La vida en blanco en Las Merindades

A.C.
-

Los vecinos de Agüera de Montija, de los pocos afortunados que disfrutan de bar y panadería en el pueblo, no dejaron de acudir a por el manjar diario ni mostraron queja alguna ante la nevada que les trajo la borrasca Gérard

La vida en blanco en Las Merindades - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Los vecinos de Agüera de Montija son afortunados por partida triple. Porque son los únicos entre los dieciocho pueblos de la Merindad de Montija que disfrutan de un bar y ultramarinos, que siempre ha estado ahí desde 1929. Porque además pueden saborear cada día el pan de leña recién hecho en el horno centenario del negocio que regentan Alfonso Fernández y Mari Carmen Pérez. Y además, porque todos afirman no temer en absoluto a la nieve. Acostumbrados a grandes mantos blancos, el que han traído las borrascas Gérard y Fien les parece más que asumible, a pesar de que ayer superó los 20 centímetros de nieve acumulada en sus calles.

El tractor con pala del Ayuntamiento limpió los accesos principales a primera hora. Prueba de ello daba la montaña de nieve que se acumulaba en la fuente del centro del pueblo.  Pero hacia la una del mediodía la nieve no paraba de caer y habían vuelto a cubrirse de nuevo todos sus rincones. A pesar de ello, nadie se quejaba y muchos vecinos acudían a la panadería pertrechados con botas y paragüas en busca del sabroso fruto del esfuerzo de Alfonso y Mari Carmen, ambos residentes en Villarcayo y que en septiembre reabrieron este antiguo negocio tras siete meses de cierre. Él ya estaba en el tajo a las dos de la madrugada. Fue a buscarla a ella para abrir el despacho y después salir al reparto y se las vio con la nieve. Habían tardado una hora y cuarto en llegar frente a la media hora de camino habitual y, por supuesto, rodearon por Medina de Pomar, puesto que el puerto de Bocos estaba más que difícil. 

Como cada día habían abierto muy temprano, a las siete de la mañana. Pero de las cien barras que había en las estanterías ya solo quedaban unas treinta o cuarenta a la una. La mañana se había dado bien. De Villasante llegó José Antonio con Silvia en el tractor, como todos los días. A primera hora, muchos montañeros también se habían surtido antes de ascender hacia el Pico Zalama (1.343 metros), una de las cotas más altas del entorno, en busca de paisajes de ensueño o de acercarse hasta la bella cascada de Aguasal, seguramente exuberante gracias a las lluvias de los últimos días.

Uno de los valientes clientes de la panadería era Félix Martínez, el alcalde pedáneo de Agüera. Con la frase «esto no es nada» describía la tempestad de nieve que caía sobre él a media mañana. El martes había estado pendiente de la crecida del río Cerneja, que se mantenía en su cauce tras haber bajado el caudal. Ayer le tocaba estar atento a la nevada y a las necesidades de sus vecinos, especialmente de los más mayores, pero todo estaba en calma y sin problemas. También había pasado revista a todos los caminos y no veía especiales dificultades para transitar, aunque lo mejor era hacerlo al volante de un todoterreno.

En la memoria de los más mayores del lugar, la gran nevada histórica fue la de 1958. En su retina, la más espectacular vivida fue la de 1978, el año en que se fue a la mili y dos metros de nieve cubrieron la pequeña localidad a orillas de la Nacional 629 y a pocos kilómetros del puerto de Los Tornos.

(Reportaje completo, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)