas. Se trata de una casa que fue construida el año 1873, en la Plaza Mayor de Campillo. Explica que su dueño la restauró por completo y ella se ha encargado de comprar todo lo necesario para su puesta en marcha como alojamiento rural, lo que le ha supuesto «una inversión alta». Después de estos meses de rodaje y con los clientes «encantados», ella también realiza un balance positivo. Dice que empieza a sonreír económicamente y que ahora sus esfuerzos van encaminados a mantener lo logrado:«Es como todo, hay que regarlo día a día. Si no estás al pie del cañón, esto se cae». También gestiona el apartamento turístico Botica Gomelia en Gumiel de Izán.