«Sueño con ser un torero de toreros»

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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12 meses con nombre propio | Marzo: Roberto Martín 'Jarocho'. Es la tercera generación de una estirpe de toreros. Este año debutó con picadores este chaval de Huerta de Rey que tiene los pies en la arena y los sueños por las nubes

Roberto Martín 'Jarocho'. - Foto: Alberto Rodrigo

Un protagonista por cada mes. Una historia de éxito, de superación o de lucha detrás de cada rostro. Representan a muchos más, a todos los hombres y mujeres que llevan el nombre de Burgos por bandera y que nos mejoran como sociedad. '12 meses con nombre propio' es el anuario humano de Diario de Burgos de este 2023. En marzo el protagonismo es para... Roberto Martín 'Jarocho'.

Creció entre capotes, muletas y trajes de luces. Así que antes de que se diera cuenta se soñó torero. Y no uno cualquiera: si acaso, un matador con la quietud, la verticalidad y el misticismo de Manolete. Casi nada. Tiene, pese a su juventud, una madurez que da escalofríos. Quizás no pueda ser de otra manera si uno decide ser torero, que es danzar con el riesgo y enfrentarse a la muerte con un paño en las manos, y con valor, hondura y verdad. Se llama Roberto Martín, pero quiere que le llamen por su nombre taurino: Jarocho, el mismo con el que su padre y su abuelo recorrieron las principales plazas del mundo toro. Este chaval de Huerta de Rey ha dado este año que se extingue un paso esencial en la búsqueda de su particular sueño: debutar con picadores. Lo hizo en la plaza salmantina de Ciudad Rodrigo, de donde salió triunfador tras cortar dos orejas en la novillada, y ese fue el motivo que le llevó a salir en la portada de este periódico en el mes de marzo.

No oculta su ambición: «Quiero ser figura del torero; sueño con ser el mejor, un torero de toreros». Es pura determinación Jarocho, quien es también plenamente consciente de lo difícil que es alcanzar el Olimpo sobre la arena de un albero, un lugar para elegidos. Pero no se arredra ante nada, y sabe que su anhelo exige sacrificios. No es un joven como los demás, y lo sabe. Pero no le importa. En su cabeza y en su corazón anidan vastos horizontes que se llaman emoción, belleza, un coro de olés, trofeos, éxito. Confiesa sentir un gusto especial por el toreo puro, clásico, vertical, que derroche pasión y naturalidad.

Dice llevarse bien con el miedo y que si tiene un referente al que le gustaría parecerse es a aquel genio llamado Manolete»

Y sabe que la muerte es algo más que una palabra cuando se trata de colocarse delante de un animal con cuernos resuelto a cogerte. Asume con pasmosa naturalidad esa realidad inmutable. Igual que con el miedo. Reconoce Jarocho que hay que convivir con ese sentimiento. Pero no sólo se trata del temor al toro; también está el temor al fracaso, a defraudar a quienes confían en él, a no ser él mismo. «Es importante que existan esos miedos para ser capaz de superarlos», dice Jarocho. No. No le da miedo la muerte porque en el mundo del toro es algo consustancial: muere el toro y puede morir el torero. A este huertaño lo que más miedo le da es lo que sufrirían los suyos si algo le ocurriera.

Está trabajando duro en tierras salmantinas, sacando lo mejor de sí mismo, cuanto atesora en su interior, buscándose a sí mismo para poder expresarlo con toda la pureza. Va poco a poco, pero sin pausa. Algún día llegará el gran día: la ansiada alternativa. Cuanto suceda a partir de entonces aún no se ha escrito. Él va cubriendo etapas, y disfrutando a medida que va avanzando en su camino. Pero sueña por todo lo alto aunque tengas los pies en la arena. Lo tiene claro -muy claro- Jarocho. «Sueño con ser el mejor. Con que los chavales que empiezan quieran ser como yo. Sueño con que la gente se emocione con mi toreo. Sueño con expresar todo lo que llevo dentro. Y que algún día me recuerden como un pedazo de torero. Un figurón». Olé.