El teléfono al que llama no existe...

P. Velasco
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En Castilla y León quedan unos 600 terminales por retirar de las calles, especialmente en León y Valladolid, un trabajo que prevén estén concluido en el primer trimestre del año 2024

Una de las últimas cabinas telefónicas que todavía no se ha retirado de la capital soriana. - Foto: Eugenio Gutiérrez

Hay generaciones que nunca han utilizado una cabina de teléfono ni saben cómo se utilizaban. Incluso muchos jóvenes y niños de hoy en día jamás se han fijado en ellas ni les ha llamado la atención para recordar donde encontrarlas porque cada vez quedan menos en toda España, y Castilla y León no es una excepción. Durante décadas –la primera cabina se instaló en España en 1928–, fueron esenciales porque se utilizaban continuamente para ponerte en contacto con familiares, amigos o por temas laborales. Por unas monedas podías comunicarte con cualquiera rápidamente antes de que sonara el pitido que anunciaba que el dinero se estaba terminando. Sin embargo, el avance tecnológico, especialmente en la telefonía móvil, convirtió en «obsoleto y gravoso» mantener estos terminales que, en la mayoría de los casos, han sido objeto prácticamente a diario de actos vandálicos.

Actualmente, según los datos facilitados a este periódico por Telefónica, quedan 611 cabinas telefónicas en la Comunidad que todavía no se han retirado distribuidas por todas las provincias, especialmente Valladolid y León, ya que es donde más había porque iban relacionadas con el número de habitantes. Su desaparición total lleva años alargándose. En primer lugar, la ley obligó a la compañía a mantener las cabinas hasta finales de 2016, aunque finalmente Telefónica alargó el mantenimiento de un número mínimo de ellas hasta 2018 como parte del servicio universal de telecomunicaciones.

Ese año quedaban en las calles de la Comunidad un total de 785 terminales, una cifra bastante reducida si se tiene en cuenta que en el verano de 2015 había 1.506. Ahora, después de que el Gobierno aprobará definitivamente en enero de 2022 la legislación por la que dejan de ser un servicio universal y haya liberado a Telefónica de su mantenimiento tras varios concursos públicos desiertos y la posterior adjudicación obligatoria a esta compañía, todavía se mantienen en la región más de 600.

Su desaparición no se está produciendo tan rápido como se preveía, ya que dependen de las autorizaciones de cada ayuntamiento para su retirada y la compañía se ha encontrado con situaciones muy diferentes, desde los que conceden una autorización general para todo el municipio a los que exigen un proyecto específico para cada una de las cabinas, por lo que en muchas ciudades siguen formando parte del mobiliario urbano. La planificación prevista por Telefónica, según señalaron fuentes de la compañía, es ir retirando de forma progresiva todas las cabinas, por lo que confía en que a finales de 2023 o el primer trimestre de 2024 podrían dejar de verse en los municipios, «más allá de que de forma anecdótica algún consistorio quieran mantener alguna o darle diversos usos como huertos verticales, librerías y obras de arte urbano».

Por provincias, la mayor parte de las cabinas telefónicas se mantienen en Valladolid y León, donde quedan en la actualidad 134 y 122, respectivamente. A estas provincias le siguen Burgos con 82, Salamanca con 77, Palencia y Zamora con 53 en cada una de ellas, Segovia con 40, Ávila con 29 y Soria con 21.

Desde enero de 2022

Fuentes de Telefónica indican que en otros países de la Unión Europea se liberó a las compañías del mantenimiento de estos terminales en las calles hace muchos años, un paso que en España no se hizo hasta enero de 2022 pese a que hasta la CNMC aconsejó hace años su retirada. El ochenta por ciento de los españoles reconoce no haber usado nunca una cabina y su uso promedio en el último año de existencia era de menos de una llamada semanal.

La primera cabina en España fue ubicada en el parque madrileño del Retiro en 1928 y funcionaba con fichas. A partir de la década de los sesenta empezaron a usarse con monedas y ahí comenzó su auge con su instalación en todas las provincias españolas. Ahora, casi cien años después de aquella primera llamada desde la calle, su vida útil ha llegado a su fin, aunque se siguen barajando alternativas para el mantenimiento, al menos de algunas de ellas.

Esto ha ocurrido en Burgos, donde la asociación vecinal Zona G ha rescatado cinco de ellas en el barrio de Gamonal con un fin artístico y cultural gracias a la mediación del Ayuntamiento con la compañía telefónica, y de esta manera dar una segunda vida a este elemento urbano.

En Astorga (León) también se han cedido varias cabinas que la Concejalía de Cultura y la Biblioteca Municipal han transformado en bibliocabinas para fomentar la lectura. Los libros expuestos pueden ser cogidos con total libertad para ser leídos, mientras que los lectores que lo deseen podrán devolverlos o quedárselos. Este mismo se repite en dos cabinas de madera que se mantienen en Candelario (Salamanca), al igual que en otra ubicada en la localidad zamorana de Fermoselle.