Juan Carlos Pérez Manrique

Estos días azules...

Juan Carlos Pérez Manrique


Ilustrados

03/05/2023

Vuelvo sobre textos relacionados con aquellos años, años para tampoco olvidar, de nuestra historia en los comienzos del siglo XIX. Sobre textos y sobre imágenes, que la imagen es pensamiento. Con la imagen formulaba Goya su radicalización contra la invasión de tropas extranjeras porque como humanista de nuestro tiempo, aunque quería las ideas de la Ilustración, sabía que matar por una idea no es defender una idea, sabía que eso simplemente es matar ya que no hay idea que justifique invasión, ni salvajismo ni masacre. Que la guerra es solo horror, lo cuenta en Los Desastres como lo cuenta también en Los fusilamientos del 3 de mayo que tuvieron lugar en esa fecha, como hoy, en la montaña del Príncipe Pío ese día de 1808. El Profesor G.C. Argan, al escribir sobre esa pintura, habla de soldados marionetas de uniforme, símbolos de muerte sin rostro, enfrentados al grupo de patriotas yacentes o que a punto de morir parecen despojados en ese trance de cualquier heroísmo y solo habitados por el horror. Es lo mismo que sucede en las imágenes de Picasso cuando retoma el tema en Masacre en Corea (1951) insistiendo, a la vez, en el recordatorio de que si el sueño de la razón produce monstruos, el desvelo igualmente puede fabricarlos.

Fusilamientos como los que tuvieron lugar esa fecha tras el levantamiento de madrileños, tuvieron lugar en otros lugares. En Burgos, su población tuvo que enfrentarse al sometimiento y la rapiña del ejército de Napoleón, a ejecuciones, al hambre, a la ruina y saldrá demasiado incapaz en muchos planos para después levantarse sobre los principios que el nuevo tiempo traía.

Algunos años antes de ese período tan calamitoso, otro ilustrado, con una aportación profunda en el ámbito político e intelectual, sabio y viajero, próximo a Goya y por él retratado, fue Jovellanos, que estuvo en Burgos en 1795 y en 1801. Como buen ilustrado, apreció el valor de cartularios y documentos, la riqueza de vegetación, el magnífico nuevo paseo (Espolón), la belleza de edificios y de monumentos como la Catedral a la que dedicó comentarios técnicos (Burgos en la literatura moderna/L. Romero) pero advirtió de sus debilidades al escribir que aún la pereza allá se santifica y la ignorancia se regala o al señalar, en sus Diarios, el mal estado de algunos de sus monumentos e insistir en su decadencia cultural manifestada, además, en la caída de producción editorial o de actividades teatrales como su clero procuraba. La guerra también agravó esos otros igualmente desastres.