El valle que vuelve a rebelarse contra el miedo y la violencia

RODRIGO PÉREZ BARREDO / Burgos
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La tensión generada por una vecina del Valle de Tobalina despierta fantasmas del pasado: en 1977 esta comarca vivió una situación similar, y entonces la presión de sus habitantes consiguió poner fin al temor que causaba una familia

Concentración celebrada en Quintana Martín Galíndez. - Foto: DB

La tensión y el temor que llevan padeciendo los habitantes del Valle de Tobalina de un tiempo a esta parte constituye, especialmente para los más mayores de la comarca, una suerte de déjà vu: aún no ha transcurrido medio siglo desde que la mayor parte de sus vecinos, tal y como sucedió hace una semana, se echaran a la calle para protestar y defenderse de una presencia tóxica, amenazadora y violenta que lograron quitarse de encima gracias a esa unión. Hace mucho que los vecinos de Quintana Martín Galíndez y los pueblos de su entorno viven con miedo por culpa de una vecina de la zona con un largo historial de denuncias por agresiones y amenazas; aunque ha llegado a estar detenida, e incluso condenada por sus fechorías, sigue campando a sus anchas y sembrando el terror en el valle, que se ha hartado: decenas de vecinos se concentraron el pasado domingo en la plaza mayor de Quintana para apoyar a una de las víctimas de la hostigadora y exigir a las autoridades y las instituciones soluciones porque entienden que esa mujer es un problema de todos. Y una amenaza para todos. El temor a una tragedia se palpa en el sentir del valle. «Cualquier día va a pasar una desgracia mayor. Y para entonces ya será tarde», aseguran.

A la concentración de la semana pasada, con la que se quiso llamar la atención de la Subdelegación del Gobierno, la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento tobalinés, Servicios Sociales, Guardia Civil, Administración de Justicia y toda instancia que pueda poner solución al problema de convivencia, asistieron vecinos que conservan intactos los recuerdos de aquel caluroso agosto del año 1977, cuando otro habitante, de nombre José María Molero, tenía sometida a la población del valle a un estado de psicosis, terror y angustia tal y como hoy sucede con N.F.D., la interfecta que tiene a la comarca tobalinesa en un sinvivir. Entonces, aquel Molero, que regentaba el bar 'La Ponderosa' -subarrendado al municipio- protagonizaba cada dos por tres altercados de lo más violentos: era habitual que se liara a mamporros a las primeras de cambios y sin que viniera a cuento, y esa actitud violenta era secundada también por una de sus hijas, que en cierta ocasión se lio a hachazos contra una tienda de ultramarinos. «Su hija es tan diestra con el hacha como con la lengua, y con ambas atemoriza a los vecinos», recogió un rotativo de la época que se hizo eco del ambiente de tensión que vivió en Tobalina. Se da en este punto un tétrico paralelismo: la persona que hoy provoca el miedo y el rechazo también ha blandido un hacha en una de sus violentísimas reacciones.

Aquel Molero había sido detenido hasta en una veintena de ocasiones después de que propinara numerosas palizas a vecinos del valle, al margen de las continuas amenazas que solía proferir, y de su carácter intimidatorio. «Lleva siempre un gran cuchillo para atemorizar a todos», aseguraban entonces los vecinos que, hartos de convivir con el miedo y a la vista de que nadie velaba ni por su integridad ni por la paz del valle, decidieron echarse a la calle durante tres días seguidos y ejercer, todos juntos (veraneantes incluidos), la presión suficiente para provocar la marcha de aquella familia. La gota que colmó el vaso de los habitantes del Valle de Tobalina fue la brutal paliza que sufrió a manos de Molero un vecino de Quintana, Ramón Bergado, al que dejó malherido y con el rostro casi desfigurado al decir de las crónicas periodísticas de aquellos días. El agresor fue detenido y encerrado de forma preventiva en Villarcayo. Fue en su ausencia cuando el vecindario decidió tomar cartas en el asunto, siempre de forma pacífica y cívica.

Desterrados. Con todo, fueron horas de enorme tensión, toda vez que los tobalineses llegaron a concentrarse en una parcela que Molero había hecho suya sin serlo (pertenecía al pueblo, pero el personaje se había hecho fuerte en la parcela, impidiendo a cualquiera el paso). Fue una medida de presión que, al cabo, logró el efecto deseado: después de aquella unánime demostración de rechazo, y viéndose acorralados, los Molero se marcharon de Quintana Martín Galíndez, desterrados. Regresó entonces la paz y la tranquilidad. Pero, como si todo fuera cíclico, la peor pesadilla de quienes vivieron aquella ha regresado en la persona de N.F.D. El deseo de los vecinos de la comarca es que tenga el mismo fin, y que quien hoy siembra la inquietud y el temor desaparezca de sus vidas. Y que todo haya parecido un mal sueño.