Aurelio Medel

Hecho a mano

Aurelio Medel


Estigma en la palabra

28/01/2023

La Fundación España Habitar, nacida en Castilla y León, cuyo propósito es ayudar al desarrollo rural y de la que formo parte, ha lanzado a la Real Academia de la Lengua (RAE) el reto de revisar las acepciones del diccionario que contribuyen a estigmatizar el mundo rural. Esta iniciativa no pretende el absurdo de que se censure el diccionario; busca que algunos adjetivos se analicen con ojos de hoy y mirada constructiva. Las palabras tienen vida propia, por eso evoluciona el uso y el significado, y la RAE así lo va reconociendo en las sucesivas ediciones, donde incorpora nuevas entradas y modifica algunas acepciones.

La última edición del diccionario es la XXIII, de 2014. En ella, paleto, por ejemplo, es un adjetivo despectivo que significa poco educado y de modales y gustos poco refinados. En la segunda acepción dicho de una persona: rústica y sin habilidades para desenvolverse en ambientes urbanos. Esta descripción es nueva. En la edición anterior, de 2001, paleto era una persona o cosa rústica y zafia, o una persona falta de trato social. Esta descripción evolucionó muy poco desde el primer diccionario, de 1780, en la que paleto era un gamo (acepción que permanece) y un hombre rústico, zafio y de las aldeas.

¿Tiene sentido la incorporación que se hace en 2014, donde se confronta lo urbano y lo rural? Para los revisores, el paleto es el que no se desenvuelve en la ciudad. Es como si los lexicógrafos hubieran tenido delante el personaje de Paco Martínez Soria en películas como La Ciudad no es para mí. Esa es la España franquista de los años 60 del siglo pasado. El diccionario tiene un sesgo positivo con lo urbano que confronta con lo rural. Un urbanita es la persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad. Urbano quiere decir perteneciente o relativo a la ciudad, o que es cortés, atento y de buen modo.

La utilización de urbano y rural con cargas tan dispares seguramente viene del desarrollismo y la emigración masiva del campo a la ciudad de la segunda mitad del siglo pasado, de Los santos inocentes, de Miguel Delibes. Aquellas diferencias hoy están muy desdibujadas y es imposible sostener que la zafiedad sea patrimonio de lo rural. Si queremos frenar la despoblación, empecemos por el dardo en la palabra, que diría Fernando Lázaro Carreter, 'cultivador' de los que hicimos la EGB.