Un punto de encuentro para brindar por la vida

LETICIA NÚÑEZ
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Se conocieron hace 20 años en la Universidad de Valladolid, donde estudiaron Educación Social, y Sonorama les junta cada verano. Este grupo de amigos define el festival como un estado emocional

Un punto de encuentro para brindar por la vida

Sonorama Ribera es mucho más que un festival. Que se lo digan al grupo de amigos de Mónica, Jorge, Javi y las tres hermanas Valenti, Olga, Vanesa y Sara. A todos les encanta la música. Pero para ninguno supone el principal motivo que año tras año les lleva a reservar estos días y viajar hasta Aranda de Duero. Por encima de todo, dicen, prima el reencuentro, las ganas de disfrutarse los unos a los otros y, muy especialmente, de brindar por la vida. Ellos también son mucho más que un grupo de amigos. Se definen como una familia. Y la familia que nació hace 20 años en la Universidad de Valladolid, donde algunos de ellos se conocieron estudiando Educación Social, tiene su casa en Sonorama Ribera.

Mónica lo define como un oasis, como unos días en los que «lo único que importa es vivir, juntarnos y disfrutarnos mucho». Es consciente de que los problemas aparecerán de nuevo el lunes después del festival. Pero esos días... ¡ay esos días! 

Para Jorge, Sonorama representa un estado emocional. También ganas de pasarlo bien, disfrutar, bailar, corear canciones y, cómo no, lucir las camisas hawaianas más horteras. En definitiva, «marca un reencuentro con la gente con la que soy feliz». Una de las 'culpables' de esa alegría es Vane, que con Sonorama comienza sus vacaciones, así que de primeras advierte que llega «con todo el power». Habla de subidón total, de una fecha inolvidable y de un sinfín de risas con «gente insustituible». Todo ello acompañado de buena música en directo. Olga añade la «desconexión total» y Sara se encarga de resumir el sentir común: «Se reúnen dos de las cosas que más me gustan: estar en familia y música en directo. Es una forma de resetear nuestra rutina y guardar los buenos momentos para el resto del año».

Se ven unas cuantas veces más al año. Poco les importan las distancias. Mónica vive en Burgos. Jorge y Javi en Zaragoza. Vane y Olga en Laguna de Duero (Valladolid) y Sara entre Madrid y Laguna. Pero Sonorama Ribera ya se ha convertido en «imprescindible», según Mónica, quien asegura que no cambia estos días «por nada». Y eso, continúa, que de primeras no era un festival que le gustase demasiado. «Para nada». Comenzó acudiendo a través de la asociación ribereña de amigos del pueblo saharaui. Montaban una jaima y vendían artesanía que traían desde los campos de refugiados. 

Todo cambió en 2016. Jorge recuerda que fue la primera vez que asistió al festival y que lo hizo para dar una sorpresa a Vane, que se casaba en septiembre. Ya le habían hecho una despedida de soltera, pero pensaron que con una segunda se coronarían. Dicho y hecho. Desde entonces no han faltado ni un solo año. «En torno a Mó, hemos ido tejiendo nuevos lazos, nuevas amistades y hemos creado una familia sonorámica con gustos muy dispares», detalla Jorge, de 40 años, y procedente de Cuéllar (Segovia).

Olga, por su parte, apunta que aquel 2016 se rieron tanto que no dudan en volver cada agosto. «Con la generosidad de nuestra anfitriona Mó, que nos da cobijo en Aranda». Así las cosas, todos sin excepción marcan en rojo los días del festival. A Sara no se le ocurriría ir a otro lugar que no fuera la capital ribereña. Y Vane bromea con que esos días aparecen señalados como festivos en su calendario laboral. También Mónica subraya que la época es clave y que o se organiza para librar o para tener vacaciones.

Cuentan que suelen llegar el jueves a Aranda y que cada uno aporta comida y bebida. No organizan mucho más, «lo que vaya surgiendo, eso es lo bonito», apunta Vane, quien trabaja como esteticista. Eso sí, todos resaltan que una de sus pequeñas tradiciones son las recenas al llegar a casa «arreglando el mundo». Con su salmorejo, su ensaladilla y dulces varios. «No lo cambio por nada», defiende Mónica, mientras Olga agrega que resucitan con el desayuno-buffete. Tanto es así que suelen tardar bastante en salir porque llegar a desayunar hasta dos y tres veces. 

Jorge tampoco se olvida de la libertad que se respira durante Sonorama. «Sé que será un espejismo, pero que durante esos días una zona rural se llene de gente diversa que se abraza o se besa sin temor, que viste como quiere sin sentirse juzgado... me parece fabuloso y ojalá de niño hubiera visto esto en mi pueblo para darme cuenta que no estaba solo ni era un tipo extraño».

A ello se suma la música. Últimamente, Sara escucha mucho a Rufus T. Firefly y tiene muchas ganas de ver a Triángulo de Amor Bizarro. Vane se queda con los directos de Vetusta Morla, Miss Caffeina o Love of Lesbian, aunque para ella «el conciertazo irrepetible y emocionante» fue el que protagonizó Nacho Cano en 2019. Olga opta por Amaral, Niños Mutantes y Coque Malla. Jorge por Sidonie y Mónica por Rozalén y Fuel Fandango. Sólo por citar algunos.  La música les encanta. Sonorama les chifla. Y la familia que han creado, todavía mucho más.