El viático por las calles de Aranda

Máximo López de Vilaboa
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La práctica de llevar la Eucaristía a enfermos o moribundos aparece reflejada en diversos documentos históricos arandinos, como el pleito que dio lugar al plano del año 1503

Detalle del grabado anónimo de la salida del Viático de la iglesia de Santa María. - Foto: Archivo Máximo López

Cuando los últimos visitantes se disponen a visitar en Aranda la exposición Eucharistia, vamos a rememorar la última recepción de la eucaristía que reciben tantos cristianos en su lecho de muerte.  Ésta se conoce con un término de origen latino, el Viático, por indicar que sirve como vía para el viaje hacia la vida eterna. En la propia exposición hay un cuadro de carácter costumbrista que evoca esta particular forma de recibir la Eucaristía. En la iglesia de San Juan se ha expuesto Un Viático en el Baztan, un lienzo pintado en 1917 por el artista navarro Javier Ciga Echandi (1877-1960).

Esta escena nos evoca también lo representado en un grabado anónimo realizado hacia 1920 y ambientado en Aranda de Duero. En la imagen que se reproduce junto a estas líneas vemos la salida del Viático desde la fachada de la iglesia de Santa María. Vemos que todavía existe la escalera de planta semicircular que fue sustituida por la actual. En el grabado se representa el momento en que el sacerdote sale de la iglesia llevando el Viático, precedido por un monaguillo que, tocando la campanilla, va anunciando su presencia para que todos los presentes se arrodillen a su paso. Llevar de esta forma la comunión no es algo exclusivo para aquellos que ya están en su lecho de muerte sino que se ha facilitado siempre al resto de enfermos e impedidos. Existían dos formas de llevar la Eucaristía: de manera pública y de manera privada. Según el canonista Jaime Torrubiano «las ceremonias de la comunión pública de los enfermos son: llevar luces que anuncien la presencia del Sacramento, el tocar la campanilla para que los fieles que haya en la calle le reverencien y adoren; el sacerdote va revestido de hábito talar, sobrepelliz, estola, capa pluvial o muceta, un paño humeral con que cubre el copón en donde lleva las hostias consagradas. Así se atiende a que sea conocida la presencia de Jesús en la calle».

Ya en la antigüedad se facilitaba también que pudiera ser llevada la comunión al lecho de los enfermos de una forma más discreta, lo que se conoce como forma privada, que es la que se suele utilizar en la actualidad. Torrubiano ya hablaba que «el peligro de irreverencias cometidas contra la Eucaristía, de hablillas y de murmuraciones; el que la familia del enfermo no se avenga a que se lleve la comunión a su casa, con frecuencia; el que un mismo enfermo pida la comunión muchas veces, son causas que permiten llevar la Eucaristía privadamente».

El culto eucarístico fuera de la misa está íntimamente relacionado con la necesidad de contar con la Eucaristía para poder ser llevada en cualquier momento al lecho de un enfermo. De esta necesidad surgen formas de adoración ante la presencia de Jesús Sacramentado fuera de la misa y así se crean objetos artísticos relacionados con esta adoración eucarística, como custodias y sagrarios. Nos ha llegado el testimonio de una inspección realizada por el Visitador General del Obispado de Osma, Pedro González Manso, que nos descubre datos curiosos de cómo era el Tabernáculo de la iglesia de Santa María en 1532 y cómo se reservaba el Sacramento para los enfermos:

«Halló el Santísimo Sacramento de la Eucaristía en su Sagrario de piedra hecho a la parte derecha del altar cerrado con llave, dentro del cual sobre un ara estaba un cofre cubierto con un paño de brocado, y en otro cofrecito que estaba dentro de dicho cofre estaban dos relicarios de plata y en ellos estaba el Santísimo Sacramento, en el uno en una forma grande, que queda en la iglesia cuando llevan el Sacramento a los enfermos, y en el otro en dos formas grandes y otras pequeñas para comulgar, limpia e decentemente según la posibilidad del lugar».

Pero si hay un hecho que nos da una idea de la gran importancia que se daba al paso de la Eucaristía por las calles de Aranda, cuando iba a la casa de los enfermos, es el célebre pleito de 1503 que dio lugar al famoso plano de la villa. Uno de los motivos que se alegó es que el Santísimo Sacramento no podía pasar por calles estrechas, sucias y oscuras a altas horas de la madrugada sino por una calle ancha que únicamente sería posible si se tiraban las casas sobre las que giraba el litigio.

Otro hecho que nos indica la profunda fe en la Eucaristía como auténtica presencia de Cristo es lo sucedido el 30 de septiembre de 1672. Este hecho fue anotado por el párroco de Santa María en el libro V de bautizados. Lo sucedido fue lo siguiente:

«Hubo una tempestad que duró desde las once de la mañana hasta las tres de la tarde, estando el cielo raso, y fue tan recio el aire, que se llevó gran parte de la teja de las casas,  especialmente de Santa María por estar más alta. No se podía andar por las calles, porque llovían tejas, que así se puede decir; la mitad de los racimos arrancó y desgranó; los pinares asoló, álamos y olmos arrancó y quebró muchos; una casa en las eras de Rasina se llevó; las demás quedaron muy mal paradas, y a no sacar el Santísimo de Santa María y la Espina con otras reliquias, se arruina Aranda».

Estas palabras tienen mucho de superstición pero también nos habla mucho de una firme fe de los arandinos en la Eucaristía. Ante la presencia real de Jesucristo la tempestad debía de cesar, al igual que se nos narra en los evangelios que sucedió en el Mar de Galilea.