La plaga de conejos se ha convertido en un problema importante para el campo burgalés y desde Asaja estiman que cada año se producen pérdidas de 3 millones de euros al verse dañadas unas 3.500 hectáreas de cereal. Hace un tiempo resultaba más habitual ver a estos animales junto a las autovías, autopistas y vías de tren, donde suelen criar, pero ahora existe tal cantidad que han colonizado también las tierras de cultivo y generan importantes destrozos en el trigo y la cebada.
«Desde las infraestructuras se desplazan luego a los pueblos y cultivos, ya que hay tantos ejemplares que se tienen que mover a otras zonas. Van buscando terrenos blandos y ahí hacen sus madrigueras, llegando así a sitios donde nunca ha habido. Si comiesen la hierba de las orillas no hay ningún problema, pero les gustan más los cultivos», explica Esteban Martínez, presidente de Asaja, que considera que tanto la Junta como el Gobierno deben tomar cartas en el asunto para regular la sobrepoblación. En la actualidad apenas se salvan las comarcas de Merindades y Demanda al tener un clima algo diferente.
Durante el nacimiento del trigo y la cebada es cuando se producen principalmente los daños, es decir, a partir de este momento. Ahora ya están gran parte de las hectáreas sembradas y los conejos empiezan a destrozar aquellas donde el cereal ha crecido un poco. «Luego en primavera esto empieza a tirar muy fuerte y no pueden con tanta cantidad de comida, igual en todas las fincas tienes dos o tres metros comidos por toda la orilla, que es muchísimo», lamenta Iñaki Martín, agricultor de Villagonzalo Pedernales. Calcula que cada año cuenta con entre un 20% y un 30% de pérdidas por esta razón.
Los conejos empiezan junto a las carreteras y vías y luego colonizan los sembrados. - Foto: Patricia GonzálezJesús Pérez, de Villagonzalo, expone con ejemplos que los conejos se están extendiendo a puntos donde antes no se les veía. «Viajan por los márgenes de autovías y carreteras. Por la BU-30, en la zona de Quintanadueñas, no había; ahora está plagado», comenta. Así, algunos están optando por no sembrar aquellas fincas que suelen ser las más afectadas o emplear alternativas como el guisante que no se lo comen. «Muchos tienen las tierras arrendadas y no cogen nada», dice.
Todos estos profesionales del campo coinciden en que el problema ha ido a más en la última década. De hecho, Arturo Martínez muestra su hartazgo con toda la fauna salvaje y los perjuicios que está ocasionando en su explotación. «Nos hacen unos destrozos increíbles. Nosotros en San Mamés ya tenemos también jabalíes y todo, en la orilla del Arlanzón es impresionante», manifiesta el agricultor. Además, menciona que estos daños -que cree que se pueden evitar si se ponen las medidas adecuadas- suponen un duro «golpe» a la hora de hacer las cuentas.
Se defiende el uso de productos químicos para poder controlar la sobrepoblación
Estas significativas pérdidas económicas tampoco se las cubren. «El seguro considera que son daños previsibles y dice que está para aquellos no previsibles -como inclemencias meteorológicas-, por lo que debes tener más del 60% de destrozo en la misma parcela y luego te van reduciendo la indemnización si es algo habitual», expresa Esteban Martínez. «¿Cómo evitamos nosotros que en uno o en dos años se vuelvan a producir estos daños? Si los conejos están aquí vamos a tener el problema siempre», argumenta Iñaki.
Entre las soluciones que proponen se encuentra el empleo de productos químicos para evitar que una parte de ellos se pueda reproducir, todo ello sin perjudicar a otros animales. Mientras, el presidente provincial de Asaja reconoce que no sirven para nada los «parches» que ponen desde Fomento o Adif, ya que las vallas que colocan tampoco suponen ningún impedimento para una especie que sigue campando a sus anchas. «Están perdiendo el tiempo y gastando dinero. Esto se ataja con voluntad y productos químicos para acabar con los ejemplares, pero luego nos chocamos con los colectivos ecologistas», manifiesta el presidente provincial de Asaja, que reconoce que esta especie ya se ha hecho resistente a enfermedades como la mixomatosis, con la que se morían unos cuantos. «Los políticos no reaccionan hasta que no perjudica a las personas», critica.
Ahora las únicas formas que tienen los agricultores de actuar contra esta sobrepoblación es mediante los cotos de caza o los permisos especiales que tienen que pedir para atraparlos con urones. Más allá de que se tienen que ocupar de algo que no es su trabajo, lamentan las múltiples «pegas» que ponen los agentes medioambientales y los «condicionantes y problemas» a la hora de conceder los permisos por parte de los responsables de Caza y Pesca de la delegación territorial. «Solo con la caza resulta imposible frenar esto», sentencia Iñaki.
En este sentido, Ignacio Delgado, de San Mamés de Burgos, asegura que la Administración no les defiende y que esto «es más serio de lo que parece». A la vista de todos los problemas que sufre el campo en la actualidad, manifiesta que los jóvenes ya no quieren dedicarse a esto y tiene el ejemplo en casa. Así, exige medidas para garantizar el futuro del sector.