Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


La condena del pueblo antiguo

26/01/2024

Prueben a mirarlo en Google Maps. Pongan Avenida Derechos Humanos Burgos y verán una línea recta que parte desde las orillas del Arlanzón y discurre hacia el norte para comunicarse con los barrios en desarrollo del Vena. 

Acérquense un poco más. Denle al 'zoom' y verán una amalgama de construcciones interrumpiendo el eje como una fea cicatriz. Un reguero de solares vacíos en torno a lo que figura como Plaza Nueva de Gamonal. Es, efectivamente, el pueblo antiguo. 

Allá por el año 2000, un informe de Icomos España, organismo especialista en proteger lo improtegible, decidió que debía conservarse lo que quedaba de la vieja localidad por la simple razón de estar al pie del Camino de Santiago. La vecindad del trayecto jacobeo condenó de por vida a permanecer en pie a un grupo de construcciones sin ningún valor artístico y muy poco histórico. Una pena permanente y no revisable.

La estricta protección ha impedido el progreso, en el más amplio sentido, de los alrededores. No hay continuidad al tráfico ni rodado ni peatonal. Las fachadas que dan al Camino se caen tanto como las que se asoman hacia el interior. El colegio público Las Candelas y la Barriada Inmaculada son las traseras de las traseras. Las callejas y plazoletas que subsisten entre las ruinas no son agradables para pasear ni para estar. Los niños prefieren cualquier otro parque y los mayores se congelan en invierno o se asan en verano en zonas sin refugio y sin sombra.

Gamonal sufrió durante su vertiginoso crecimiento una edificación de aluvión, pero eso no justifica que 60 años después no se aplique un diseño mucho mejor para sustituir un pueblo que ya no tiene sentido ninguno, ni desde el punto de vista económico para sus dueños ni desde el punto de vista urbanístico para el conjunto de los vecinos.

Dejar algún vestigio, como el antiguo Ayuntamiento reconvertido en cuartelillo, estuvo muy bien como recuerdo de lo que un día fue un caserío rural. Obligar al resto de las edificaciones a sobrevivir pese a quien pese, entre la decrepitud y la falta de interés público y privado, es una pesadísima losa que solo provoca el eterno regreso de los mismos titulares periodísticos sobre planes que no se cumplen.

Proteger porque sí, sin pensar en las consecuencias, tiene graves efectos secundarios.