No puedo más: no es una queja, es una alerta

Agencias
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La Fundación ANAR avisa de la importancia de escuchar a los menores ante ciertos comentarios y cambios de actitud que pueden ser una llamada de atención hacia conductas suicidas

No puedo más: no es una queja, es una alerta - Foto: Imagen de storyset en Freepik

Los casos de suicidio en menores alarman cada vez que saltan a los medios de comunicación. No es para menos, pero deberían servir para llevar también a una reflexión y a una atención más detallada de los niños y sus conductas para poder detectar a tiempo los potenciales casos de jóvenes que quieren quitarse la vida. Cambios bruscos de conducta, la verbalización de frases como 'no puedo más' o 'así no merece la pena vivir' y las autolesiones son algunas de las señales de alerta que pueden avisar al entorno de la conducta suicida de un menor, según advierten desde la Fundación ANAR. 

En los últimos meses ha habido varios casos que han hecho saltar las alarmas. El último, el de las  mellizas de Oviedo que, con 12 años, se lanzaron desde la ventana de un sexto piso, en el que la Policía descartó la intervención de terceras personas. Este suceso tenía lugar apenas tres meses después de otro caso similar de dos hermanas en Sallent (Barcelona).

 El director técnico y portavoz de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros, analiza esta situación y aporta unas pautas para agudizar la atención ante actitudes sospechosas. «Si el menor expresa que tiene un problema que no tiene solución, si ha bajado el rendimiento escolar, si tiende a aislarse o cambios bruscos en el carácter -tristeza, depresión o agresividad-, o si observamos algún tipo de verbalización o expresión escrita de la idea de terminar con su vida con frases como 'no puedo más' o 'así no merece la pena vivir'», conviene agudizar los sentidos. «A veces cuando las oímos hacemos que no ha dicho nada, pero puede estar tratando de decirnos algo», apunta.

Asimismo, Ballesteros advierte de que el principal indicador de una conducta suicida es «la autolesión». Ante estos casos, insta a los padres a «escuchar con empatía» a los menores, a no restar «importancia» a lo que cuentan y a buscar ayuda psicológica.

La Fundación ANAR alerta de que los datos son «estremecedores», pues «solo» el año pasado atendieron 4.554 casos de ideas e intentos de suicidio -frente a los 131 de hace una década-, de los cuales 1.275 eran menores de edad que ya tenían el intento de suicidio iniciado cuando llamaron a su teléfono de ayuda: 900 20 20 10. Asimismo, mostró su «preocupación» por la extensión de un posible «efecto contagio», tras los casos de Oviedo y Sallent.

«Hemos recibido la noticia con gran preocupación porque lo que hemos visto es que está existiendo un posible efecto contagio, pues hace poco tiempo se produjo un caso similar», explicó Ballesteros.

Se trata, según advirtió, del llamado efecto Werther, «un efecto romantizador de la conducta suicida o idealizador, como una forma de buscar una solución a un problema, cuando en realidad es una manera irracional de analizar la realidad, todos los problemas son temporales y tienen solución. En cambio, la muerte no tiene solución y deja otros problemas muy graves a las personas del entorno», agregó.

Por ello, la Fundación ANAR recomienda que en las noticias «nunca» se informe sobre el método utilizado por los menores para suicidarse, de forma que otros menores que puedan tener ideas suicidas no lo reproduzcan; y no relacionarlo con «una causa simple o una sola causa» porque «el suicidio es siempre multicausal». «Hay que evitar dar una visión simplista», agregó.

Sobre la edad a la que se producen más intentos de suicidios, el director técnico de la Fundación ANAR precisaba que el perfil de las menores ovetenses, de 12 años, que se quitaron la vida hace un par de semanas, no es el más frecuente. Tampoco lo es que se produzcan suicidios colectivos.

En el 71 por ciento de los casos, según indicaba Ballesteros, son menores de 13 a 17 años migrantes, con problemas de salud mental, que se han practicado autolesiones previamente, con intentos de suicidio previos, que han sufrido agresiones sexuales y que arrastran un problema desde hace más de un año con alguna consecuencia diaria. Entre los más pequeños (de 12 años o menos) que llamaron al teléfono de ANAR por ideas o intentos de suicidio, el principal problema que sufrían era el acoso escolar.

El exdefensor del menor Javier Urra coincide en que existe un «contagio emocional del suicidio» entre los adolescentes y apunta, entre las principales causas del mismo, el «acoso escolar, la depresión o la baja autoestima y el maltrato en el hogar».

También apuesta por informar de estos casos porque «el silencio es el peor enemigo», pero aconseja evitar los detalles como el método utilizado.