Optimismo en la Iglesia: 19 aspirantes a curas en el seminario

ANGÉLICA GONZÁLEZ
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El rector, Javier Pérez Illera, y el formador Agustín Burgos creen que la diócesis pasará sin problemas el examen al que están siendo sometidos todos estos centros por el Vaticano

Guillermo Pérez y Manuel Galindo, seminaristas. - Foto: Luis López Araico

Hace alrededor de un mes que un par de representantes del Vaticano están visitando todos los seminarios españoles para comprobar si los contenidos que imparten se ajustan a la Ratio fundamentalis, el nuevo plan de formación de los futuros sacerdotes. A Burgos llegó el pasado 15 de febrero el obispo uruguayo Milton Luis Tróccoli, enviado por el Papa Francisco a través del Dicasterio para el Clero, que se encargó de visitar las instalaciones del seminario de San José, conocer su economía, charlar con los jóvenes aspirantes a curas, con sus formadores y con el arzobispo, Mario Iceta, y los obispos de Soria y La Rioja, pues de ambas diócesis hay estudiantes en Burgos. Tanto el rector, Javier Pérez Illera, como el formador Agustín Burgos explicaron sentirse optimistas con el resultado de este encuentro que no solo deberá dar el visto bueno a los estudios sino que será muy relevante para la pervivencia del propio seminario.

Tienen a su favor, explican ambos expertos, los 19 seminaristas que lo habitan (10 de Burgos, 4 de Soria, 2 de Burundi y dos diáconos mexicanos) «que porcentualmente con respecto a la población es un  número significativo»; la existencia en la ciudad de una Facultad de Teología y el hecho de que se aplica desde el principio la Ratio pues tanto Pérez Illera como Burgos acaban de incorporarse hace apenas unos meses a sus respectivas responsabilidades «y no tenemos referencia de cómo era lo anterior»: «No pensamos que se llegue a plantear el cierre del seminario porque el número que tenemos de estudiantes es interesante y la formación está muy respaldada por la Facultad y también puede que juegue a nuestro favor que aquí ya confluyen estudiantes de otras diócesis, pero no hay nada decidido. Creemos que después de recoger toda la información  desde el Vaticano se darán unas pautas. Pero no creo que vayan a decir 'este tiene que cerrar y este no'», señaló el rector. 

Tróccoli también conoció el seminario Redemptoris Máter, vinculado a las comunidades neocatecumenales (kikos), que tiene 8 seminaristas y sobre el que no parece que haya planes de fusión con el de San José, a pesar de que uno de los objetivos importantes de estas visitas del Vaticano es que no haya espacios de formación de sacerdotes con tan poco número de alumnos. En todo caso -apuntan fuentes cercanas a los neocatecumenales- lo que podría darse sería una fusión con los seminarios de los kikos que hay en otras diócesis.

Otros usos del edificio. Lo cierto es que ante la cada vez más acusada falta de vocaciones, el papa Francisco se ha propuesto reorganizar los seminarios existentes -sin descartar el cierre de algunos- porque entiende que con pocos estudiantes no se puede hacer una verdadera vida de comunidad, que es una de las características de estos centros formativos. De las instalaciones del de San José, ubicado en el Paseo del Empecinado, ya solo se usa la mitad desde el curso pasado. El resto del espacio se ha alquilado a la escuela de pilotos Good Fly como residencia para sus alumnos. Dice el rector, Javier Pérez Illera, que era un espacio que no se utilizaba y que de esta manera se ayuda a la sostenibilidad financiera de la institución. Seminaristas y estudiantes de aviación apenas se cruzan porque tienen entradas muy diferenciadas.

Apenas son 19 -ya se ha dicho- los jóvenes que se están preparando para ser sacerdotes en el seminario de San José (hay 8 más en el Redemptoris Máter), lo que hace que sean una extraña minoría entre la gente de su edad. Manuel Galindo (Salamanca, 2000) lo sabe bien pero no se siente un chico diferente a pesar de que sin cumplir aún los 23 años ya ha pasado dos en un seminario misionero de Hungría, otros dos en el que tiene aquí la comunidad neocatecumenal (los kikos), a la que pertenece, y desde el año pasado está en el de San José «por razones personales».

Manuel es muy guapo, sonríe mucho y disfruta enormemente cantando y tocando la guitarra. Le va el pop español pero dice que la canción Ojalá, de Silvio Rodríguez, le puso los pelos tan de punta la primera vez que la escuchó, que para él es muy especial. En su mesilla se encuentra la novela El italiano, de Arturo Pérez Reverte, porque fue su madre quien se la aconsejó. Este muchacho sintió la primera 'llamada' con apenas 16 años y gracias, dice, al ejemplo de un sacerdote de nombre Diego, perteneciente a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, cuyo fundador, Manuel Domingo y Sol, fue precisamente quien inauguró -va a hacer ahora 125 años- el seminario de San José.

Tras esa primera sensación de que probablemente estaba llamado a ser cura, Manuel «se abrió a la posibilidad», relata, porque notaba que le faltaba algo. «No me llenaba salir de fiesta pero sentía que me faltaba algo más, quizás tener una pareja o no, no lo sabía entonces, pero en el encuentro de la juventud de Cracovia lo tuve más claro que nunca cuando el Papa invitó a todos los jóvenes a no tener miedo».

Ahí se decidió. Quería experimentar «la alegría» que veía en otros sacerdotes y, sobre todo, ayudar a los demás. Ahora está en tercer curso en la Facultad de Teología y asegura que le encanta vivir en comunidad: «Elegir es renunciar y seguramente estoy renunciando a cosas pero estoy ganando espiritualmente, de eso no tengo ninguna duda».

Le escucha atentamente Guillermo Pérez (Burgos, 1990) a quien la 'llamada' le llegó un poco más tarde pues ya tenía 27 y estaba estudiando la declaración eclesiástica de competencia académica pues como futuro profesor de Primaria y Educación Especial -formación que recibió en la UBU- estaba interesado en dar clases de religión. Explica que tuvo una educación cristiana y volver a repasar conceptos como los sacramentos le encendió una luz y supo que Dios «le necesitaba» para dedicarse a los demás. 

Sus mayores -Pérez Illera y Burgos- les escuchan  complacidos y no dudan en decir que la iglesia católica burgalesa pasa por un momento de «esperanza e ilusión» y que son optimistas con respecto al futuro a pesar de que las cifras no parecen apuntar en esa dirección. Tal es así, que el formador Agustín Burgos dice que están en su mejor momento: «El proyecto de Dios sigue adelante  y creo que esta es la mejor época de la historia porque es la nuestra y podemos mostrar al mundo en lo que creemos».