"Un cómico caduca en el tiempo, pero el payaso es universal"

A.S.R.
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Licenciada en Arte Dramático, Pepa Plana se resistió al juego de seducción de la nariz roja, pero al final sucumbió y ahora reivindica el lugar de la mujer en un masculinizado mundo. Actúa mañana, viernes, en el Teatro Clunia (23 horas, 10 euros)

Pepa Plana (i.) lleva al escenario del Teatro Clunia ‘Voces que no ves’, que comparte con la actriz Noël Olivé. - Foto: Aureli Sendra

Voces que no ves pone altavoz a la presencia de las mujeres en el mundo de los payasos, juega con lo que hubiera ocurrido si ellas llegan a ponerse la nariz roja a la vez que ellos y los focos se hubieran encendido a su paso. Pepa Plana (Valls, Tarragona, 1965) hace este ejercicio con la actriz Noël Olivé en un espectáculo «muy gamberro, muy divertido, muy loco» con el que se reencuentra con los burgaleses mañana viernes en el Teatro Clunia (23 horas, 10 euros) dentro de Las Noches del Clunia.

¿Aqué voces se refiere el título del espectáculo?

Voces que no ves plantea qué hubiera pasado si nuestras bisabuelas hubieran podido ser payasas. Toda nuestra historia está escrita en masculino porque las primeras payasas empiezan en los años 70 del siglo pasado, tenemos muy poquita trayectoria, y aquí jugamos con los números clásicos de circo tradicional, qué pasa cuando la nariz se pone en femenino. De alguna manera, damos voz a estas mujeres que, sin duda, estaban, pero no pudieron jugar. Este es el punto de partida, pero también estamos en estos momentos, en 2019, y hay cosas que tenemos ganas de decir las chicas cuando nos ponemos esa nariz roja.

¿Cuáles son esas cosas que tienen ganas de decir las chicas cuando se ponen la nariz roja?

Queremos derribar los prejuicios y estereotipos sobre la mujer que están en el refranero y vienen de antiguo, como que las mujeres cuando trabajamos juntas nos peleamos o eso de ‘mujer al volante, peligro constante’, o los piropos, que parece que nos tienen que gustar, pues no, a nosotras no nos gustan. Denunciamos de una forma muy divertida y muy gamberra. Es un espectáculo muy loco en el que hemos conseguido una complicidad estupenda porque no es fácil inventarse un dúo.

¿Cómo lo han conseguido?

Noël Olivé y yo éramos compañeras cuando estudiábamos teatro, somos licenciadas en arte dramático desde los griegos, desde el 89.Nunca habíamos trabajado juntas, a pesar de que de estudiantes compartimos pisos y viajes, pero nunca nos habíamos encontrado en la vida profesional y 30 años después... (se carcajea) ¡Dos cincuentonas haciendo de payasitas! Nos lo pasamos súper bien, con la experiencia de estos 30 años de oficio.

¿Por qué una licenciada en arte dramático elige el mundo de los payasos tan extraño en aquella época?

Yo no elegí ser payasa, la payasa me eligió a mí, que, aunque suene rimbombante, es verdad. Yo quería ser actriz dramática, pero la payasa ganó, aunque me resistí durante diez años, no fue a la primera. La primera vez que me puse la máscara más pequeña del mundo, la nariz roja, fue en París con Ariane Mnouchkine, directora del Théâtre du Soleil, no el circo, y fue un ‘buahhhh’. Yo todavía estaba estudiando arte dramático y fue bestial. Pero no me pilló, me entró un gusanillo, pero dije que no, que yo quería ser actriz. Después vi por primera vez a una payasa teatral para adultos, Gardi Hutter, que es como mi hermana mayor, y dije ‘buala, buala, buala’, pero ahí se quedó. Y hubo una tercera, Virginia Imaz, a la que conocí en un espacio ocupado autogestinado de Barcelona, donde la figura de la payasa política tiene protagonismo, y ya no hubo marcha atrás. No es casualidad que fueran tres mujeres las que guiaron mi camino, la falta de referentes te marca, yo no era payaso, era payasa, y había pocas.

¿Cómo fue su alumbramiento como payasa?

Cuando yo empecé me tenía que inventar, todas las payasas lo hacemos. Quién soy, qué quiero hacer, qué me pasa, cómo me visto, cómo me maquillo... Mientras en el mundo masculino hay tantos referentes, en el femenino apenas existen, contamos con menos historia, pero no pasa nada, tenemos todo por hacer, que puede ser una ventaja, tenemos hasta el derecho de cagarla.

Pero ahora quienes empiezan sí tienen espejos en los que mirarse...

Sí, sí, pero lo genial es que no hay dos iguales, cada una está emitiendo desde su satélite. Están muy guerreras, muy cañeras, con muchas ganas de decir cosas, se están quitando hasta la máscara, la nariz roja, y no pasa nada, porque la payasa es una actitud, no es ni un vestuario ni una nariz, no es lo mismo que ser cómica.

¿Qué diferencia a una y otra?
Un cómico hace un humor local, el mejor de Inglaterra viene aquí y no nos hace reír porque no tenemos sus referentes, un cómico caduca en el tiempo, sin embargo, el payaso es universal, se puede decir que somos poetas en acción porque buscamos esa esencia pequeña y, además, somos universales. Yo hago un espectáculo en Burgos y al día siguiente puede estar en Helsinki o Bogotá sin haber perdido nada. Somos frágiles, tontas, ingenuas, ridículas..., pero en el fondo somos personas humanas que ponemos un espejo delante de otras personas humanas que dicen ‘ay, cómo me he reído, pero ay, cómo me he emocionado’. A las payasas nos gusta tocar el corazón y el alma.

¿Qué lugar ocupa la payasa en la sociedad actual?

Malos tiempos para la lírica (ríe). No es un problema de género, que también, sino que a los espectáculos de payasos y payasas nos han metido dentro de un corralito, el de público familiar, y no es así. El payaso en su origen es para un espectador adulto, aunque haya propuestas preciosas para el infantil. Ahora al payaso teatral para adulto le está costando más que hace 20 años, vamos para atrás. El público no tiene ningún problema, pero los programadores no se atreven tanto y nos cuesta más mostrar nuestros trabajos en festivales de teatro, cuando antes era lo más normal. Y como mujeres payasas nos cuesta también entrar en el circo tradicional, pero están cambiando cosas. Yo tuve la suerte de trabajar dos años en el Cirque du soleil, pero era la primera vez que una payasa con nariz estaba ahí. Ahora estoy en el circo de la luna.

¿Cuál es ese circo de la luna?

Ese en el que hago mis espectáculos, cumplo mis sueños, hago lo queme da la gana. Ahora prefiero hacer mis cosas, pero otro día puedo estar en otro gran montaje.Yo vivo en el país del sí. Me apasiono por todo. Si dices no de entrada te pierdes mucho juego.

¿Alguna vez se quita la nariz roja?

No, todavía no, aunque la payasa no es la nariz, ni el vestuario ni los objetos, pero me gusta llevar la máscara, me identifica. No sé si me la voy a quitar, estoy muy a gusto con ella.