"Nadie subía al Castillo y logramos integrarlo en la ciudad"

R. PÉREZ BARREDO
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Se cumplen treinta años del inicio de la recuperación de la fortaleza y de su entorno, que era un lugar peligroso y deprimido. El proyecto de resurrección de este espacio lo lideró José Sagredo

José Sagredo lideró el proyecto de resurrección del castillo hace 30 años. - Foto: Patricia

Pepe Sagredo sonríe mientras su mirada acaricia las agujas de la Catedral. Apoyado en la barandilla ilustrada del Mirador, contempla la privilegiada vista con orgullo y ufanía. Si el cerro del Castillo es, desde hace años, un lugar habitable, sano, limpio y atractivo en el que disfrutar y por el que perderse sin miedo ninguno se debe a la obstinación de este hombre afable e inquieto que hace tres décadas lo apostó todo por ese sueño. Cuenta anécdotas que hoy suenan increíbles, como que cuando él o algún otro responsable municipal subían al Castillo lo hacían escoltados: quizás haya quien no recuerde que, durante mucho tiempo, aquello era poco menos que territorio comanche. Un lugar hostil, peligroso, violento. Visitarlo era más que un deporte de riesgo. La droga campaba a sus anchas; también los robos. Y los crímenes. Nadie en su sano juicio osaba darse una vuelta por allí.
Cuenta Sagredo que el entonces alcalde de la ciudad, Valentín Niño, no le puso cortapisa alguna a aquella ambición, a aquel proyecto. Más al contrario, le dejó hacer y deshacer con total confianza. Y él respondió con creces, apoyado en el talento del arquitecto Félix Escribano, autor del proyecto del Mirador y del Restaurante ubicado en ese mismo espacio. El Plan Director del Castillo que puso en marcha Sagredo cumple 30 años. Fue el principio del fin del estigma que durante años había marcado este espacio de la ciudad. «Era un desafío. Este era un lugar prohibido. ¡No aparecía en ninguna guía turística! Uno de los Castillos más importantes de España, con la enorme singularidad de su pozo, que es algo único... Todo era una ruina. Daba miedo subir aquí. Me siento orgulloso de lo que conseguimos, algo menos de la situación actual, que es mejorable. Pero bueno. Conseguimos integrarlo en la ciudad, que los burgaleses lo consideraran suyo. Y que volvieran. El hecho de actuar aquí, de restaurar las ruinas, de construir el mirador y el restaurante trajo consigo seguridad. El tren turístico también fue un acierto. Cristino y yo en persona fuimos a comprar uno a Baracaldo. Costó diez millones de pesetas».

(Reportaje completo en la edición en papel de hoy de Diario de Burgos)