Lo que el fuego ha unido

P.C.P. / Santibáñez del Val
-

Santibáñez del Val recuerda las llamas de 2022 con danza, una ruta guiada por quienes más saben del cuidado colectivo de los montes, un ajo carretero y planes colectivos para el futuro

El monte quemado domina aún el paisaje de Santibáñez del Val, donde ayer tocaron las campanas no para avisar del fuego, sino para celebrar la jornada de confraternización vecinal. - Foto: Valdivielso

A Encarna le gusta echar la partidilla cuando vive en el pueblo, de mayo a octubre. Hace unos días estaba concentrada en sus cartas y un 'buenas tardes' le sacó de su ensimismamiento. Era el guardia civil de Covarrubias que aquella tarde les salvó a ella y a su marido del infierno en el que se había convertido Santibáñez del Val, aunque por poco no lo cuentan. «Lo pasamos muy mal. Al llegar a la curva de Silos, se nos vino todo el fuego encima. Menos mal que el agente tiró para adelante y conseguimos salir», recuerda angustiada.

De la impresión se quedó sin habla y tardó en reaccionar. Recuerda que el coche patrulla estaba lleno de botellas de agua y que en él viajaron hasta Carazo, desde donde una mujer les llevó al polideportivo de Salas de los Infantes a pasar la noche. Su marido, de 91 años, en el momento en que hubo fuego llamó a los hijos, que con la manguera que utilizan en las huertas defendieron las casas. La manguera acabó calcinada y sus pestañas también -«estuvieron 15 días sin ir a trabajar»- pero salvaron los edificios. «Si no es por ellos, me hubiera quedado solo con esta casa», explica Encarna desde la parte trasera, mientras señala el arroyo por el que corrían las llamas.

Sigue Encarna, como casi todos allí, pensando que fue un error no permitir a los vecinos que se quedaran a defender las casas, y que tampoco tenían que haberles empujado hacia Salas, sino hacia donde el fuego ya había pasado. 

Porque el incendio que devastó esta zona del Parque Natural Sabinares del Arlanza-La Yecla hace un año no ha desaparecido ni de las conversaciones ni de sus vidas. Cada vez que suben al monte a pasear vuelven tiznados y con la ropa impregnada del olor a chamusquina. «Tienes que cambiarte otra vez. Los enebros todo lo pintan. Y aquello no brotará tan fácil», opina esta mujer, de 82 años.

Otros, que han venido al pueblo a conmemorar el primer aniversario del suceso, tienen una visión más positiva. De la incertidumbre y la tristeza que les invadió en aquel final de julio han mudado a la esperanza, al ver que «se ha unido mucho la gente» y que la rehabilitación avanza. «Me sorprende la rapidez de la administración en cuanto a las ayudas y a la reconstrucción, quizás también porque la alcaldesa se ha implicado mucho», opina Víctor Palacios junto a la mesa en la que compartieron ajo carretero más de 100 personas, tras completar los 12 kilómetros de la ruta circular bautizada Cuando el sabinar te inspira a caminar y guiada por Jarda y Payaso, las vacas serranas de la Cabaña Real de Carreteros de Quintanar de la Sierra.

En solidaridad con los pueblos del Arlanza a los que golpeó el fuego llegaron el lunes desde la Demanda. Nadie como ellos para explicar los sentimientos que las llamas desatan y el efecto barrera que la acción colectiva y la cultura de la prevención tiene en el monte. En ese monte que, abrasado, se ha convertido en el principal activo para Santibáñez del Val y sus alrededor, que las ha puesto en un mapa en el que hasta ahora poco pintaban y, tremenda paradoja, ha traído a esta tierra cultura y arte.

El lunes disfrutaron del espectáculo Lodazal, creado por Enclavedanza a partir de la visión de los campos quemados, y esas artistas se juntaron con otros creadores visuales y conectaron tanto que de ahí saldrá un documental. Como de una sabina saldrá una obra del escultor Humberto Abad, que también ha intervenido en el bosque de Quintanilla del Coco, y de otras tantas, las puertas y ventanas de las casas a reconstruir como homenaje a sus ancestros. «Esto lo tenemos porque ellos trabajaron para nosotros», apostilla la alcaldesa, Ana María García, que ayer tuvo muy presente todo el día a su abuelo. Porque la memoria no se quema.