Editorial

Un Dos de Mayo que se aleja de la política útil y de los ciudadanos

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La proximidad de las elecciones municipales y autonómicas del día 28 va camino de tensionar al máximo las relaciones institucionales y crear conflictos como el vivido ayer en Madrid durante la celebración del Dos de Mayo. La presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, y el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, llevaban ya 48 horas alimentando un escenario de crispación que, independientemente de la cuota de responsabilidad de cada parte, conduce a pensar que en la dirigencia política de nuestro país ya nadie recuerda que la ciudadanía exigió hace algunos años más política y menos ruido; en definitiva, centrarse en los problemas de la gente. No es que el Defensor del Pueblo juegue un papel que los políticos se estén tomando precisamente muy en serio, pero tras el lamentable espectáculo de ayer se recordaba en algunos foros la intervención que uno de estos representantes de la ciudadanía (José Chamizo, en Andalucía) protagonizó en el Parlamento de su Comunidad en 2011 y que concluyó dirigiéndose a los diputados de la Cámara con esta reflexión: «Hay que hacer un ejercicio de buena voluntad y avanzar para resolver los problemas del personal, pues la vida se nos va a veces en la pelea y la gente está muy enfadada, está hasta el gorro de todos ustedes».

Doce años después, las palabras de quien ejercía en funciones el papel de Defensor del Pueblo andaluz, vuelven a tener plena vigencia. 

El mensaje que los políticos dijeron haber entendido en 2011 sobre el hastío que habían llegado a causar a la sociedad y el consiguiente compromiso que expresaron por corregirlo parece ya completamente olvidado, y lo de ayer es un ejemplo de lo que ya viene ocurriendo desde hace tiempo. Nada de este episodio Díaz Ayuso-Bolaños importa en la calle, salvo para aquellos ciudadanos de a pie que viven la política desde el fanatismo. Afortunadamente son minoría, pero alimentar la crispación lleva aparejada la polarización entre la propia ciudadanía. El riesgo de que los debates de fondo sean un elemento secundario y prime la descalificación está ahí, es cada vez más palpable.

Los partidos llamados a gobernar la nación y a formar parte de la estabilidad de todas las instituciones están obligados a reorientar hacia la utilidad su manera de hacer política. PSOE y PP son las dos formaciones que se han alternado en el Gobierno de España desde 1982 y que hoy por hoy mantienen una posición de predominio que hace creer que seguirá siendo así durante un tiempo. Y son, precisamente, los partidos protagonistas del lamentable espectáculo de ayer, lejos del interés real de los ciudadanos. En ambos casos es exigible a sus respectivas direcciones nacionales una reflexión sobre qué tipo de política y políticos quieren promocionar. Pero también los ciudadanos tienen, obviamente, una cuota de responsabilidad que ejercer