El testigo olvidado del Mercado Norte

D. ALMENDRES / Burgos
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La segunda planta, inhabilitada desde hace más de dos décadas, acogió un centenar de puestos y hoy refleja el paso del tiempo de una infraestructura que espera el relevo

Redes protectoras ante posibles desprendimientos y roturas. - Foto: Alberto Rodrigo

Fue ahí, al pie de la moderna escalinata que conectaba la primera y la segunda planta del nuevo complejo, donde el alcalde Fernando Dancausa se dirigió a los presentes desde ese improvisado palco el día de la inauguración del Mercado Norte. Era marzo de 1967 y la nueva dotación estaba llamada a iniciar una nueva era en los hábitos de consumo de las familias burgalesas.

A lo largo de tres décadas, esa segunda planta presidida por la bóveda de cristal que deja pasar la luz natural fue el lugar donde se instalaron un centenar de puestos que vivieron las mejores épocas de la dotación municipal. El comercio de proximidad abastecía a vecinos y transeúntes y el mercado bullía cada jornada, hasta que llegó el momento de afrontar su rehabilitación y con ello llegó el adiós a una parte hasta entonces fundamental de la infraestructura. 2.500 metros cuadrados quedaron sin uso.

Llegado el mes de mayo de 1999 el entonces regidor de la ciudad, Valentín Niño, tomó el micrófono en uno de sus últimos actos públicos antes del cambio de guardia en la administración municipal para dar el pistoletazo de salida a la nueva etapa de un Mercado Norte que hoy ya atisba el final de sus días pasado un cuarto de siglo.

El tiempo dirá si, de verdad, el traslado al provisional se produce el próximo mes de febrero para abrir un nuevo capítulo de esta historia. Mientras tanto, la segunda planta se ha convertido en este siglo XXI en un testigo olvidado que ve los días pasar, alejada y ausente del trajín de antaño a la espera de dar el relevo definitivo a esos planes de futuro que tantas incógnitas deben resolver aún hasta convertirse en realidad.

Desaparecida la mencionada escalinata, hoy se accede a esta zona cerrada al público a través de un vetusto montacargas. Todo el espacio es diáfano y hay que hacer cerrar los ojos para imaginar cómo fue aquella larga etapa en la que los clientes guardaban con paciencia el turno en su comercio favorito.

Todo es silencio. Perdida la actividad comercial, se desmontaron los puestos, todo el cableado y también los alicatados de las paredes. Incluso, el suelo está 'pelado'. Solo quedan las incontables columnas desnudas y las vigas que muestran el porqué ha llegado el momento en el que el Mercado Norte debe dar paso al futuro.

Apenas quedan pequeños elementos olvidados o que se salvaron de la intervención realizada en su momento. Pequeñas figuras decorativas y un par de estampitas decoran una pared desconchada para romper la estética del lugar, al igual que una vieja estrella de Navidad que vivió tiempos mejores.

El ruido de antaño ha dejado paso al frío y al silencio. También a un olvido cuidadosamente preparado para evitar las consecuencias negativas del abandono. Solo las grietas de la estructura reflejan ese deterioro propio de la edad de un Mercado Norte que sigue su ritmo cotidiano ajeno a lo que un día pasó justo en la planta superior.

Todo ha cambiado y en el ambiente se palpa que pronto llegará una profunda transformación. Los carteles de jubilación ya se dejan ver en algunos puestos que no han esperado al inminente traslado, pero los comercios operativos pisan a fondo el acelerador porque el mercado tiene mucha vida y mucho que ofrecer en el presente y en el futuro.

La atención se fija en la cúpula acristalada y deja a un lado la huella de las humedades que filtran el agua hasta el sótano del complejo. La bóveda que daba un toque señorial pide a gritos el relevo inmediato y su apariencia en nada se parece a la mostrada hace ya 25 años. Dos redes de protección remiendan el espacio y garantizan la total seguridad de los profesionales y usuarios, aunque la sensación es de cochambre y de necesidad de una intervención profunda y urgente.

Los accesos al exterior de la segunda planta ofrecen una vista diferente y poco conocida de la plaza de España, punto estratégico en las conexiones de la ciudad que también se adaptará a los cambios programados en todo el entorno. La fuente de los Delfines comparte presidencia con el mercado provisional, el cual espera su turno a tan solo un puñado de pasos de la vieja dotación, pero eso ya se escribirá en el próximo capítulo.

El Mercado Norte aguarda el relevo con la vista fijada en el nuevo horizonte de febrero de 2024. La ampliación de los plazos previstos aún se presenta como muy ajustada porque queda un largo camino administrativo por recorrer antes de dar paso a la mudanza. Todo, con la campaña de Navidad como objetivo principal de los comerciantes. Un año más, la segunda planta será testigo silencioso de todo lo que acontezca. La última vez.