El misterioso terremoto de Tamayo

R. PÉREZ BARREDO
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El Diccionario Madoz recoge un extraño fenómeno registrado allí en 1848: «El viñedo y los árboles frutales que allí había desaparecieron, convirtiéndose aquel sitio ameno en peñasco árido y escabroso, las colinas y lomas en llanos...»

El caserío de Tamayo en los años 90, cuando se hallaba por completo deshabitado.

La naturaleza, cuando se desata, no sólo es incontenible y devastadora, como se acaba de comprobar con el terremoto que ha llenado de muerte y desolación Turquía.En ocasiones, puede ser también misteriosa, como sucedió con un temblor de tierra registrado en 1848 en la localidad burgalesa de Tamayo, cerca de la villa de Oña. Aunque durante décadas ha sido un despoblado que ahora intenta recuperar población y parte de su bello caserío, éste pudo haber sido destruido por un fenómeno natural que sigue constituyendo, todavía hoy, un verdadero enigma. Aunque la Red Sísmica Nacional data el primer terremoto registrado en la provincia de Burgos en el año 1939, cuando en Villarcayo se registró un seísmo de 4,3 grados en la escala Ritcher, es el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, obra de Pascual Madoz, el que ofrece la primera noticia de un importante temblor casi un siglo antes.

Tal y como aparece recogido en el monumental estudio, fue un fenómeno de lo más extraño, toda vez que afectó exclusivamente a esta localidad burebana. Así escribe Madoz a propósito de este episodio: «En los días 19 y 20 de marzo de 1848, que fueron de terror y espanto para los vecinos de esta población, ocurrió un horroroso fenómeno que pudo haberla hecho desaparecer de la faz de la tierra; dejaremos aquí consignado este acontecimiento terrible, recuerdo para la admiración de la posteridad». 

Continúa Madoz: «Un arriero que salía de la población principió a sentir que la tierra se conmovía a sus pies, y asustado retrocedió como pudo a ella, donde contó lo que ocurría. No tardaron las gentes en convencerse de la certeza de cuanto el arriero les contaba. Las piedras se sacudían unas con otras; la tierra ostensiblemente avanzaba hacia el lugar; el viñedo y los árboles frutales que allí había desaparecieron, convirtiéndose aquel sitio ameno en peñasco árido y escabroso, las colinas y lomas en llanos, los llanos en terrenos desiguales y elevados...».

Parece una descripción más propia de la literatura del realismo mágico sudamericano, o de una suerte de tsunami terrestre pues más parecía cosa de una ola u ondulación de la tierra que la apertura terrible de ésta. En cualquier caso, resultó terrible según el relato recogido por Madoz. Raro y tremendamente misterioso: «Uno busca su heredad del trigo en el punto donde a su parecer debía estar, y la encuentra sembrada de patatas, y así lo demás; de suerte que nadie absolutamente conoce sus propias fincas.Lo más particular que ofrece este fenómeno es su larga duración, sintiéndose por dos días continuos, aunque con más o menos violencia». Remata la descripción Madoz invitando aún más al misterio: «El cielo se cubrió como de polvo por aquella parte donde tuvo lugar esta catástrofe, que afortunadamente no llegó al pueblo de Tamayo más que a una casa que derribó: a pesar de su proximidad a Oña nada percibieron ni sufrieron estos habitantes hasta la relación de los de Tamayo».

Una tierra tranquila. El Instituto Geográfico Nacional considera la provincia de Burgos como una tierra tranquila, en la que los seísmos o las posibilidades de que se produzca uno de importantes magnitudes, es más bien difícil. En España, regiones como Andalucía, Levante, Cataluña, Pirineos y Galicia son más proclives a los temblores de la tierra. Además del ya citado de octubre de 1939, está registrados en el IGN varios más. Cabe destacar el que se produjo en en el mes de mayo de 1966 en Huerta de Abajo, con 3,4 grados en la escala de  Ritcher. Ese mismo año, pero en las inmediaciones del embalse de Ordunte, se registró otro seísmo. Sucedió en el mes de diciembre y su intensidad fue de 3,8 grados, alcanzando un grado IV, el más alto de cuantos ha padecido la provincia: todos los habitantes lo sintieron. No volvió a producirse ningún movimiento sísimo más en Burgos hasta finales de la década de los 70, concretamente en 1978, cuando un temblor de 3,3 grados en la escala de Ritcher sacudió la comarca de Melgar de Fernamental. 

Al año siguiente, fue el pueblo de Montorio el que vivió otro leve terremoto, apenas perceptible para sus habitantes. De similares características fue el que se registró en Cerezo de Río Tirón en 1981. Al año siguiente, la tierra se agitó en Villasur de Herreros (3,1 grados) y en Bozoo. Ya en 1987 el susto alcanzó a los habitantes de Pedrosa de Valdeporres: 3,9 grados y una intensidad de IV. Por fortuna, el epicentro estaba casi 13 kilómetros de profundidad. Villasante de Montija en 1990, Treviño en 1991, Bañuelos de Bureba en 1999, Villasana de Mena en 2000, Miranda de Ebro en 2005 y Huérmeces en 2008, todos ellos leves y apenas perceptibles para los humanos, completan esta -por fortuna- tranquila lista de seísmos registrados en Burgos: en ninguno hubo que lamentar la pérdida de vidas humanas. 

ARCHIVADO EN: Terremoto, Burgos, Oña, IGN, Turquía