Tocadas por el despropósito, hundidas por el abandono

H.J.
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Tras varios intentos de la iniciativa privada para dar uso a las viejas naves de Renfe, la cubierta se ha venido abajo y el Ayuntamiento no se aclara respecto a la solución que debe darse a sí mismo a través del Consorcio

Desolador aspecto que presenta el inmueble afectado, situado al pie del bulevar - Foto: ALBERTO RODRIGO

Sucede en demasiadas ocasiones, pero no por ello deja de sorprender al espectador. La administración exige al ciudadano que cumpla con sus obligaciones pero no predica con el ejemplo, y acaba siendo protagonista de casos flagrantes que sonrojarían si el protagonista fuera cualquier iniciativa privada.

Así ha ocurrido con la cubierta de una de las viejas naves que Renfe tenía junto a la vieja estación, que hace unos días se derrumbó evidenciando su falta de mantenimiento. Durante décadas estos edificios funcionaron como talleres y con la retirada del tren del centro de la ciudad pasaron a manos del Consorcio del desvío, formado en su momento por el Ayuntamiento y por las dos cajas locales. Tras la salida de Cajacírculo, la Fundación Caja de Burgos permanece como miembro de este organismo pero es el Consistorio quien lleva la voz cantante y de quien depende su futuro, puesto que las deudas (y por tanto sus ingresos) recaen en última instancia sobre las arcas municipales.

El Ayuntamiento sabía desde hace meses que el tejado estaba en muy mal estado y que no podía continuar así. Concretamente en el mes de noviembre de 2019 el área de Licencias recordó al Consorcio que el inmueble había superado los 40 años de antigüedad y que debía presentar la Inspección Técnica de Edificios como ocurre con el resto de propietarios de los bienes que van llegando a esa edad.

El informe encargado a dos profesionales independientes del Colegio de Arquitectos concluyó de forma desfavorable, pues quedaba claro que había que realizar distintos trabajos, entre ellos la sustitución de la cubierta, "muy deteriorada", por otra que al menos fuera provisional a la espera de dar un uso futuro al edificio.

Las obras llegaron a valorarse en unos 130.000 euros y en mayo el Ayuntamiento se instó a sí mismo (aunque en realidad fuera al Consorcio) a ejecutar las obras necesarias en un plazo máximo de tres meses.

con todo preparado. La situación generada por la Covid primero, y los parones que siempre conlleva el verano después, retrasaron durante varias semanas los trabajos y justo cuando iban a iniciarse, con el perímetro vallado, hace diez días que el tejado se derrumbó. De inmediato el área de Licencias emitió una resolución instando a la entidad mixta público-privada a cumplir su deber de conservación.

Inicialmente el concejal de Fomento, Daniel Garabito, afirmó que no era necesario reconstruir la cubierta sino simplemente eliminar el riesgo de colapso y adecentar el entorno asegurando las condiciones de seguridad, puesto que probablemente los usos futuros no necesiten el tejado que conocemos hasta ahora.

Sin embargo, eso se contradice con lo que determinó hace solo unos meses la ITE, y todo ello obligó a celebrar la semana pasada una reunión entre la administración local y el Consorcio. De ahí salió poco en claro, y todo queda a la espera de que el regreso de vacaciones del jefe de Licencias, previsto para los próximos días, establezca un criterio definitivo sobre qué hacer.

El problema de fondo es grave, porque demuestra que la propia administración se ha dejado caer un inmueble de su propiedad ‘indirecta’ sin ser capaz de sacarle provecho. La cuestión inmediata de su arreglo, por el contrario, es aparentemente sencilla y no debería tardar en resolverse, porque el edificio no puede seguir sin cubierta al albur de las lluvias, la nieve o la entrada de palomas.

Eso lo tienen muy claro en el Consorcio, que por el momento ha ejecutado las actuaciones más urgentes como la retirada de parte de la madera y que ahora está a expensas de lo que el Ayuntamiento (su miembro fundamental) le diga lo que hay que hacer.

Será por ideas.  Cuando todavía estaba fresco el asfalto del primer tramo del bulevar del ferrocarril, allá por 2011, la iniciativa privada ya empezó a plantear ideas para los antiguos talleres de Renfe que quedaron ‘vivos’ junto a la estación.

Al igual que sucedió con el Hangar, felizmente recuperado desde un principio, se pretendía que en ellos se desarrollase algún tipo de equipamiento. E ideas no han faltado, aunque todas han acabado desinflándose por múltiples razones.

Primero un grupo de empresarios planteó la creación de una sala de conciertos con zona de hostelería. También hubo interés en plantear una iniciativa vinculada a la historia del ferrocarril, pero no había dinero. Incluso se planteó un centro de juegos.

Más recientemente, en el verano de 2017 el artista Pepe Carazo lo sondeó para poner en marcha un Centro de Referencia Nacional de la Acuarela. Y en 2018, el intento que más lejos ha llegado hasta el momento, llegó la iniciativa de la Fundación Caja de Burgos para poner en marcha ‘La Locomotora’, un centro de creación y crecimiento empresarial.

Sin embargo, las trabas técnicas planteadas desde el área de Licencias acabaron desesperando a la Fundación, que renunció a este emplazamiento y anunció que buscaría otro para tratar de seguir adelante con la idea. Con ello, el Consorcio perdió 1,8 millones de euros que Caja de Burgos iba a pagar por el edificio y la ciudad la importante inversión que habría supuesto.

La última idea la lanzó hace casi un año la Fundación VIII Centenario de la Catedral de Burgos, y fue la creación de un Centro Internacional de la Vidriera para la restauración, investigación y divulgación de este arte intrínsecamente vinculado a la seo.