¡Luz, más luz!

R. PÉREZ BARREDO
-

Ningún artista de cuantos han pintado la Catedral a lo largo de los siglos ha captado mejor su espiritual luminosidad que Pepe Carazo

Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.

Preguntado en cierta ocasión sobre qué salvaría del Museo del Prado en caso de pavoroso incendio, atusándose el estrambótico bigote y enarcando una ceja Dalí respondió una genialidad: «El aire de Las Meninas». Es posible que Pepe Carazo contestara en similares términos acerca de una hipotética (y nada deseable) tragedia respecto de la Catedral, si bien él rescataría algo diferente, aunque también inasible y mágico: la luz. El primer templo metropolitano ha sido pintado por artistas de todo tiempo y lugar, de Sorolla a MarcelianoSanta María, de David Roberts a Ignacio del Río, de Francisco Javier Parcerisa a Genaro Pérez Villaamil. Pero posiblemente nadie haya sabido captar mejor y con más profundidad de espíritu y de mirada la riquísima, interminable urdimbre de claros, oscuros, resplandores, destellos, fulgores, brillos, sombras y colores entreverados de piedra y de silencio místico que este artista burgalés, verdadero alquimista de pintura y sueño. 

Lleva Pepe Carazo toda la vida obsesionado con la luz, sabedor de que es la verdadera revelación, la epifanía que define, sostiene, construye y da sentido a una obra. Desde hace unos cuantos años lleva inmerso en un ambicioso proyecto que tiene por objeto las catedrales, las más importantes de España y de Europa. Esos grandes templos son casi una excusa, porque en su enésima cabriola creativa, en ese permanente afán de búsqueda de la belleza, Pepe Carazo quiere desentrañar el más insondable de los secretos que éstas guardan.Que no es otro que su luz. «La atmósfera que contienen en su interior, hecho de luces y sombras, es un bien inmaterial. Las catedrales son piedra y madera, sí, pero también intangibles como la luz. Fueron construidas para crear una espiritualidad en su interior», explica con devoción el artista.

Esa emoción, esa psique, se consigue a través del misterio. La impresionante serie catedralicia de Carazo desvela ese arcano haciéndose misterio en sí misma; da igual el tamaño, el soporte o los materiales empleados: en sus obras la luz se despeña como una cascada, irrumpe mágicamente, se atenúa en los rincones, enciende las piedras, sublima el silencio, alcanza a Dios... «El misterio lo da la luz. Es ella la que crea el milagro. Busco esa intangibilidad, lo que no se puede tocar». Este asceta de la pintura conoce todos sus secretos. Y sabe que la luz es muchas luces; que la luz es siempre la misma y a la vez siempre distinta. «La luz es cambiante, depende del día y de la hora del día o de la noche. Y sucede otra cosa muy importante: no sólo es esencial la luz que hay, sino la que uno ve, la que uno es capaz de encontrar y diferenciar». 

Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza. Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.

Pepe Carazo nació para mirar, como escribió tan acertadamente el añorado Tino Barriuso, con quien tanto quería. «Pepe es un modo privilegiado de mirar, un instinto y unos pies que le llevan hasta el ángulo justo. Y una paciencia que le hace conversar con el sol hasta que llega a ese punto en el que lo mirado es. Y ahí empieza todo», perfiló el maestro.

Deslumbrante. Al talento desbordante de Pepe Carazo se le suma una hipersensibilidad de la que no se puede abstraer, y que no pocas veces palpita en sus obras: se diría que sufre tanto como goza cuando se precipita al abismo de la creación; se diría que su concentración, rayana en cierto estado de alucinación, de trance o de éxtasis -como si por momentos su ser le abandonara para encontrarse poseído por una fuerza interior que no tiene nombre pero que nace de lo más profundo, de esa cárcava cosmogónica que nos conecta con el universo y con la esencia de lo que somos-, le empuja al alumbramiento de una fantasía que es pura emoción e infinita, deslumbrante y casi dolorosa belleza.

Más fotos:

Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.
Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.
Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.
Toda la serie es un hallazgo fascinante, una oda a la belleza.

Quizás exista cierta conexión entre el artista burgalés y quienes, ocho siglos atrás, imaginaron y levantaron a mayor gloria de Dios la impresionante joya gótica al cielo de Burgos. Como si aquellos enigmáticos canteros, depositarios de las cifras y claves de quienes idearon el Templo de Salomón, poseedores de secretos que fusionaban sabiduría, ciencia y magia -la Proporción Divina, la Geometría Sagrada- hubiesen construido la Catedral más hermosa de la tierra  sólo para que algún día Pepe Carazo la pintara.