«Te comes mucho el tarro pensando en cuánto tiempo durará»

R. PÉREZ BARREDO
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La palabra ERTE ha sido una de las más pronunciadas en los últimos doce meses. Miles de trabajadores se vieron de la noche a la mañana con sus empresas cerradas y un abismo de inquietud por delante

Jairo Aostri, técnico de mantenimiento en un hotel. - Foto: Valdivielso

Los primeros tres meses (entre finales de marzo y finales de junio) los pasó en ERTE. Jairo Aostri, técnico de mantenimiento en el Hotel ABBA (que cerró sus puertas), se vio de buenas a primeras en casa. «Al principio me lo tomé como unas vacaciones. Pero cuando el tema empezó a alargarse y cuando empiezas a ser consciente de que muere mucha gente, todo cambia (él ha tenido la desgracia de haber perdido a un familiar muy cercano y de tener en su entorno casos de gente que lo ha pasado muy mal)».

Y a la preocupación y el miedo por la cuestión sanitaria se empezó a sumar el cansancio y el agobio por el futuro laboral. Pero el 1 de julio el hotel reabrió y volvió a trabajar a jornada completa. «Fue como coger oxígeno y pensé que igual la cosa ya empezaba a cambiar». Pero el verano fue un espejismo. Porque en octubre, vuelta a las andadas. De nuevo el hotel volvió a cerrar, aunque desde entonces él está a medio ERTE, ya que el mantenimiento debe seguir. Pero esa sensación, explica, está siendo peor que la de los meses en casa, porque cuando va a trabajar está solo. «Y estar solo en ese hotel tan grande, con esas instalaciones tan enormes... Es muy duro. Se te cae el alma a los pies al sentir todo vacío. Por ejemplo en Navidad, que en condiciones normales hay mucho trabajo por las cenas de empresa, la experiencia está siendo muy dura, la verdad. Te comes mucho el tarro pensando en cuánto tiempo va a durar esto».

La odisea de cobrar. Cobrar el ERTE ha sido una odisea, explica Jairo Aostri, que está casado y tiene dos hijos. «Igual estuve más de dos meses sin cobrar. Menos mal que tenía un colchón, pero cuántas veces pienso en quienes no tendrían ahorrillos. Gracias a ese colchón he podido tirar hacia adelante», subraya Aostri.

Con todo, pese a haber vivido un año tan duro, tiene confianza y esperanza en el futuro, si bien no tiene claro que en su trabajo vaya a volver la normalidad antes de que termine el año «porque esto va muy lento y creo que en Burgos va a costar salir». Así que, por si acaso, se ha puesto a hincar los codos. «Empecé a estudiar en septiembre porque no sabía qué iba a pasar. Estoy haciendo el grado de Administración de Sistemas Informáticos en Red. Al estar ahora en medio ERTE tengo más tiempo para poder estudiar. Es jodido, pero es que no sabes qué va a pasar mañana, aunque tenga confianza», concluye.