Javier Fernández Mardomingo

Cortita y al pie

Javier Fernández Mardomingo


Garci

26/01/2024

Hablar de Garci es hablar de un dandi que hace rato cambió el esmoquin blanco por el vaquero y las zapatillas deportivas. De un tipo que guarda bajo el oro del Óscar los guiones que se quedaron a las puertas. De un conversador de los que no quedan y, por encima de todo, de patrimonio cultural histórico y en vida de nuestro país. 

Garci cumple ochenta y cita a Picasso para decir que cumple quatre-vingts, que es una forma mucho más bonita de decirlo, aunque sea en francés.

En esta España en la que vamos a invertir en Lengua y Matemáticas la tercera parte de lo que ha recaudado Barbie en taquilla, uno no sabe muy bien qué pensar cuando ve que los homenajes se le han hecho en los pocos reductos en los que el director tiene voz y se le deja actuar. Porque ya no dirige más que para sí mismo. ¿Y eso? Está hasta el gorro de reuniones.

El Garci de Volver a Empezar en su Gijón del alma, del Crack y que emocionó con El Abuelo, jura que ya sólo se toma un dry martini de vez en cuando y contaba en la radio a Juanma Castaño, como si nada, que quien mejor los preparaba era su amigo Alfredo Landa mientras recordaba el que compartió en el Reconquista de Oviedo con Severo Ochoa. Como si lo más normal del mundo fuera echar una copa con un premio Nobel. 

No le da miedo lo moderno, pero la tecnología no es lo suyo. No gasta móvil. Es más, no vota en los Óscar desde que le contaron que había que meter un PIN en un enlace y aquello le sonó a chino. 

Garci, que además de cineasta es uno de los mejores comunicadores que tenemos en España, habla por la radio para que uno escuche. Derrumba el viejo mantra de que lo bonito del medio es que uno la oye mientras hace otras cosas. Cuando escuchas Garci, escuchas y punto.

Un Garci que ha echado otro cero a su calendario de vida y al que, da la sensación, no hacemos demasiado caso. Será porque dice lo que le da la gana, pero no lo que la turba quiere que se diga vestido como la chata en la Gala de los Goya cada año. Si se descuida igual hasta lo descolonizan, como a los museos nacionales. Porque aquí enterramos como nadie, pero para rendir homenajes en vida parece no bastar con ser uno de los mejores de la historia en lo tuyo. Tiene guasa.