Me ocurre con el sistema, lo mismo que con la existencia de Dios, ni lo afirmo, ni lo niego, solo sé, como decía Miguel de Unamuno, respecto al que todo lo ve, que lo necesito.
Dicho esto, creo que es bastante más fácil vivir al margen del mismísimo Dios que del propio sistema. Y también, puesto que el primero nos hizo a su imagen y semejanza, es más sencillo escapar al control del Todo Poderoso que al del Orden Establecido, establecido a imagen y semejanza de quienes a través de él adquieren mayores beneficios.
No obstante, el marcador de la fe, tanto en uno como en otro lado, termina sumando o restando puntos prácticamente por el mismo motivo, la falta de confianza. Me explico: cuando veo que el Fiscal General del Estado tiene que comparecer públicamente para reprochar a la jerarquía de la Iglesia que se está pasando por su particular arco de medio punto su petición de colaborar con la justicia para esclarecer los casos de pederastia de los que tiene conocimiento, la distancia que siento hacia los representantes del Señor en la Tierra se estira como un chicle azucarado. Tanto, como me sucede cuando veo a un político metido a empresario, y no precisamente como consejero delegado de una pyme, como es el caso de Josu Jon Imaz, que hace menos que nada nos pedía el voto para el Partido Nacionalista Vasco con el mismo honesto mensaje con el que hoy, desde Repsol, nos vende el litro de gasoil a más 1,6 euros: Su responsabilidad con la sociedad.
La diferencia entre ambos casos es que, si quiero, puedo dejar de ir a misa, no volver a rezar el Ave María en mi vida, ni a celebrar las fiestas de guardar. Mientras que, sin embargo, no puedo permitirme dejar de ir a la gasolinera para llenar el depósito del coche, encender la calefacción, al menos, a 19 grados centígrados, ni apagar el grifo del agua caliente, aunque el bueno de Imaz me pida, mientras pronuncia el nombre de Ucrania en vano, que, para mejorar en 2023 el resultado de 4.251 millones de beneficio obtenidos por su compañía el pasado ejercicio, tengamos que pagarle el litro de gasoil a cinco o veinticinco euros.