Vaya lío se ha armado con Paesa en el monasterio

Angélica González / Burgos
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El libro de actas de Cardeña tiene registrada de puño y letra de su entonces secretario la alteración que sufrió el cenobio en 1998 cuando se iniciaron las misas por Paesa, quehabía fingido su muerte. Esta semana se ha conocido su (parece que real

Vaya lío se ha armado con Paesa en el monasterio - Foto: DB

Al final, la vida no es del todo como en las películas y Francisco Paesa, uno de los personajes más controvertidos de la democracia española y un espía cuya actividad atravesó la historia de este país desde la Transición hasta bien entrados los años 2000, ha muerto como cualquiera, en un hospital francés de la localidad de Colombes, cerca de París, la provecta edad de 87 años. Así, al menos, lo han publicado varios medios nacionales esta semana en unas informaciones sobre las que no deja de planear una cierta prudencia, comprensible conociendo al personaje. El País ha publicado una copia de su certificado de defunción en el que no aparece la causa de la misma. Tampoco se sabe si fue enterrado o incinerado.

Los cautelosos textos probablemente tienen que ver con el hecho de que no es la primera vez que aparece negro sobre blanco la muerte de Paesa. En el verano de 1998 -se cumplieron 25 años el pasado 2 de julio- la misma cabecera de Prisa publicó una esquela en la que se daba noticia del fallecimiento del espía en Tailandia, de que se le había enterrado en las más estricta intimidad y de que se habían encargado unas misas gregorianas por su alma en el Monasterio de San Pedro de Cardeña.

Justo 18 días después de que esta noticia conmocionara a toda España, el 20 de julio, tuvo lugar la primera celebración, con el consiguiente alboroto en el plácido cenobio, del que queda el relato de Jesús Marrodán -entonces secretario del Monasterio y que más tarde sería abad- en el libro de actas de la comunidad, una suerte de diario de la vida intramuros. «Vaya lío que se ha armado cuando se ha empezado con las misas que encargó una señora después de que El País publicara una notita. Menuda polvareda, el abad [entonces era Marcos García] lleva toda la mañana literalmente pegado al teléfono», dejó de su puño y letra Marrodán, como recuerda el actual secretario, José Luis Galiana, que entonces era un joven monje.

Que las misas fueran gregorianas no tenía ningún misterio. «No significa que fueran en latín o que el cura se pusiera de espaldas a la gente sino que se llaman así cuando se celebran durante treinta días seguidos, en memoria del mismo difunto y son dadas por el mismo sacerdote», explica Galiana, quien añade que la del 6 de agosto tuvo un concelebrante de campanillas. Nada menos que José María Setién, que entonces era obispo de San Sebastián y con una trayectoria casi tan polémica como la de Paesa. «Fue una casualidad -aclara- porque estaba allí de retiro como hacen muchas personas».

(Reportaje completo en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)